El pueblo ya está ronco, cansado de tanto quejarse y de reclamar justicia en contra de los corruptos. «La justicia en este país no sirve», «es cochina», «aquí solo hay justicia para los de ruana». «A estos pícaros, ¿por qué la ley no los inhabilita para ejercer cargos de elección popular?»
Pero de lo que no nos hemos cansado es de quedarnos aplastados y con los brazos cruzados. Por lo menos la justicia les abre procesos, los manda a bregar con abogados, a veces incluso se pone ruda, implacable, y les da hasta un mes de mansión por cárcel, pero, y en lo que a nosotros concierne, ¿hay verdadero rechazo para este tipo de conductas?, ¿aislamiento para quien las comete?, ¿en dónde está la condena social?
En fin, se acabaron las excusas, llegó la hora de tomarnos la justicia por nuestras propias manos y, en donde más les duele, vamos a darles su merecido entre todos nosotros, el pueblo.
Primer Paso: Tenemos memoria
El pueblo no olvida, por eso, al político que prometió, prometió, y a la final no cumplió ni años, a la próxima que se vuelva a lanzar, castiguémoslo con cero votos. Listo, noqueado. Fuera de combate. Otra dosis de la misma medicina vamos a darle al que durante su administración robó dinero del erario público.
Y dentro de cuatro años, cuando los muy sinvergüenzas regresen, que no vaya nadie del barrio a oírles su verborrea. Y así se nos haga agua la boca del antojo, dejémosles la lechona servida.
Segundo paso: Esta sociedad no está en venta
Si un día cualquiera, un caballero de estos, buscando réditos políticos, intenta sobornarnos con un puesto de trabajo, tres, cuatro, millones de pesos de salario, así nos arda hasta lo indecible, no se lo aceptamos. Ante todo, tenemos que ser consecuentes, las «palancas» políticas no pueden ser lo peor cuando de otros se trata, y la última maravilla cuando fui yo el que, gracias a Dios, y a ese señor tan formal, quedé lo más de bien ubicado.
Un mafioso se «enamora» de nuestra humilde vivienda y nos ofrece diez veces su valor comercial, nanay cucas, no se la vendemos.
«Uy brother, pero ahí sí se puso como pesado, con esta necesidad…» Ese mismo razonamiento debió de haberlo hecho también la juez, el juez, y en general esa justicia de la que tanto renegamos. Y no vamos nosotros a hacer lo mismo, ¿o me equivoco? O es que ya lo hemos venido haciendo y no nos acordamos.
Ah bueno, sigamos. «El que tiene el poder marranea». Vamos a demostrarles cuán equivocados están. «No importa como se consiga, el dinero lo compra todo». Eso lo dicen porque desconocen lo intransigentes que podemos llegar a ser con el dinero mal habido.
Tercer paso: A impedir que ese dinero hediondo circule
«Que pena caballero corrupto, pero en nuestra base de datos ETICA figura que usted fue encontrado culpable por enriquecimiento ilícito. Por lo tanto, y así cuente con los mil quinientos millones de pesos en efectivo, no puede adquirir una vivienda en este exclusivo sector… No es por que nadie se entere, es más, estamos seguros de que nadie se va a enterar, pero, créanos señor, ese no es el punto. Que tenga un buen día».
«Alto ahí mafioso, no puede ingresar. No nos importa que se venga a farrear dos millones de pesos en whiskey, pasantes y maní salado, ¿le va a dejar una propina de cien mil pesos a cada mesero? Sueñe que uno de nuestros honorables meseros se los va a recibir, a sabiendas de que ese dinero proviene del tráfico de sustancias ilícitas. A propósito, noto que viene usted solo, o bueno, acompañado por sólo antenas, veo que las compañeras prepago ya se sumaron a nuestra causa». ¡Bien por ellas!
«Mi ética profesional no me permite defenderlo. Que no señor, entienda, no insista. Sí, ya me dijo lo de los cincuenta millones de pesos mensuales en honorarios. ¿Qué trae en ese maletín? No lo vaya a abrir… No lo saque, no, guarde, guarde todos esos billetes, no me los muestre, no me ventee la cara con ese fajo de dinero sucio, cochino, repugnante. Guacala, que asco, no me los meta entre la jgetpuaj! Sfffpt».
«Ey, tu, mono, el que cuida los carros, si yo, el de la camioneta BMW último modelo, ven y me le echas un ojito a la nave. ¡Oye! No te vayas, mono, toma estos diez mil pesos, ¿veinte mil?, ¿Treinta mil? ¿Un Jorge Isaac?… No me dejes hablando solo, mono, monoo, monooooooo».
Cuarto paso: Listo
«¡Dios mío!», imploraría de rodillas, y mirando al cielo, el hombre después del desplante del mono. «¡La justicia social ha caído con todo el peso sobre mí! ¡Oh! ¡No! ¡Que paliza social la que acaban de darme! ¡Es cierto! No vale la pena ser corrupto. ¿De qué sirve tener tanto dinero si nadie lo quiere? ¡Qué tiempos aquellos cuando todo el mundo tenía su precio! ¿Qué hago? ¡Qué implacable es la justicia social!». Y entonces, al hombre no le quedaría otra opción que ponerse a trabajar honrada y humildemente para ganarse la vida, y mientras ese día llega, yo mejor me voy a tomar algo para esta fiebre, a ver si dejo de delirar.