Estela estalló, como estalló Chile, su país, así que da su testimonio con rabia. Le cuenta a las autoridades todo lo que es importante en su versión del hecho: la muerte de la niña que cuidó por siete años. Advierte que es una historia más compleja y antigua de lo que ella pudo constatar y por eso insiste en la relevancia de las minucias para hablar de los comienzos: ¿qué marca el inicio de los acontecimientos?, ¿dónde y cómo se traza el punto de partida? Un suceso siempre empieza antes de lo visible.
En Limpia, la última novela de la escritora chilena Alia Trabucco, Estela García se defiende, en lo que parece un interrogatorio, con los detalles de lo que vivió en la casa de Los Señores a las afueras de Santiago. Por su posición de trabajadora doméstica es señalada e inculpada, entonces se vale de la ironía en su narración para confrontar los estereotipos de clase social. No le preguntan nada, pero ella relata las formas del trato vertical que se disfraza de generosidad, los secretos de una familia privilegiada y las negociaciones con la niña, Julia, para poder llevar las riendas de la casa. El paso del tiempo en su vida, medido en la utilización de kilos de sal, le cedió demasiado terreno a la rutina en detrimento de la cordura.
De la vida de Julia lo cuenta todo. Estela conoce su talante para reconocer el lugar que le corresponde en la jerarquía del hogar, las manifestaciones de su ansiedad y sus comportamientos de adulta sin equilibrio. Llegó a la casa antes de que la niña naciera y asumió su cuidado, casi por completo, en todas las etapas. De hecho, menciona cómo rozó el terreno de la disputa con la madre por la propiedad de la crianza. Simbólicamente, claro, pues la imposición de la autoridad materna fue el recurso que siempre dirimió la única relación posible entre Estela y la familia: la servil.
Además de narrar las distancias abismales entre ella y sus jefes, Estela habla de sus años en la casa de familia como un retrovisor de la relación con su propia madre: una mujer cálida y supersticiosa que nunca quiso que ella se fuera a trabajar a Santiago. Una piscina, una perra, un asalto y otros elementos les dieron la razón a los presentimientos de su madre, aunque después de la tragedia Estela sabe que su monólogo es solo una formalidad.