Sábado en la tarde, la charla  con su grupo de amigos no va para ningún lado y la pregunta: » ¿qué hacemos?», ya se ha planteado más de veinte  veces. No lo dude, no es usted el único, todos están secos y no ven la hora de empezar  a empinar el codo. Así que tranquilo, espere a que otro lo proponga…   Más  temprano que tarde alguien del grupo lo hará. Calmado.
– Disimule la sed, «anhelo compartir un rato ameno con ustedes, mi  grupo de amigos», ese es el discurso, un goterero debe ser ante todo un tipo amigable, dicharachero, y entralón,  compórtese  como tal  y encubra de esa forma  el hecho de que a toda hora está   que se bebe.
– Cuando suceda lo inevitable «¿Qué  les parece si nos compramos alguito  para la sed?» Ahora sí,  tome  la palabra, ofrézcase ir a comprar el trago y  encárguese  de «hacer la vaca». Generalmente  esa es la persona que menos dinero pone, es más, casi siempre  ni pone.
 «Una cerveza y no más « Acaban de pronunciarse las palabras mágicas, el génesis,  versículo primero  de toda gran borrachera.  Usted más que nadie sabe que eso va para largo y que las probabilidades   de que termine tirando paso en un burdel, botado sobre un andén, en una estación de policía,  o en brazos de alguna desconocida, son infinitas.
 Gaste la primera tanda. Hágase sentir. Pídala duro para que todos los de la mesa lo vean. ¡Don Samuel, seis polas para esta mesa!, ¡heladas! Esta ronda es  clave, más adelante, cuando todos estén  llevados,  nadie se va a dar cuenta quien es el que está gastando, y  por ende,  quien es  el granuja que está gorreando.
– Sonría todo el tiempo. Aplauda para que el tendero acuda pronta y cortésmente. Evoque  borracheras apoteósicas, rememore las cagadas que bajo el efecto de esta sustancia cada uno de los ahí presentes haya cometido,  por muy  insignificantes que hayan sido, no deje a ninguno por fuera de la antología. Endúlceles el oído recordándoles cuán  alcohólicos son,  frótese  las manos cuando el barman llegue con las botellas llenas y las ponga sobre la mesa…  usted debe ser el que los integre, el alma de la fiesta.
– Retomando el numeral anterior, con mesura,  mucho ojo con traspasar la delgada línea e ir a ponerse cansón. Tampoco  vaya a empezar  a abrazar y a besuquear a todo el que se encuentre.  Bájele, bájele  a la cacorriadera. Varoncito.  ¿qué fue lo que se le aflojó mijo, qué fue lo que se me le desenroscó por allá?
– De vuelta al polo opuesto, no hable jamás de la cantidad, y la calidad,  de  viejas que  se ha tirado, así sea verdad, ese es un tema vetado. Incredulidad o envidia, es todo lo que va a lograr despertar. 
– Coma algo antes, beba mucha agua… Pero que no sea usted el primero en emborracharse y empezar a dar boleta. Hasta donde le sea posible, guarde la compostura. Aprenda a pilotear los tragos.  Hable pasito. No repita tanto. No le lleve la contraria a nadie, ni se enfrasque en discusiones que no lo van a llevar a ningún lado. Comprendemos su desespero por beber hasta embrutecerse, pero al mismo ritmo de todos, deje el acelere.
– Tenga su buen repertorio de chistes y renuévelos constantemente. El buen humor,  un punto esencial. Cuente vainas buenas, que los hagan carcajear, recuerde que el único que tiene derecho a contar huesos es el man que gasta. Y usted, ríase a  pierna suelta de todos sus apuntes, que más da que sean flojos.
–  Si se saluda con niñas lindas no sea garoso ni acaparador, comparta,  no las tape, no les haga sombra, presente. Le quedaran eternamente agradecidos  y lo invitarán a cuanta bebeta tengan. Recuerde; el que come solo…   
–  «Le voy a decir esto  y no es porque me esté tomando mis tragos» Si usted acaba de pronunciar estas  palabras es porque ya está ebrio,  no se lo niegue, pero tampoco se alarme, simplemente, en la juega. Si alguien le dice a usted que está borracho y que la está cagando, créale. El trago cumple con su deber.  No se olvide jamás de esto.
– Si algún día llega a tener billete patrocínele una «perra»  a todos sus compinches, se van a sentir  en deuda con usted.  Si la inversión no rinde intereses, cambie de compadres. Con un goterero en el grupo basta y sobra.
– Pagar lo que le fían, tan elemental como sagrado. Hacerlo antes de que le  cobren.
– Apréndase el nombre de todos los jugadores de fútbol. Hablé bien de todos los equipos y no se eche de enemigo a nadie. Recuerde,  todo buen Gorrero debe saber de fútbol. Borrachos todos somos técnicos. Hable del tema como una persona normal. Esférica,  cancerbero,  referenciar, recular…  todos esos  adornos lingüísticos déjelos para  los comentaristas deportivos y su  complejo de superioridad.
– No monte  espectáculo, ni le meta la mano a nadie. En caso de que se arme,   no  falta, no tome partido.  Apártelos,  si insisten,  déjelos que se peguen. Usted no se meta.
– Nunca le bote los perros  a las novias de sus amigos. Respete lo ajeno. Si coge fama de gusano ahí sí es que…mejor dicho.  Siguiente punto.
– Si su amigo le ofrece quedarse  en su casa a dormir la borrachera y es usted de los que ronca,  lo más sensato es que pida un taxi y se largue, no les va a  hacer  pasar una mala noche. Si al  acostarse a dormir piensa que  es el centro del universo,  porque todo gira a su alrededor, no se vaya a foquear, fijo se guasquea.  Baje una pierna del sofá en donde lo acomodaron, la que quiera,  esto funciona como un excelente polo a tierra. Al otro día abrase temprano, no se vaya a  levantar a pedir desayuno, mucho menos se ponga a hacer locha o  a ver televisión. La posada es mientras llega la madrugada,  ni un minuto más.
– Si el marrano del grupo, el que siempre gasta,  cae en coma profundo de la pea tan brava que se pegó, usted  es el llamado a cuidarlo y llevarlo hasta la casa,  sano y salvo. ¡Epa! ¡Saque sus manos de allá!, ¡no lo esculque!, ¡eso no se hace!  
–  Ninguna duda,  no hay  porcino más gordo que un man  despechado, una vez amarrado el marrano ni puel berraco  lo suelte,  ¿y si agarra a berrear? Hágale usted también,  berree, quéjese, maldiga, ría con él,  llévele la cuerda en todo.         ÉL:  Buaa, el amor no existe.       USTED:     Toda la razón, no existe,  -péguele un puño a la mesa-   no existe, pida la otra, (ni siquiera  lo haga caer en la cuenta de la contradicción tan grande de todo despechado, decir que no existe y al mismo tiempo estar llorando por amor).       ÉL: Las viejas son unas perras desagradecidas.      USTED: Usted lo ha dicho, hermano, pida la otra.        ÉL: Tomémonos  otra»,      USTED: Uff, casi que no.       ÉL:  ¿Qué dijo?   USTED: Nada, que, que,   que hijuemadre, tomémonos la otra. Tenía que ir a hacer una vuelta urgente,  pero primero el trago, digo,  los amigos.

– Una última recomendación: Si la embarra feo, usted no se acuerda de nada.