Hace un par de años, todos los empleados de la empresa fuimos objeto de un fuerte llamado de atención por parte de doña Aura, su gerente. Durante la diatriba nos calificó de incompetentes, e irresponsables. En el cenit de la cólera, amenazó, incluso, con sancionarnos y reducirnos a todos el sueldo. De repente, también visiblemente exaltado, un compañero pidió la palabra y, de pie, le reclamó: «Un momento doña Aura, está bien que exprese sus puntos de vista, pero lo que no está bien es que generalice». «¡Sí!, ¿por qué tiene que generalizar? ¡Sancione solo a los responsables! ¿Por qué tenemos que pagar todos por unos pocos?», alegamos absolutamente todos.
Meses mas tarde, cuando la situación de la compañía mejoró, las ventas se «dispararon», nos reunió de nuevo a todos, esta vez, como era obvio, para felicitarnos, para decirnos que éramos todos unos nenes preciosos, divinos, cocha hermosa, carajo, y que la empresa era lo que era gracias al trabajo mancomunado y desinteresado de todos y cada uno de nosotros. En medio de la euforia propuso paseo y bonificaciones en efectivo. Un momento Doña Aura, – la interrumpió un compañero- está bien que exprese su satisfacción, pero lo que no está bien es que generalice. No todos en esta empresa somos unos nenes divinos, como usted dice. Aquí laboran personas responsables, eso nadie lo niega, pero, por si no se ha dado cuenta, también lo hacemos una patota de holgazanes, y buenos para nada. Por último, permítame hacer la siguiente claridad, es vox populi que las ventas se incrementaron gracias, única y exclusivamente, al trabajo de los colegas del área de mercadeo, por lo tanto, propongo que sean ellos los únicos que paseen y reciban la remuneración extra, ¿sí, o no, compañeros? – ¡Sí! ¡Que paseen solos!, ¡que les suban el sueldo a ellos solos! – Gritamos todos – ¿Por qué tenemos que gozar y pasarla bueno todos por culpa de unos pocos? – Alegamos todos…
El día en el que, en cualquier espacio, este último aparte de ficción -escrito en letra cursiva- se convierta en realidad, cobrará verdadero sentido el reclamo: No generalicen, de lo contrario, a lo único que apunta es a que me excluyan a mi, y a no sé cuantos, ni quienes otros más, del grupo de los que cometió un error.
Los habitantes de una determinada región del país son todos echaos pa` lante, eso nadie lo pone en duda. Todos son flojos, un momento, eso es generalizar, y no es bueno generalizar, bajo ninguna circunstancia.
Decir que los colombianos, todos, somos unos berracos, honestos y emprendedores, eso es verdad. Que somos violentos, eso es generalizar.
No se puede estigmatizar, ni catalogar como pésima una institución si uno de sus elementos fracasa, pero sí se puede condecorar y calificar como excelente si uno de ellos sobresale. Un acto de corrupción es un hecho aislado, accidental, un acierto es producto de una política premeditada. La responsabilidad en un error es individual, el mérito es colectivo.
Si el niño es un genio, o llega a ser un deportista exitoso, «así somos todos en la familia». «Lo que se hereda no se hurta». «Lo que se enseña en casa jamás se olvida». «Todo fue gracias a la disciplina con la que se formó en el hogar, al buen ejemplo de nosotros sus padres, y a los valores inculcados desde el seno materno». Pero si va y la embarra o termina metido en problemas, ahí sí la culpa fue de las malas amistades, «no es justo estigmatizar a toda una familia»… ¿Un solo mocoso malcriado, esa mala amistad que siempre carga con la culpa, llegó a la vida del joven y echó por la borda la férrea disciplina y todo lo aprendido en el seno materno? ¿Así de frágil e inconsistente era la teta pedagógica?
«Los Buenos somos mas, los malos son unos pocos», otra premisa que complementa la filosofía del yo no fui, del yo no tengo la culpa. Incluso, es tal el afán que tenemos de excluirnos del grupo de quienes cometen un error, que en el momento de criticar o señalar una falta llegamos hasta el punto de renunciar a nuestra condición, y a nombre de una criatura aún no identificada nos referimos en tercera persona a la especie que hasta hace unos segundos era la nuestra; la gente. «Es que la gente sí es cochina», «es que la gente sí es maleducada». Sobra aclarar que la transmutación no es definitiva, basta que se trate de reconocer virtudes para que mutemos de nuevo.