Qué lástima que Salamanca no hubiera atropellado y asesinado a dos ciudadanas norteamericanas, de haber sido así estaría aullando, rogando para que lo dejaran  «pagar» su error aquí. «No me di cuenta de que eran dos gringas,  de haberlo hecho   no le habría sentado toda la pata al acelerador».

Todos sabemos que ese pagar en Colombia  traduce, déjenme acá, que yo sé que acá no me pasa nada,  dos,  tres pesos, me paso esta  justicia ridícula por la galleta y  salgo libre a los dos días.

Seamos realistas,  a nadie le duele  el dolor ajeno. El dolor ajeno únicamente nos afecta en la medida que haberlo causado implique  dolor propio, lo que en  este caso concreto equivaldría  a  ser privado de la libertad.

Me explico, al que pone los cachos no le duele haberlos puesto, lo que le duele es que lo pillen y le terminen por ese motivo, lo que lo conduciría  al dolor propio del que hablo.

A payaso no le   dolió haber matado al agente de la DEA, lo que sí le dolió y por lo que berreó  fue  porque lo cogieron  y porque sabe que allá sí se le va hondo.  De lo contrario andaría lo más de orondo y tranquilo haciendo sus fechorías, o pues no creo yo que por alguna de sus anteriores víctimas haya llorado o  hecho el duelo al  otro día.

De igual manera,   a  Salamanca no le dolió  haber cegado dos vidas, lo único que realmente lo afecta y preocupa es tener que pagar  su error con  cárcel.  De ahí su gran «arrepentimiento». Es por ello que ser privado de la libertad,  sentir en carne propia algo  del sufrimiento que su acto irresponsable  ocasionó,  es lo único que puede llevarlo a entender su culpa,  sólo  un castigo proporcional al enorme daño que causó, puede llamarse justicia.

De resto, olvidémonos, nadie escarmienta con el dolor ajeno.

Pero él no quiere pagar, ¿quién en este mundo quiere pagar?, ¿quién quiere colaborar o que realmente se haga justicia cuando esto implica que sea uno mismo  el que tiene que ser privado de la libertad…? Es la justicia en este caso, y en todos,   la que tiene que ser firme, valorar unas pruebas sobre las que no cabe ninguna duda y actuar con todo el rigor. El otro sólo muestra arrepentimiento  como una forma de obtener el beneplácito judicial.

Como en todos los procesos recientes, este no podía ser la excepción, la  burla a la justicia y a  las victimas ya empezó, arrancó  desde el momento mismo en el  que le permitieron que fuera internado por estrés post traumático – ¿por qué a don payaso  no le dio estrés post traumático?, sencillo,  porque los gringos no «comen»  de nervios ni  de cosas de esas-   continuó cuando su  señora madre salió a dar una entrevista lastimera, y hoy se consolida con la  sentencia amañada  y sesgada de una juez.

Jueza que con el cuento viejo este de que no es ningún peligro para la sociedad, no tuvo reparo en concederle la libertad. Qué  excusa es esta.   A nadie se juzga por el(los) delito(s)  que pueda cometer a futuro, sino por el  que ya cometió;  y  es por haber manejado jincho de la perra y matado a dos jóvenes por lo que debe  pagar.

Qué  ironías  las  de esta vida, toda esa lucha, todo ese sacrificio por  llegar a tener dinero y así mismo  ostentar- dejémonos de pendejadas, todo el que compra  un auto de gama alta lo hace por evidenciar su poder adquisitivo-  y ahora que lo logran surge un hecho los lleva a manifestar a voz en cuello que  no tienen nada, que la camioneta es del banco, que la están pagando a punta de esfuerzo y ahorritos… pobeciticos … y… que es poquitica  la plata que tienen para indemnizar a las víctimas, no son tontos,  están abonando el terreno, saben que, al igual que don   Jabón Varela,  lo mejor que les puede pasar es tener que indemnizar económicamente a las víctimas.

Igual, no es  de los padres de este joven de quienes  debemos esperar escarmiento,  por ellos hubiera podido matar a dos, cinco o diez y lo seguirían escondiendo ante  las cámaras,  consintiendo igual-   es de esta justicia sinvergüenza, ella es la verdadera alcahueta. Ella es la que tiene a tanto borracho al volante.

Ya no  se trata de campañas pedagógicas, se trata de endurecer las penas, solo hasta cuando la ciudadanía, las personas reconozcamos  que  estos hechos  irresponsables nos pueden llegar a ocasionar   dolor propio, no ajeno,  el dolor ajeno,  repito,   vale huevo, entenderemos la gravedad de nuestros actos.

Es por esta sencilla  razón que hoy no le creo a Salamanca, pero  sí le creo al payaso,  porque este sí  la está viendo peluda, este sí está realmente arrepentido, y todo,  gracias a una justicia inflexible y rígida  que sí respeta a sus ciudadanos.