Últimamente, y díganme ustedes si me equivoco, la Ley de la manifestación y atracción se está volviendo el “pan de cada día” en las discusiones del trabajo, las redes sociales, y se está convirtiendo hasta en la inspiración de muchas conferencias.

Estoy completamente de acuerdo de que las palabras tienen un poder inmenso, bien sea para cosas positivas o negativas, pero lo tienen. Incluso, ha habido muchos estudios donde las palabras que se escriben en, por ejemplo, botellas de agua, cambian la vibración de las moléculas.

En este sentido, las palabras escritas o expresadas de manera verbal tienen muchísimo poder en el mundo. Es por esto que constantemente nos dicen que cuidemos lo que decimos porque no sabemos qué efectos pueda tener.

Creencia o realidad, no lo sé, pero tienen un gran poder.

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Ahora bien, la manifestación se ha convertido en todo un ritual con un sinfín de pasos que deben seguirse de manera muy juiciosa en aras de garantizar que si lo hacemos como es debido, eso que queremos que suceda o no suceda, se cumpla tal cual como lo visualizamos.

Y hasta hace poco no le veía ningún problema, de hecho, he realizado este ejercicio muchas veces incorporándole imágenes que me permitan atraer a como dé lugar eso que quiero.

Pero ¿la manifestación nos estaría llevando al camino del control?

Una cosa es desear e intentar hacer lo posible porque nuestros más anhelados sueños se cumplan, pero otra muy distinta es que se nos vuelva una obsesión el querer cambiar el curso de la vida cotidiana tal cual como se nos está presentando.

¿Es nuestro deber cambiarlo todo?

¿Está en nuestro control que las cosas sucedan o no?

Considero que hay una línea muy delgada entre ese “manifesting” y el convertirnos en seres superiores que ingenuamente creemos que podemos cambiar el curso de la vida.

Y quiero llamar la atención de esto porque, a pesar de que la repetición de algo que queremos que suceda acompañada de mucha disciplina y coherencia es necesaria, hay muchas cosas que se nos salen del control y la manifestación nos puede llevar a la frustración.

Metámosle toda la energía con las palabras correctas y las acciones que vayan en concordancia con eso que buscamos, más sin embargo evitemos que la cotidianidad se nos vaya en un suspiro por estar pensando en vivir algo que no ha llegado.

Tengamos la capacidad de hacer todo eso que les acabo de mencionar, sin dejar de “saborear” el día a día como venga, ya que, cuando sea el momento, eso de seguro sucederá o no, tal como lo imaginamos e incluso mejor.

Que el manifestar no sea un arma de doble filo para que caigamos en la trampa de perdernos del momento de la vida en el que vivimos, que es tan fugaz y que no se puede recuperar. Porque justamente ese es el error que cometemos todos los seres humanos, y es perdernos del presente que es un regalo como bien lo dice su palabra, por estar configurando futuros ilusorios y jugando a ser dioses que «arman el rompecabezas de la vida» pensando que ya tenemos todo descifrado.

El chiste de la vida es justamente eso, V I V I R L A.

¿Qué opinan ustedes?