«Tanto amó Dios al mundo que envió a su único hijo para salvarlo». «Montado sobre el lomo de su caballo, el libertador Simón…» Tal vez sea el hecho de haber crecido escuchando tanta historia redentora, o de pasar el grueso de nuestra infancia viendo comics, total, arrimamos a viejos y no desechamos la idea del superhéroe que va a venir a salvarnos.
Pasa en el amor
«¿Cuándo será que va a llegar el hombre de mi vida, mi príncipe azul?» «Necesito una mujer que me valore». «Una heroína que me rescate de esta soledad, que venga ya y me quite esta maldita tusa».
Pasa en la política
«Estas elecciones son cruciales, porque debemos elegir a la persona que va a venir a dar solución a los problemas que nos aquejan…»
Y llevamos 150 años en esas, esperando al presidente que nos va a sacar de la olla. Anhelando que en lo más alto de la montaña, muy cerca del cielo, con una enorme luna de fondo, y su capa a merced del viento que siempre le pega de frente, en el momento más crítico, se aparezca nuestro centella, y empiece a carcajearse de la pobreza, del desempleo, de la corrupción, de la violencia, de la inseguridad… Y a las tres horas, cuando por fin haya terminado de reírse, arranque en su moto y se venga en pura a acabarlos, ante nuestros ojos maravillados. -Bueno, eso sino termina antes llorando de ver tanta miseria e injusticia junta-.
Los problemas de vieja data de un país representados en un malo – guerrilla, narcotráfico, presidente del país vecino, o como quiera que se llame-, al que el bueno vence en un feroz y único combate.
Años y años a la espera del líder carismático que traiga entre sus manos la idea brillante, el cabezazo que a nadie nunca antes se la había ocurrido.
Es mucho mejor casarse con la idea del mago y su varita mágica que resignarse y admitir que los problemas de un país están amarrados a siglos de historia, a una realidad económica, por mencionar tan solo un par, de un sinfín factores que no se modifican de la noche a la mañana. Rara vez la generación que se abre paso a través de la oscuridad de un país en tinieblas es la misma que a la postre se deslumbra con el brillo de su gloria.
Tal vez sea ese el mayor éxito de un sistema de gobierno llamado democracia, hacernos creer que las soluciones a los problemas sobrevienen con el cambio de gobierno. Generar la ilusión, renovarla cada cuatro años. Esperen tantico que ahora sí viene el que es. El que va darle a esto un «Giro Radical». «Un cambio total» «Llegó el momento». «Ahora sí esto se puso bueno».
En el fútbol
Hubo desconcentración, el otro equipo jugó mejor, sus jugadores llegaron en un nivel superior, estaban inspirados, la suerte estuvo de su lado, el técnico erró en el esquema, o era el correcto pero los jugadores no le rindieron, un simple descuido… Ningún argumento nos parece convincente. La razón que nos encanta es mucho más sencilla y concreta: Faltó el tigre. Hubo problemas en la marca, el tigre hubiera marcado, hubo problemas de gol, el tigre la hubiera metido. Los goles en contra fueron errores del arquero, el hombre hubiera tapado, no ve que el tigre está volando. Y ni hablar de sus reflejos, los envidia hasta el mismísimo león.
«Los problemas de la selección Colombia de fútbol se solucionan contratando a un técnico extranjero», no es más lo que hace falta, punto. Con él no van a haber malos resultados, altibajos en el rendimiento, roscas, actos de indisciplina, injerencias indebidas por parte de los directivos, problemas de gol, ataques de la prensa. Bajo su mando a los jugadores no les va a afectar el frío, ni el calor, ni la altura…
«A los colombianos nos falta mentalidad ganadora», con el técnico extranjero vamos a sentir que tenemos el mejor fútbol del mundo. «Los jugadores no sudan la camiseta», cuando termine el primer partido bajo la batuta del mesías, va a parecer que nuestros 11 representantes vinieran de haber estado hora y media zambullidos en el mar.