«Que no me vayan a decir ‘Jáiver’… que no me vayan a decir ‘Jáiver’ «, repetía mentalmente, angustiado, mientras caminaba hacia la casa de Ximena, la compañera del colegio que se había ofrecido como anfitriona para reunir de nuevo a ese grupo de estudiantes de 11C graduados en diciembre de 1999.
«Ya pasaron 12 años», continuaba meditando mientras me acercaba a la puerta. «Si han leído mi blog, entenderán que me hago llamar ‘Andrés’ y no ‘Jáiver Andrés’. Imposible que sigan con esas niñadas de decir el nombre que no me gusta. Noooo, se supone que somos gente madura. ¡Hum! Y preciso me salió este fuego en la jeta. No he tenido un barro hace 10 años y preciso tengo que lidiar con esto el día que nos da por reencontrarnos. Aunque… bueno, de pronto estoy exagerando y casi ni se nota. Ojalá».
Lo que más me preocupaba era lo que dijera Carolina, esa mujer de la que estuve perdidamente enamorado durante la adolescencia y que esa noche volvería a ver. Recordaba muy bien sus piernas doradas… sí, esas piernas que se asomaban provocativamente arriba de sus largas medias blancas y debajo de su corta falda azul. Memoraba ese pelo negro y ondulado como sacado de un comercial de champú. Sentí nostalgia por las veces que bailamos y pude descubrir la curvatura de su moldeada cintura. Eso y sus labios fue lo máximo que tuve derecho a tocar durante nuestro fugaz romance adolescente.
Miré mi celular y confirmé la dirección que habían escrito en el evento de Facebook. Ubiqué la casa y me paré justo al frente. Esperé unos segundos mientras aspiraba un par de bocanadas profundas de aire, intentando controlar la ansiedad. Adentro se escuchaba una bulla de personas bajo los primeros efectos del alcohol, además de una que otra carcajada descontrolada y el evidente tono de voz gangoso del ‘Negro’, ese eterno negro que todos recordamos en nuestro paso por el bachillerato.
«¡Uy!, ¿pero qué le pasó en la boquita?»
Toqué el timbre. Fue evidente cómo enmudecieron, no porque supieran que era yo, sino porque -de manera instintiva- todos hacían una pequeña pausa cada vez que alguien se anunciaba detrás de la puerta. Era la simple curiosidad de descubrir y reconocer a los que iban llegando.
Ximena abrió. Nos miramos detenidamente, como intentando recordar quiénes éramos. Lo mismo hacían mis otros excompañeros, observándome desde la sala. Mentalmente, volví a rogar: «Que no me vayan a decir ‘Jáiver’… que no me vayan a decir ‘Jáiver’ «. Entonces el ‘Gordo’ -ese miserable gordo que siempre me hizo la vida imposible en el colegio- rompió el hielo: «¡’Quiuuubo’ Jáiveeer!… ¡Uy!, ¿pero qué le pasó en la boquita? ¿Va a parir un alien?».
Cuando todos soltaron la carcajada, mi único afán fue buscar la sonrisa de Carolina. Sentí alivio al notar que no había llegado. Pasé a saludar a las cerca de 20 personas que conversaban en grupos y experimenté incomodidad porque no tenía claro qué decir, ni qué preguntar, ni qué contar. De alguna manera, sentíamos la obligación de tratarnos con efusividad, como si fuéramos entrañables amigos, cuando en realidad nos habíamos convertido en perfectos desconocidos que -simplemente- compartíamos un pasado común en algún momento lejano de nuestras vidas.
Además, me sentía inseguro, en buena parte porque ninguno podía contener la mirada y terminaban desviándola para detallar el fuego en mi labio. Afortunadamente, no era el único vulnerable. María se acomodaba una y otra vez las tiras de su blusa, queriendo reubicar los gorditos que se le formaban a la altura de las axilas; Alfonso cambiaba de posición constantemente en su silla, escondiendo la barriga que había acumulado en la última década; Lina se debatía entre cubrir sus tetas -evidentemente operadas- o simplemente exhibirlas con orgullo; Rodrigo se reía con timidez, ocultando los dientes que se le habían desalineado con el tiempo.
«Ya se iba demorando en preguntar por su ‘traga’ «
Algunos hablaban de sus éxitos profesionales, de las posiciones que habían alcanzado, del carro nuevo, de sus viajes al exterior. Otros guardaban silencio, avergonzados por no haber estudiado, porque estaban sin empleo o porque simplemente andaban estancados en un trabajo que les revolvía el estómago. Julián y Sandra hablaban de sus respectivos bebés.
Quise evitar esos diálogos insulsos y decidí quedarme en el grupo cuya conversación era monopolizada por el ‘Gordo’. A pesar de los malos ratos que me hizo pasar en el colegio, me sentí más a gusto con su charla sin formalismos, desprevenida y desparpajada. Descubrí en él la cualidad de ciertos imprudentes que se expresan genuinamente porque viven sin complejos y nada los hace sentir incómodos. Aún sabiendo a lo que me exponía, decidí preguntar por Carolina.
