No importa que tan bien vaya, o  lo mucho que,  según cifras oficiales, haya crecido la economía durante  el año, no es sino que trabajadores y  empresarios se sienten a dialogar, a intentar concertar el salario mínimo y ahí mismito   se derrumban los indicadores  y se ensombrecen las proyecciones para el año entrante.  

Lo que iba viento en popa resulta ahora que va de  culo pal estanco. Lo que iba a mil se desaceleró. La locomotora es ahora un trencito de pilas.  De un segundo a otro pasamos de recibir elogios de la directora del FMI a «la cosa está dura». De una economía boyante a una incertidumbre financiera.  De una economía sólida, blindada  a,  «muchachos, la inflación, muchachos,  el déficit, muchachos, hay que apretarse el cinturón, no podemos gastar a manos llenas». De una situación  macroeconómica prometedora a «aún hay riesgos  y el país debe obrar con cautela». Todo, con tal de no  incrementar el salario mínimo en un porcentaje justo. 

Un  entero año hablando bellezas, dándose -según ellos mismos-  un gran banquete, pero llega el colombiano de a pie con tremendo filo, con severo apeto,  a ver qué es lo que le toca, a intentar coger una pechuga, una pierna pernil -hm, ya fuera eso, un pedacito de pollo- y ahí mismito  le pegan en la mano. «¡Quieto garoso!, ¿qué pretendéis, dejadnos  sin nadita que comer? Tomad», le estiran unas hilachas y el hueso del pollo pa que lo chupe.

Además «dejaos  de ser tan avaros, que bendita maña tan fea esa la vuestra de andar pensando cuánto os vais  a ganar;   legalización de la marimba, matrimonios  gay, aborto, corridas de toros…   hay miles de cosas más importantes en que pensar… además,  no jodáis, que estamos en Navidad. ¡Feliz navidad! ¡Prospero año y Felicidad!