A una mansión  apartada, inmensa, deshabitada, llegan  los nuevos huéspedes;  Papá,  mamá, y su  par de hijos adolescentes. No se han terminado de instalar cuando,  de repente, se cae un  objeto. Al rato se cae otro. De forma inexplicable,   las cosas se mueven o cambian de lugar. Llega  la noche, y  las luces se prenden y se apagan.  Las puertas se abren  y se cierran… Y cuando a  ninguno de los recién llegados les cabe un susto más, se les aparece un alma en pena,  buuuuu. 
¿Para eso quieren vida eterna? ¿Es tan poco lo que hay que hacer en el más allá, que el único programa es venir a fregarles la vida  a los del más acá?
¿No caerán en la cuenta de que sus continuas apariciones desvalorizan el predio? ¿Acaso  tienen algún tipo de  interés en la mansión? Muy seguramente  suscribieron  un pacto  macabro con algún potencial comprador y lo que realmente pretenden  es disminuir el valor comercial del metro cuadrado.
Debido a su condición de entes etéreos, las almas pueden traspasar puertas,   paredes, ¿por qué entonces no traspasan la puerta que da  la salida a la calle y se van a dar una vuelta? ¿Qué  hacen todos los días ahí  encerradas,  y aburridas?  ¿Por qué  el alma en pena de la mansión olvidada no llama por teléfono al alma en pena  de la casona del barrio antiguo y un sábado cualquiera,  aprovechando que no pagan cover,  se van de rumba?  A propósito,  ¿qué beberán las almas? Porque si la cantidad de licor por ellas ingerida se reduce a ese miserable chorrito que tiramos al piso recién destapamos una botella, están fregadas. Por eso será que al otro día de una noche de juerga nadie se molesta en regar, siquiera,  un par de góticas  de bebida hidratante,  «para el guayabo de las almas».  
Se supone que el ánima que habita  la casona, y que a voluntad modifica su espectro electromagnético  para,  a veces sí, a veces no, ser perceptible  al ojo humano,  es un ánima  en pena. Un tipo de  espíritu que no puede descansar en paz hasta que resuelva  el misterio de su muerte, cobre venganza,  o cualquier otro tipo de asunto que le haya quedado por aquí pendiente.  ¿Y después qué? ¿Se muere ahora sí de veras? ¿Se  irá a esquivar meteoritos y a aletear   por todo  el cosmos?  
Teniendo en cuenta que es una forma de permanecer  por un periodo más de tiempo  en este mundo, en el que, a pesar de las tristezas y desengaños, algunos vivimos lo más de amañados, valdría la pena preguntarse;   ¿a qué  tipo de almas se les concede el privilegio de quedar en estado pena? ¿Ante que entidad superior tendrá  un recién muerto que  tramitar el permiso? 
Desde ya se los aseguro, mi alma no se va a quedar  encerrada esperando a ver si el huésped se mea, se queda tieso, o si se pone verde, azul, o amarillo,   cuando me le aparezca.  Más bien,  paralelo a mi pena, y como una forma de sobrellevarla, iré   a darme un rolis por el  camerino  de un grupo de hermosas porristas, o de tops models, tranquilito, sin ponerme a espantar y amargarle la vida a nadie, solo por ver en que andan. ¿Sentirán mi presencia? ¿Se cubrirán si la notan? Changos. Y si no son ellas,  sino el ente ante el cual tramité el permiso el que me descubre. ¿Cuál será mi castigo? ¿Me bastará con ser amigo de un alma influyente? ¿Me encerrarán en una  mazmorra para almas desobedientes? ¿Cómo harán para que no me les escape? ¿Me azotarán?  ¿Me torturarán? ¿Cuáles serán los métodos más crueles para  torturar almas?  Y si la ley del más allá es bien estricta y de una me  decretan  la pena de muerte. Que vaina. ¿Cómo se mata un alma? ¿Qué pasa con el alma del alma? 
Pasando a otro tipo de  temas más amables: ¿Se ennoviarán la almas? ¿Se enamorarán? Cuando sea incorpóreo, ¿podré tener una sexualidad plena, feliz?, o mi pipí gaseoso me servirá pa tres cosas. Y cuando llegue el día en el que sienta que me asfixia, ¿cómo podré pedirle a mi alma – amante    que respete mí espacio,  si no ocupo ninguno? 
  ¿Qué  figura  tendrá mi espanto? Por lo que he sabido,  el espíritu  es una copia transparente, y a color -eso desde que existe  la TV. a color-,   de la persona en el momento de su  muerte. Como quien dice;  el que muere joven goza de un alma joven.
¿Qué no? Yo he visto en las películas como se aparecen almas jóvenes, almas viejas,  almas niños. A propósito, ¿qué hace un culicagado a medianoche asustando gente? A esa hora debería mas bien de estar acostado durmiendo. Debe ser que,  como los papás de él no han muerto,  y por ende todavía hacen parte del más acá, en el más allá no hay quien lo controle, ni quien le revise si ya hizo las tareas. Bonito así. Por su parte,  las almas de los que mueren  viejos,  ¿irán al asilo de almas?, ¿continuarán eternamente  con sus achaques?  
Por lo general, un alma  en pena siempre se le aparece a su  víctima  cubierta   con un manto,  o con la ropa que tenía puesta la noche en la  que cruelmente murió.   Pero, si a los muertos en el momento en el que les practican la  autopsia les rasgan la ropa,  es decir,  les matan la ropa.   O sea que lo que trae  puesto  no es la ropa,  sino el alma de la ropa.  Durante toda la eternidad, ¿vestirá la misma ropa?, ¿en el más allá existirán almacenes de ropa? ¿Cuál será la última colección otoño-invierno para espantos? ¿Cuál será el diseñador más famoso, el que confecciona los diseños más horribles  y aterradores?
Y como alma tiene la ropa, alma deben de tener también los edificios demolidos, los puentes derrumbados, los carros accidentados, los aviones siniestrados, los amores occisos… Ahora entiendo,  las almas viven en las almas de las casas derrumbadas,  conducen el alma de los carros que fallecieron, junto a sus propietarios,  en sendos accidentes de transito, o, tras una larga agonía, olvidados y abandonados,   en los patios de Álamos o de Fontibón  -¿Hasta qué horas estará abierto el concesionario de almas? ¿Valdrá  más el alma de un Ferrari que el alma de un topolino?-,   transitan   por el alma de los caminos, se comunican  por el alma de los celulares muertos, a través de las líneas aquí inactivas, se bañan  en el alma de los ríos muertos, como el río Bogotá. A propósito de este río, ¿apestará su alma?  
¿Que idioma hablarán las  almas?  ¿Aprovecharán la vida eterna para aprender, ahora sí,  un segundo idioma?  ¿Qué comen? ¿El alma de la comida que,  con nuestros dientes,  y con todo el gusto, a diario asesinamos?  A todas estas,  ¿se les verá lo que comen?