-«Uy, ‘Jáiver’ -dijo en voz alta el ‘Gordo’ malnacido-, ya se iba demorando en preguntar por su ‘traga’ «.
Quienes oyeron, rieron con algo de pena ajena, porque todos en el colegio sabían de mi amorío adolescente con ella.
-«Tan huevón», le dije mientras hacía mi mejor intento por fingir una sonrisa que demostrara indiferencia hacia el tema.
-«Fresco, hermano. No se perdió de nada. Por ahí me enteré que ella se cambió de sexo… Nooo, mentiras, estoy jodiendo. Uy, si viera la cara que puso. Casi se me desmaya».
Los hombres que lo escuchaban reían con cada ocurrencia del ‘Gordo’. Decidieron seguirle el juego y especularon sobre qué había pasado con esas piernas morenas, ese pelo vivaz y esa cintura sugestiva. «Fijo-fijo se engordó», decía uno. «Con lo buena que estaba, ya le debieron haber metido tres hijos», opinaba otro. «Pero ahí está Jáiver para darles el apellido», remataba el ‘Gordo’.
Estaba a punto de cambiar de grupo, molesto por la fatigante actitud de mis compañeros, pero quedé congelado cuando sonó el timbre de la puerta. Tragué saliva. La sala entera volvió a enmudecer. Ximena, para aumentar la expectativa, preguntó sin abrir la puerta: «¿Quién es?». Afuera se escuchó una voz delgada y algo chillona, inconfundible. No hubiera sido necesario que dijera su nombre para que todos la reconociéramos: «Es Carolina».
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UY ……. ME QUEDÉ CON LA INTRIGA DE QUÉ VA A PASAR, CUANDO SE MIREN CON CAROLINA, LOS AMORES DE COLEGIO MARCAN MUCHO Y NUNCA SE OLVIDAN,ADEMAS LAS REUNIONES DE EXALUMNOS SIRVEN PARA TRAER MUCHOS RECUERDOS Y TAMBIEN PARA ENCONTRARSE CON GENTE QUE POR MUCHO TIEMPO NO VEMOS, TOCARÁ ESPERAR LOS 8 DIAS PARA SABER QUÉ PASÓ!
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Muy buena, nos dejo con intriga… Descripcion perfecta de los encuentros con exalumnos
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La mia también se llamaba Carolina, era flaquita, desgarbadita y yo casi no le ponia cuidado, me interesaba mas en las amigas de ella; después de mucho tiempo la volví a ver, y bueno de allí en adelante he soportado las burlas de todos por ser el unico g..von que le dijo que no a semejante mujerorororornonononon
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Uy Andrés!… Nos dejó con la intriga… Muy buena entrada, hasta la próxima!
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Muy bueno, la narración no puede ser otra, sucede tal cual en los reencuentros con compañeros de colegio…
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Viejo lo felicito. Muy entretenidas sus notas
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Empezamos bien Andrés. Me quedo con las ganas de saber como está Carolina. (yo me pregunto hoy en dia como estará Verónica…) La espectativa hasta dentro de 8 dias es alta. Pilas no vaya a salir con una marikda. Un saludo.
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Compa, muy bacano ese enfoque, más realista e íntimo, ya más alejado de los estereotipos. Buen artículo.
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«…De alguna manera, nos sentíamos obligados a saludar con efusividad, como si fuéramos entrañables amigos, cuando en realidad nos habíamos convertido en perfectos desconocidos que -simplemente- compartíamos un pasado común en algún momento lejano de nuestras vidas…»
Parrafo profundo!!! y mas tenas, cuando los excompañeros no aceptan que muchas cosas han cambiado, que uno adquiere nuevos compromisos y deberes. A quien no le han dicho «primero fue lunes que martes». Yo tengo muy buenos recuerdos de mi paso por el colegio. Pero me fastidia cuando algunos excompañeros reclaman cierta exclusividad. Queda uno contra la pared, porque ni si quiera lo hacen con mala intencion, y es dificil aterrizarlos porque puedes herir sus sentimientos.
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«…De alguna manera, nos sentíamos obligados a saludar con efusividad, como si fuéramos entrañables amigos, cuando en realidad nos habíamos convertido en perfectos desconocidos que -simplemente- compartíamos un pasado común en algún momento lejano de nuestras vidas…» q cierto es eso para describir estos encuentros…excepto por dos o tres compañeros de Colegio, el resto se pierde con el paso de los años…aunq la verdad si da alegria volver a ver a algunos en este tipo de reuniones… espero con ganas saber si carolina sigue buena!y si esta libre q va a hacer señor??? ojala no sea cierto lo q dicen sus amigos porq a mi traga de colegio si le metireon los 3 hijos…Saludos Andres!
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