¿Cómo será la vida sexual procurador?, es una pregunta que algunos nos hacemos. Inevitable no intentar imaginar cómo sorteará esas lides la persona más devota del país. Hago uso del mismo derecho del cual se ha valido para, con sus opiniones, meterse en la cama de todos los colombianos, para suponer:
Que si por él fuera, regalaría cinturones de castidad en las entradas de las universidades, luego, se «desaparecerían» todos los cerrajeros del país. Fijaría por decreto la castración química obligatoria. Ofrecería continúas alocuciones televisadas, en donde se la viviría hablando de la ira de Dios, y de la posibilidad de que ardamos en el infierno si seguimos en este zafarrancho, y esa falta de valores.
Volverían las misas en latín, durante algunos apartes de la liturgia se haría presente, le arrebataría el micrófono al cura y empezaría, él personalmente, a regañarnos en lenguas. En todas las casas se diría fornicar, lujuria, incauto, disoluto, pecado, y alabare.
Entrando ya en el tema que nos convoca, el desempeño del Procu en la cama, lo visualizo más bien parco, retraído, el temor al castigo divino debe hacer de él un amante cauteloso, y tardo en el movimiento… Razón por la cual me uno a los que piensan que el procurador debe ser un mal polvo. Zapatero a tus zapatos y lo del tipo es echar camándula, objetar decisiones inmorales, buscar la reelección y presentar nulidades.
No creo que nadie de un peso por una noche de pasión con el procurador. Se lo imaginan casto, pudoroso… El señor que vende coco con melcocha, el chofer de buseta, el vendedor de bon ice… Todos se deben sentir mejores amantes que él.
Evangelizador, psicorígido como ha demostrado ser, se debe echar la bendición y encomendar a Dios antes de cada coito. Debe ser de los que se quitan la ropa y la dejan ordenada, perfectamente dispuesta sobre un mueble. Las medias dentro de los zapatos. Muy seguramente sus últimas prendas sean unos calzoncillos hasta la rodilla y un esquelético blanco con el que duerme y del que nunca, ni en pleno ajetreo, se despoja. Debajo de las cobijas y con la luz apagada.
Cuadriculado y estricto, en su cama debe reinar la monotonía, siempre lo mismo, incluso, y extraño no sería, que hubiera diseñado un cronograma de actividades y un programa a seguir; primero, besos apasionados, segundo, quitada de ropa, tercero, acto – a lo sumo un misionero-, cuarto, marcha final. Hoy nos toca, debe decirle con la mayor solemnidad, una vez terminada la cena, y en voz baja, a su señora.
A cada rato le debe pedir perdón a Dios por ser tan lujurioso – un coito cada seis meses- y por ofenderlo con una que otra erección, las que lo asaltan en la oficina, en alguna reunión, o durante la diligencia de una de las tantas nulidades que a diario presenta. ¡Ups!, otra vez lo tengo mirando hacia al cielo. Porque a ese dios todopoderoso y Santo que no tiene problema con las elecciones, reelecciones y con cualquier otra muestra de apego al poder, sí le molesta que le apunten.
Pero alguien se ha atrevido a suponer… Qué tal que no sea así, que ese tan sólo sea el rol que, en aras del pluralismo y la inclusión, le hayan asignado. ¡Aquí todos tienen cabida! Venga acá, usted, sí usted, el de la cara de gruñón, y hace las veces de ñoño y puritano. Y ¿por qué yo?, si tengo muy buen sentido del humor, soy fogoso, ardiente y… sí, pero tiene cara de man rabón, y anticuado.
¿Ah? Qué tal que sea únicamente eso, una máscara, y que en la cama sea dinamita, todo un procurador, que a todas las que han tenido el honor de compartir sabanas con él las haya puesto a invocar a Dios, ¡Oh! ¡My God!, ¡Yeah! ¡Procurador!, delirar de pasión. Que le encante innovar, las cosas sucias, blasfeme, grite obscenidades. Ningún esquelético blanco que siempre se deja puesto, ¿de dónde sacaron esa bobada?, el hombre se desgarra la ropa, la manda pal diablo. Que le encante asumir roles, entre ellos disfrazarse como miembro del Ku klux Klan. Que las únicas cruzadas que arme sean las de parejas, tremendas fiestas swinger las que quizás organice, agasajos en donde al final sus invitados, ya ahítos y exhaustos, no tengan otra cosa que decir: bien guardadito sí se lo tenía, señor procurador.
Alejo, el terrible, tal vez sea el seudónimo al que se haya hecho merecedor por parte de aquellas que lo conocen bien, y saben en realidad todo lo que tiene para dar… ¡para!, ¡Alejo!, ¡no doy más!, ¡ten piedad de mí!… ¡hosanna!… ¡cordero de Dios!… Y que tanta mojigatería, intransigencia en todo lo que tenga que ver con lo sexual no sea otra cosa que un camuflaje para disimular su ferocidad, grrr Procurador grrr…