La diversidad, ese concepto con el que alguna vez se pensó que se podría abrazar la creación del mundo, hoy en día es justamente lo que más nos divide.

Me tomo un espacio de mis artículos ambientales porque verdaderamente estamos en un momento sumamente crítico a nivel país y a nivel Planeta.

Bueno, y realmente no es del todo un espacio aparte, ya que hoy en día la sostenibilidad no solo se concibe desde el punto de vista meramente ecológico, sino que también social y humanitario.

Con los hechos recientemente presentados entre Israel y el grupo terrorista Hamás, (porque no quiero incurrir en imprecisiones como decir así tan campantemente “entre Israel y Palestina”), se nos muestra lo deshumanizados que estamos como sociedad.

Y digo deshumanizados porque precisamente lo que nos diferencia de los animales y plantas, es la capacidad de razonar; aunque si lo pensamos mejor, los animales tienen un sentido de convivencia entre especies que no se asemeja ni a los talones a lo que nosotros denominamos como sociedad.

El caldero de un conflicto que se lleva calentando durante años estalló y de qué manera. El mundo entero está estremecido por los viles ataques a individuos ajenos por completo a esta guerra pero que, por cosas de la vida, terminaron siendo una “ficha” más en este juego del terror.

Hasta el momento no he sido madre, pero solo me imagino el momento en el que lo sea y tenga la responsabilidad de educar a una persona que a futuro puede tener una noción equivocada de lo que es el mundo y de cómo comportarse frente a él.

La idea de que haya diversidad en las religiones, posiciones políticas, afinidades culturales, orientaciones sexuales y demás, está ya muy arriba en el pensamiento, por decirlo así. Y con esto quiero decir, que, si no tenemos una noción elemental de lo que es el respeto por las diferencias, realmente no podremos ni llegar a debatir porqué sí o por qué no.

La libertad que poseemos termina hasta donde comienza el derecho del otro.

 Una frase que me gusta mucho porque eso nos mide todos los días “el aceite” frente a cómo estamos actuando.

Yo puedo expresar libremente mi opinión analizando el entorno donde me encuentro y a quién se lo dirijo. Pero no puedo entrar en el espectro ajeno obligando a, insultando a, o incluso generando una afectación física.

Y menciono analizar el entorno porque no es lo mismo que opine Lina a que opine el presidente o una persona con un cargo público influyente a nivel país. Su voz tiene un mayor eco y resuena en muchos otros individuos.

Es decir, hay una responsabilidad mucho mayor, así muchas veces creamos que, por ser famosos o reconocidos, no tenemos un grado adicional de cuidado.

La Paz no es para mí un concepto idealizado al que se busque llegar como fin último como si fuera un mundo paralelo que desconocemos. No. La Paz es un estado que construimos todos los días con cada palabra que decimos y con cada acción que realizamos.

Si le bajamos un poco la expectativa de lo que es este concepto, vamos a poder entender que todos nosotros sí podemos contribuir a construirla desde pequeños actos cotidianos. Y, sumados, generamos un efecto dominó como país.

Las palabras tienen poder y las acciones son el efecto rebote de todo eso que somos, así que cuidémoslas cada día como si fueran una porcelana.

Lo mismo ocurre con la guerra. Esta la vemos en televisión y la asociamos a grandes armamentos, a la muerte, al cielo negro después de que estalla una bomba o a los libros de historia donde hablaban de la revolución con espadas y banderas.

Pero la guerra se vive día a día cuando tenemos conflictos con las personas que nos rodean, cuando somos agresivos en la calle, en un establecimiento o incluso en un entorno social cercano. 

Es por esto que, cuando entendamos que la Paz y la guerra son conceptos que están más cerca de lo que pensamos y que dependen tanto de nuestros pensamientos y acciones, podremos reevaluarnos y hacer cada día pequeños cambios para acercarnos ojalá a la primera.

Lamentablemente no hay que cruzar fronteras para darnos cuenta que Colombia sufre todos los días guerras de magnitudes proporcionales, pero, al fin y al cabo, son guerras.

Lamentablemente no hay que subirse a un avión e irse a la franja de Gaza para darnos cuenta que basta con cruzar la calle y analizar el comportamiento de la gente, para entender lo mal que estamos como sociedad.

Este es un llamado para que hagamos un alto.

Necesitamos urgentemente reevaluarnos como personas antes de que sea muy tarde.

Y tú, si tuvieras la oportunidad de escoger algo hoy, ¿no escogerías ser una mejor persona?

El mundo ya tiene suficientes criminales.

Los leo.