El  valehuevismo o «cógela suave» es una corriente ideológica  que desde tiempos inmemorables ha propendido porque, quienes la profesan,   puedan actuar con la desfachatez y el  descaro  que a bien les parezca, siempre anteponiendo el beneficio propio, y sin importar en qué medida  incomodan o afectan a los demás.

«Mi hijo está en una edad en la que todo le vale huevo, el bendito  no quiere hacer  nada en la casa, no quiere estudiar…» Error,   a su hijo no le vale huevo todo, le vale huevo el colegio, le valen huevo ustedes,  los oficios  de la casa, pero no le valen huevo sus amigos,  el internet, el traguito, las hembritas, y el relajo. El valehuevismo es selectivo.

De esa aparente despreocupación que la sociedad les atribuye, y ellos muy hábilmente reclaman para sí, se deriva una de las principales características de los  «cógela suave»,  el  concepto excesivamente positivo e idealizado que tienen de sí mismos. Se juran los más bacanes, despreocupados, los que  no le ponen tiza a nada. Pero que va, la gente descomplicada escasea, lo que sí abundan son  un poco de conchudos que viven en función de  su propio bienestar y les vale tripa de pollo lo que pase con los demás.

«Todo bien, relajado»,  le dice el sinvergüenza, que a la dos de la mañana está armando severo relajo,  a su vecino del  piso de abajo cuando este  sube a reclamarle  por el volumen de la música,  y los gritos de los borrachos.  Pregunta:   ¿Se relajaría  él si  se les acaba el trago?, ¿si se va la luz? Obvio que no.  Si así  fuera  hace rato ya que  se hubiera  echado a dormir.

Pero no, ahí está, con unas ganas inaguantables de chupar,  intentando convencer a hombre sensato que intenta dormir  que le permita, a él y a su patota,  seguir con la juerga. Nadie está dispuesto a ceder, no obstante,  como ha sido la costumbre por generaciones, «relax»  se  adelanta a hombre sensato que intenta dormir y pronuncia él primero la expresión;  «todo bien, relajado», lo que a buen cristiano traduce:  déjame a mi seguir con la rumba, mientras tú te desvelas ¿te parece?

 Ese «todo bien, relajado»,  no es una invitación a encontrar un punto  neutro, ¿qué te conviene?, ¿qué me conviene?,  ¿hasta qué punto te afecta lo que hago, hasta qué punto me afecta lo que haces?, ¿hasta dónde estás/estoy dispuesto a ceder?, sino una   invitación a que sea usted el tiesto de poner. El que resista, se sacrifique. Pronunciar de primero la tristemente célebre frasecita,  reporta, a quien lo hace,  ventaja argumentativa. Yo soy el bacán, tú el amargado, por consiguiente,  cede tú, lleva del bulto tú.

«Todo bien, parcero, relajado»,  exclama el joven que  le implora al conductor del bus que lo lleve por  mil pesos, «colabóreme», «en la buena», «energía»… todo el léxico de la socialbacanería -como diría nuestro querido ex mandatario – pronunciado en aras de lograr su cometido… «Señor, aquí faltan 50 pesos de vueltas»,  es, por el contrario,  su reclamo  si cancela completo y al conductor se le «olvida» devolverle así sean 50 pesitos, ¿se fijan que no es tan relajado?… Laxitud en el precio del pasaje cuando es pa mi lado, exactitud cuando el señor conductor se  «equivoca» para el lado del señor conductor. 

Todo bien,  relajado, le dice el montador  de la clase  a su víctima cuando este le advierte,  con la sangre hirviendo, que lo pare de joder, que no se meta más con él. Cógela suave,  insiste  el valehuevista, Traducción: Permite que yo me  divierta menospreciándote y poniéndote en  ridículo delante de  toda esta gente.

Todo bien, relajado, exclama el descarado   que gusta de  gusanearle   la novia a sus amigos,  cuando alguno de ellos lo coge husmeando dentro de sus linderos, invadiendo sus predios.  Otro  de   sus errores,  sobredimensionar el poder de sus palabras, ¿qué pretende que el otro le conteste?; excelente, gracias a tu consejo me  relajé,  y he decidido que puedes seguir cayéndole fresco, botándole los perros tranquilo. Ojalá y te salgan las cosas con mi novia.

 
Como pueden ver,   el valehuevismo no rige en ambos sentidos, cuando se es víctima, cuando se es victimario,  sino que es un embeleco  proferido por un poco de cachazas y sinvergüenzas   que obran por conveniencia. Soy valehuevista cuando   se trata de la hembrita  de otro, cuando soy yo el que gusanea, el que  monta los cuernos, pero ¡ay!  de que yo sea el afectado, ¡ay! de que  alguien se meta  con lo mío. …porque ahí sí  la cosa es a otro precio.