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¿Te enteraste del suicidio del arquero alemán?.. «Sí, ¿tenaz no?, podría ser un diálogo introductorio a una de esas conversaciones que generalmente dan un drástico vuelco de un momento a otro cuando uno de quienes participan en el diálogo dice algo como «y a propósito, si se enteraron de lo que pasó hoy en…?» y hasta ahí llegó el interés por lo que pudo llevar a este ser humano a tomar la decisión de acabar con su vida.

El suicidio esta semana de Robert Enke, arquero del Hannover y la selección alemana, a los 32 años , podría pasar a ser una noticia más en la maraña de información que a diario recibimos y que aportan material a esos diálogos alrededor de una cerveza, un café o por «hacer la charla».

Sin embargo y más allá de entrar a analizar efectivamente los motivos que pudo tener el señor Enke para tomar la decisión que tomó, o de si era consciente de lo que estaba haciendo o de lo que rodeaba su vida, incluyendo el hecho que sufría de depresión como enfermedad, lo cual tiene otras connotaciones médicas sobre las cuales opinarán los expertos, este hecho me hace reflexionar sobre un tema particular: ¿realmente era tan éxitoso como lo catalogaban?¿cómo alguien con «miedo agudo al fracaso» era calificado socialmente como exitoso?

Partamos de un punto ¿qué es el éxito hoy en día para nuestra sociedad?¿quién es calificado de exitoso por esa sociedad?. Hay quienes dicen que el poseer dinero, otros que por la posición, otros llegan a señalar que de acuerdo con el grado de influencia que se logre e incluso por los peldaños corporativos que escale. Si quisiéramos, podrían agruparse estas definiciones en cuatro áreas: prosperidad, posición, poder, prestigio y placer.

Sin embargo, ¿podríamos decir que quién triunfe en alguna de esas áreas es exitoso?Por ejemplo, la posición social. Ferdinand e Imelda Marcos de Filipinas tenían una posición prominente en el mundo pero ¿tuvieron éxito?. Todo depende de la definición que le demos y las prioridades que tengamos, porque per se, ninguna de esas cinco «p» es buena ni mala.

Dice Jon Renson, escritor de este tipo de temas, que en investigaciones por él realizadas entre cientos de líderes de alto nivel alrededor del mundo, les preguntó ¿al final de su vida, como sabrá si tuvo éxito? y sin excepción, nunca escuchó declaraciones como «por mi prosperidad, posición, poder , prestigio, placer o cualquier otra área relacionada», sino cosas como «qué fue de mis hijos», «¿habré entablado relaciones profundas y trascendentes?» «¿habré influido positivamente en alguna vida?»

Todo ello, porque existe el miedo a mirar nuestra vida y ver que estamos viviendo «sin vivir» realmente.Y ese vacío, esa sensación, se convierte en un catalizador perfecto para que a pesar de ser «exitosos» acorde con parámetros sociales, internamente se esté tan débil que el punto de quiebre llegue en cualquier momento.

Es importante que cada uno de nosotros edifique y construya su propia definición del éxito, teniendo en cuenta la necesidad de mantener un equilibrio entre todas las áreas de nuestra vida. O, pregunto ¿es más exitoso el empresario que dirige cientos de trabajadores, tiene un sueldo de 7 o más ceros a la derecha, influencia en su círculo empresarial y que comparte con sus hijos y su esposa una hora a la semana y eso si no está de viaje, que el trabajador normal con menos de 6 ceros en su salario, que cumple con un horario de 8 horas y llega a las 6 a su casa todos los días a compartir con su familia?… Depende de la definición de éxito de cada uno de ellos.

A partir de esa definición personal, qué interesante sería comenzar a definir, al igual que se hace con una empresa, la misión y visión de nuestra propia vida, construidas las dos sobre unas bases inquebrantables y sólidas que en ocasiones parece que se dejan relegadas en un rincón: principios y valores. Hágamos el ejercicio y miremos que pasa.

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