Nuestro señor presidente  debería desde ya  estar cruzando los dedos, haciendo chulito para que el próximo Papa sea Colombiano. Se le solucionarían todos sus  problemas, quién al enterarse que Habemus Papam Criollo, va a sentir que aun tiene razones para seguir quejándose por algo.

Cafeteros y gobierno se sentarían  a tomar un café, cómo no degustar juntos  el mismo café que todas las mañanas bebió y sorbió cuando estaba muy caliente  su santidad.

Santos se pronunciaría,  como el día que se pronunció cuando ganamos como los más felices;  diría que la elección de un Colombiano como el mayor representante de Dios en la tierra  es una prueba de lo bien que va el país desde que él asumió, de lo alto que podemos llegar, del empuje de nuestra gente. Su popularidad se dispararía y la opinión pública, el  país entero,   dejaría de cobrarle su mayor  metida de pata, lo del fallo adverso de la haya. Y  mientras alguien por ahí se mordería el codo de la envidia, él,  ni corto ni perezoso,  aprovecharía para hacerse reelegir.

Cómo no volver a votar por él  si fue durante su administración,  y gracias a su gestión,  que se nombró al primer Papa Colombiano.  Cómo no pagar gustosos la gasolina más cara del mundo  si con esa misma gasolina tanqueó su cacharrito el primer Papa Colombiano, al diablo con tanta quejadera si es que por estas vías maltrechas transitó, esos mismos peajes caros los pagó, en esos mismos huecos toteó más de una vez la llanta, y reventó  los amortiguadores. Cada que viajemos por estas tierras sentiremos que estamos siguiendo las trochas de la luz,  los senderos maltrechos de la verdad y la salvación eterna. 

Dado el orgullo que nos despertaría, no hablaríamos ni tendríamos cabeza para más.

El vaticano suspira y el mundo católico se paraliza, y como buen país católico, la noticia de un papa Colombiano nos paralizaría, relegaría a un segundo plano absolutamente todas nuestras dificultades y preocupaciones, sentiríamos júbilo de tener,  ahora sí,  comunicación  directa con Dios, regocijados de que nos tenga en cuenta,  de ser los primeros en la lista de salvación. 

 
La iglesia, la religión,  rezar se pondría harto de moda.  En las calles preguntarían qué  se siente tener Papa, la gente respondería que la maravilla, que bendito Dios, que con fe todo se puede y que como país estamos para grandes cosas.

La guerrilla estaría gustosa de firmar la paz en el mismo año de elegido el primer Papa Colombiano.

Papa costeño, Papá paisa, Papa pingo, Papa pastuso… no importa.  

Desplazaría a todas las noticias negativas del momento, es más, la gente dejaría de preocuparse por temas baladíes como pobreza, salud, impuestos, subdesarrollo, y nos dedicaríamos a celebrar. Si con noticias menos importantes «las caderas no mienten», «el mejor cantante de guascarock del universo» nos han mantenido ocupados y nuestra atención desviada de los verdaderos problemas,  cómo sería si tuviésemos Papa.

El nombre más común de todos los recién nacidos desde el momento y durante los 5 años subsiguientes al nombramiento, Arnoldo, Benjamín, Ramiro, Justino o el  que quiera que sea el nombre del primer Papa Colombiano. Y según haya sido  lugar del natalicio, Apulo, Chigorodo, Puente Quetame, la Vega… De Apulo para el mundo.  La Vega os  pega al cielo.

Las páginas de los principales diarios no tendrían cabida para tanta crónica y  reportaje, los noticieros se saturarían con imágenes del pueblo y de la casa de escoba y guadua en donde nació, entrevista con la partera, con el cocinero, con el chofer, con el peluquero, con el que le arreglaba el mostacho…  cada cinco minutos la misma lora, desde  niño soñó con ser Papa, jugaba a serlo;  sus subalternos, el embolador de sus zapatos, el amo de sus  llaves…  no se cansarían de referirse a él en los mejores términos, una persona humilde, comprometida, con una conciencia social ¡uff!, la machera, si era que hasta se quitaba el bocado de la boca para darle de comer al prójimo, «jamás de los jamases nos  trató o nos  mandó de mala forma». 

Pasaríamos la vida entera hablando de sus milagros, enumerando las infinitas razones por las cuales debería de ser canonizado, así,  de una, sin dilaciones; celebrando sus intervenciones. La  santa misa,  transmitida directamente desde el vaticano y con el Papa Colombiano como la estrella  principal,  sería el programa con mayor rating. Decretados cívicos y de guacherna los tres días posteriores a su elección.  Que romerías las que armaríamos cuando viniera a visitarnos, cuando se acordara de nosotros los pobres.

Por todo esto y por mucho más que ¡viva el primer Papa Colombiano!