No vamos ni en la mitad de las eliminatorias y ya empezamos con las cuentas mediocres, los prejuicios, y el culillo de siempre.
Puntos de local, puntos de visitante
Cada cuatro años la misma terapia; técnicos, ex jugadores, comentaristas, hinchas, y hasta los que proclaman a voz en cuello que el principal problema de la selección es la falta de mentalidad ganadora, empiezan: «La idea es ganar un punto en estos dos partidos como visitantes, si empatamos el primero y perdemos el segundo podemos darnos por bien servidos. Los que si estamos obligados a ganar son los tres puntos de locales contra Ecuador, Bolivia, Perú, y Venezuela».
Si las matemáticas no me fallan, un equipo cuenta con un 33.3, tres, tres, por ciento de probabilidades de ganar; 33.3, tres, tres, por ciento de probabilidades de empatar; y 33.3, tres, tres, por ciento de probabilidades de perder. Un combinado que sale a defenderse eleva de entrada las probabilidades de perder a 50, y reduce las de ganar a 0. «No, porque jugamos al contragolpe, y ahí si es que los cogemos y tome…» ¿Cuál contragolpe?, ¿cuáles los cogemos y tome?, tome es que nos la hunden integra, siempre que salimos a defender terminamos o goleados o metidos debajo de los palos, sacando balones de la raya y empatando de chepa, y entonces nos regocijamos concluyendo: ¡aguantamos!, ¡se sacó el punto!
«Por historia, el rango para lograr la clasificación ha estado entre los 24 y los 27 puntos, entonces, si sacamos unos 7 puntos de visitantes y fijo ganamos los partidos de local contra Ecuador, Bolivia, Perú, y Venezuela, podemos aspirar al repechaje, todo, claro está, si el ítem gol de diferencia nos ayuda, por eso que hay que rogar a Dios para que Argentina y Brasil no nos ganen por mucho. Ya inmersos en el proceso de repechaje, el partido de ida podemos perderlo hasta por dos goles y quedar con un margen de diferencia que nos permita remontar de locales e irnos a los penaltis…». Así o con mentalidad más campeona.
Al carajo con tanta holgazanería, un partido se sale a ganar y punto. Jamás he escuchado que Brasil y Argentina, nuestros eternos referentes, renuncien a ganar uno, sea de la índole que sea. No que los idolatramos tanto, emulémoslos en su grandeza, esos manes no plantean una táctica para enfrentar a los países de la «Gran Colombia» – que para despreciarnos mutuamente somos inmensos-, y otra diferente para enfrentar a Perú, Bolivia, Chile, Holanda, Italia, Uruguay, o al que sea. Su única táctica es atacar. «…Por eso fue que Brasil perdió contra Italia en el 82», «… por eso fue que en la última copa América…» Por eso es que lleva cinco campeonatos mundiales.
La casa de la selección
«Que se tengan de atrás nuestros rivales, el calor de la arenosa los va a sancochar», «nada de eso – refutan los otros- por estadísticas está comprobado que no hay como la capital, los equipos de afuera no ven media en la altura». «La idea consiste en tener el balón durante todo el primer tiempo, y en el segundo, cuando la altura los empiece a afectar, atacarlos, hacerles daño, aunque todo depende, claro está, de que podamos contar con unos niveles de humedad, y una presión atmosférica…
Desenlace final: Adivinen quienes fueron los que terminaron sancochados, con la lengua afuera, y pidiendo tiempo. Adivinen quienes, a la hora del té, no vieron media.
¿Por qué no dejamos de considerar tan variable absurda?, estamos igual a los Bolivianos, su único argumento es la altura de la Paz, y salimos a intentar ganar sea en donde sea, y contra quien sea. ¿Y si perdemos? Es que acaso existe alguna forma de erradicar esa posibilidad. Pero al menos hacerlo con dignidad, con las botas puestas.
Rivales directos
¿Todavía con esa lora?, qué rivales directos ni que ocho cuartos. Rivales directos somos todos de todos, o sino que no hagan eliminatorias, qué sentido tienen jugar contra equipos contra los de entrada damos por hecho que vamos a perder.
«…Que se vayan Brasil y Argentina»
«Que Brasil le gane a Ecuador y a Bolivia, y que Argentina haga lo propio con Perú y Venezuela, para que de una buena vez se alejen en la tabla y se relajen, se la tomen suave, y no nos ataquen mucho, porque o sino que miedo, además la idea es que Ecuador, Bolivia, Perú y Venezuela -nuestros «célebres» rivales directos- no sumen. Lo de «celebres» lo digo, no por malos, sino por acomplejados, igualitos a… mejor no digo nada. Pensar en lucharle una casilla a Brasil o a Argentina, ni de riesgos.
De seguir las cosas así, propongo que estos dos equipos no jueguen más las eliminatorias, regidos por el nuevo numeral 1.2. Color de la camiseta, que clasifiquen de forma directa a todas las ediciones. Por una competencia digna, en donde los equipos salgan a dejarlo todo en el campo de juego, tres cupos para Suramérica y listo. ¿Para qué cinco, si ya dos tienen dueño?
50 años de eliminatorias, todos los países con ligas profesionales y aún salimos a enfrentarlos cagados del susto, porque eso es, puro y físico culillo.
Evidencia clara de ello, la diferencia en el dominio del balón. El mismo jugador habilidoso -porque en este país hay talento, y harto- que «se baila» a un humano que porta la vinotinto de Venezuela, se vuelve un ocho y se le hace achí, cuando el humano al que tiene que eludir viste la verdeamarela -¿por qué no la llamamos la selección de brasil? Desde calificativos como este o la pentacampeona empieza el miedo-. He expuesto esta inquietud ante muchos contertulios y siempre todos me han preguntado exactamente lo mismo; que si soy un idiota. No es lo mismo sacarse a un venezolano – me refutan- que a un brasileño. Pero es que ni pararla – les contradigo-, ni un pase bien hecho cuando juegan contra ellos, o ¿es que es más fácil parar un balón bien frente a un boliviano que frente a un brasileño?, pregunto.
Como me gustaría algún día poder realizar el siguiente experimento: antes de enfrentarlos, sin que nadie se dé cuenta, y partiendo del absurdo que no los reconozcan, que Venezolanos y Brasileños intercambien camisetas. Se acordaran de mí, la abuela si no salen nuestros jugadores a gambetear y a arrasar a los «chamos», y tullidos del miedo a enfrentar a los «cariocas».
De continuar con esta óptica conformista y mediocre, valdría la pena preguntarnos ¿qué demonios vamos a ir a hacer a un mundial, si allá van a estar los alemanes, los italianos, los ingleses, y todos esos equipos que nuestro complejo a lo máximo que nos permite aspirar es a perder por poquito, máxime a empatarles, a «hacer un papel digno»? ¿Un papel digno?, ¿es que somos indignos de ellos?, ¿es indigno ganarles?
Oiga, ¿por qué Arial Narrow 18 para los ingleses, y no más Arial Narrow 14 para los brasileños, si los últimos han ganado más mundiales? Respuesta: Porque son europeos, y por ese simple hecho los vemos así, gigantes.
Espere, no me desconcentre, ¿qué vamos a ir a hacer a un lugar en donde la eliminación es directa, y no van a estar nuestros tales rivales directos, no hay partidos de local, y a todos hay que a jugarles de tú a tú…? Ya sé, vamos a ir a aprender, se me olvidaba.