Mis queridos lectores qué difícil hablar de este concepto hoy en día, ¿no creen?
Tantos mitos y verdades: que en el trabajo no se pueden hacer amigos, solo colegas; que encontrar gente genuinamente colaboradora es muy difícil; que nadie te hace un favor sin esperar algo a cambio…
Y digo difícil porque finalmente, a menos que sea un hobbie, es una relación sinalagmática, es un contrato, un Quid Pro Quo y demás términos legales que entre abogados nos entendemos.
Es decir, si hay un tome por un deme, ¿qué tan fácil es construir relaciones que se salgan de esa transacción?
Yo pienso que difícil, bien difícil.
Las cosas como son: mis amigos más firmes para todo no son los del trabajo. Así de simple.
Pero este círculo vicioso del que tanto nos hablan se puede romper de alguna manera si todos nosotros ponemos de nuestra parte. O mejor aún, si queremos poner de nuestra parte.
Porque también es completamente respetable que veamos al trabajo como una mera transacción económica y de allí no pasemos. Ahora bien, cuando logramos extrapolar que una cosa son las metas profesionales personales, otra los intereses de las empresas (porque sí, son con ánimo de lucro), y otra la de nuestros compañeros, creo que ahí tendremos un rompecabezas que nos puede estar facilitando la vida.
Nuestros sueños profesionales más profundos no se van a truncar o a resquebrajar por ser buenos compañeros. No porque a él le vaya bien en la presentación significa que yo dejé de ser relevante para el jefe. Al contrario, nos podría sorprender lo bien que valoran el que los resultados se hayan construido en equipo, sí, un equipo tan sólido que cueste y duela desestructurar.
Pero cuando nos vamos en bandos separados donde la competencia prima, ahí se nos cambia el panorama de castaño a oscuro.
Si entiendo que mi compañero, para ir en orden con los tres puntos, también tiene sus metas profesionales soñadas propias, voy a comprender muchas actitudes e iniciativas que no tienen por qué repercutir en las mías o siquiera amenazarlas en ningún momento.
Nuevamente, es una relación donde uno da, ellos dan, y todos ganamos algo; no necesariamente solo dinero, claro está.
Ahora bien, las compañías por más dulces que sean y nos llenen de motivaciones, regalos, tortas, etc, tienen un ánimo de; es decir, de lucrarse, de crecer, de llegar a nuevos mercados, de impactar, y así sucesivamente. Por lo tanto, que nos exijan y muevan sus fichas nunca será (excepto casos muy particulares), personal, sino estratégico.
Y cuando descubrimos eso y lo interiorizamos dejamos de cargar con la cruz en la espalda de creer que todo ataca nuestra honra, nuestros sentimientos y nuestro más sincero ‘ser de luz’ que llevamos por dentro.
Entender estos tres pilares es uno de los pasos, porque el siguiente, es lograr aislarlos de tal manera que nada de eso nos impida ser buenos compañeros, el compañero “buena papa” del que tanto se habla.
Usted tiene la potestad de serlo y de no convertirse en un ser que, por perseguir sus intereses personales, por competir contra el otro y maximizar sus utilidades monetarias, no logra ser persona.
Si le piden un favor, sea buena gente y desacomódese cinco segundos.
Evite frases como “eso no es mío”, “yo respondo por lo mío”, “yo le expliqué una vez y no me quiso parar bolas”, “tú eres la encargada no yo”, “yo no tengo tiempo estoy en mil cosas (nunca son mil no digamos mentiras son como 10)”
Cambiémoslo por “claro déjame salgo de lo prioritario, ya te llamo”, “Te parece mejor mañana a tal hora, sácame un espacio”, “Yo no tengo la respuesta, pero sé quién sí”. Y puedo poner muchos ejemplos más como estos.
Sea el compañero chévere con el que todos quieren llegar a trabajar y deje de pensar que, si usted da de su tiempo, es menos tiempo para cumplir sus sueños.
Y tal vez, solo así, podremos llenar la industria colombiana de gente talentosa, con metas y ambiciones, pero que a la vez sea una gran persona para trabajar.
Invitados todos.