No hay duda,  las personas producimos una cantidad inmensa   de estupidez, tanta,    que  a veces no sabemos qué hacer con toda la  que tenemos atorada,  es por ello que de cuando en cuando es bueno que surja  una  moda o baile que contribuya  a liberarla  y permita que toda esa estupidez represada  fluya.

Una vez aflora, esa  estupidez no se disipa, ni nos abandona, por el contrario, nos rodea, domina, rige nuestros actos  y es entonces cuando nos entran  unas ganas incontrolables de hacer el ridículo,  de bailar el Harlem shake, el Gangam style, y cuanta pendejada esté de moda.  

 

Metidos en el cuento y haciendo caso omiso a eso que llamamos dignidad y amor propio nos parece la locura empezar  a simular que  somos jinetes y montamos un caballo imaginario,  o agarrar a  brincar como locas desorientadas.  No contentos con boletearnos solos,  muy cordialmente  convidamos a nuestro combo  de amigos a que se nos una,  a que hagan ellos lo mismo, y juntos dedicamos eso que algunos se atreven a llamar «valioso tiempo» a celebrar y a aplaudir un baile  que lo único que debería causarnos es  vergüenza.

Para completar, siempre a alguien se le ocurre  la genial idea de hacer una parodia -como si el original no fuera tremenda payasada-, una versión  propia, un video y subirlo  a internet. Todo para comprobar que ni para hacer el ridículo somos únicos en el mundo.  No cabe  duda el Harlem shake, el Gangam style permiten conectarnos con  ese imbécil que todos llevamos dentro, de ahí su éxito. 

Así es, entre más simple el ritmo, más tarados parezcamos  y más tontarrona sea  la letra mayor probabilidad que el baile sea un éxito, mayor probabilidad que  nos conecte con   nuestra esencia,  una esencia  que,  a juzgar por lo divertido que nos parece y el placer que nos causa bailar una ridiculez de esta magnitud, está más cerca de  la estupidez que de las  consideradas  cosas serias.

  
De ahí que canciones  como «agacha que te pego Alicia,  moza,  moza», «el pirulino», «mayonesa»,  «chacarron», «el paso del gusanito», «el gato volador», «el baile del gorila»,  por mencionar unos pocos  bodrios,   hayan causado furor, marcado a generaciones enteras   y tengan   desde ya asegurado un lugar de privilegio  en el olimpo de la música. 

No nos disculpemos, ni siquiera es frivolidad, tampoco un momento de sano  esparcimiento,  es majadería pura,  asnada al más alto nivel. Pregunta ¿Es suficiente toda esa  estupidez que quemamos  bailando una payasada de estas para quedar limpios, completamente libres?  Respuesta: No,  nunca será suficiente,  siempre quedará algo de reserva,  suficiente  para  tener que decir y que hacer, y si no ¿cómo se explica qué aparte vivir boleteandonos  la vivamos cagando?