Cerrar ciclos es un arte. No un acto impulsivo ni un simple «borrón y cuenta nueva», sino una decisión consciente que requiere coraje, introspección y, sobre todo, amor propio. Cada fin de año, me gusta detenerme y reflexionar sobre lo que llevé conmigo durante los meses anteriores: los triunfos, las derrotas, las lecciones. Pero también me pregunto: ¿Qué de todo eso ya no me sirve? ¿Qué estoy arrastrando por inercia que, lejos de impulsarme, me está frenando?
Cerrar un ciclo no significa olvidar lo que vivimos o renegar de ello. Al contrario, implica honrarlo. Darle las gracias por lo que nos enseñó, por las risas y también por las lágrimas, porque ambas cosas nos formaron. Pero también implica decir: «Esto termina aquí».
Es como leer un buen libro. Puedes disfrutar de cada página, pero tarde o temprano llegas al último capítulo, y forzarte a seguir leyendo el epílogo una y otra vez no cambia la historia. Solo te impide empezar un nuevo libro.
Este proceso no es rápido ni lineal. A veces, cerrar ciclos significa enfrentar conversaciones incómodas, revivir recuerdos que habías tratado de enterrar o incluso aceptar que no obtendremos las respuestas que tanto buscamos. Pero te prometo que la paz que viene después de hacerlo vale cada segundo de incomodidad.
Una de las herramientas que más me ha ayudado en este camino es escribir. Tomo una hoja de papel y, con total honestidad, plasmo lo que siento: el enojo, la tristeza, la gratitud. Luego, dependiendo de cómo lo sienta, a veces quemo esa hoja como un acto simbólico de liberación. Es mi manera de decirle al universo: «Estoy listo para soltar esto». Cuando cierras un ciclo, algo mágico ocurre: te liberas. Y en esa liberación, encuentras energía renovada para comenzar de nuevo.
El inicio de un año es una oportunidad perfecta para hacerlo. No porque el calendario tenga un poder mágico, sino porque nos da un punto de referencia. Nos invita a pensar en lo que queremos dejar atrás y en lo que queremos construir hacia adelante. Te invito a que hagas una lista de tus logros, por pequeños que parezcan. Celebra cada uno de ellos. Luego, identifica aquello que ya no te sirve: relaciones, hábitos, creencias. Y haz un compromiso contigo mismo de dejarlos ir. Recuerda que cerrar ciclos no es una sentencia final, sino un acto de amor. Es decirte a ti mismo que mereces un presente pleno y un futuro brillante. Y cuando lo hagas, cuando finalmente te permitas soltar lo viejo, descubrirás que tienes todo lo que necesitas para crear algo nuevo, algo maravilloso.
Así que, mientras te preparas para este nuevo año, quiero que sepas que no estás solo en este proceso. Todos llevamos mochilas cargadas de historias, pero también todos tenemos el poder de elegir qué seguimos cargando y qué dejamos atrás. Este es tu momento. Atrévete a cerrar ese capítulo y a escribir uno nuevo. Te prometo que valdrá la pena.
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