Es fácil olvidar que las crisis no son el resultado de un proceso súbito. Son, por el contrario, un desbordamiento, un ejercicio intenso de acumulación. A veces de complicaciones, en otras ocasiones de heridas. Esta es, precisamente, la columna vertebral de la nueva novela de la escritora colombiana Piedad Bonnett: Qué hacer con estos pedazos.

Emilia, la protagonista de esta historia, estalla en fragmentos cuando la remodelación de su cocina evidencia las fracturas de toda una vida. El polvo, el caos y la parálisis del núcleo de la casa iluminan las grietas de lo que llevaba años resquebrajándose. Se trata de una mujer que a sus sesenta y cuatro años mira hacia atrás y descubre, en los cajones de su existencia, un cúmulo de silencios, culpas y frustraciones.

Las fuentes del hallazgo de Emilia son sus vínculos rotos: con el padre, con el esposo, con la hija y con los hermanos. Es una radiografía de las relaciones familiares, en las que la intimidad brilla por su ausencia. La imposibilidad del diálogo acarrea lazos frágiles condenados al mutismo. Los temas vedados, las renuncias y las cicatrices (que circulan de una generación a otra) derivan en violencias domésticas. Algunas de éstas son minúsculas y, por lo tanto, están escondidas bajo la alfombra. Otras son tan grandes que resultan aplastantes en sentido literal.

La novela también evoca una preocupación por la vejez como marco de la historia. En ésta se vislumbran interrogantes crudos sobre el envejecimiento y el peso de la muerte, desde una perspectiva compleja: el padre de Emilia es un hombre enfermo que depende del cuidado de alguien más, al tiempo que ella misma comienza a menguar su ritmo.

El libro -y en general la escritura de Piedad Bonnett- tienen la facultad de identificar lo que carece de nombre al interior de las familias. Hay una profundidad inexorable en las sutilezas de su prosa. Cada detalle refleja el influjo poético de su trayectoria. Es una narración que hace las veces de espejo, incomoda y cuestiona la cotidianidad de los secretos, de los resentimientos, de los ardores de la esfera privada que se volvieron telón de fondo, mucho más después de la pandemia. De hecho, la escritora ha afirmado en varias entrevistas que la COVID-19 le sirvió de contexto para reflejar la exacerbación de los problemas incrustados en las casas.

De todos los títulos posibles, la escritora se decantó por el que acuna la única verdad no enterrada en la familia de la protagonista: la vida está hecha de pedazos. ¿Qué hace uno con ellos?