Desde que el humano tiene uso de razón, la generación que precede ha creído  estar siempre por encima de la que le sucede. Y en ello, la actual generación de cuarentones y treintañeros, no podíamos ser la excepción. Y es que, por lo que parece, jamás nos cansaremos de repetirles a las nuevas generaciones aquello de que cuando tuvimos su edad fuimos mejores personas que ellos. Más cultos, mucho más sensatos… Olvidándonos por completo de que cuando jóvenes también la cagamos, deshicimos, hicimos y por eso no nos cuesta ningún trabajo imaginárnoslas.

Lo anterior quedó plenamente demostrado durante la visita a la feria del libro de un Youtuber chileno. El consenso entre los mayores fue total: » La generación actual está pérdida, consume mucha porquería».  Y no voy a entrar a discutir si tienen o no razón, pero sí, a permitirme plantear algunos interrogantes:

¿Con qué autoridad moral, intelectual, académica, musical nos atrevemos a criticarlos, y a juzgar sus gustos, dada la infinidad de modas absurdas que seguimos, la cantidad de basura que consumimos y el montón de pendejos que endiosamos cuando tuvimos su edad? ¿O es que ya no se nos olvidó?

Se nos olvido que  no fue basura de un sólo tipo, sino de toda índole: televisiva, radial, musical, literaria…

Me pregunto: ¿Con qué cara un adulto que durante sus años mozos fue “Candy boy” puede ser capaz  hoy de mirar a su hijo a los ojos y, con la frente en alto, atreverse a  reclamarle que sea serio?

¿Cuántos de los que afirman que la juventud de hoy está perdida, que lo de antes sí era música, bailaron el “pirulino”, o se conectaron con su esencia mientras intentaban no perder el paso bailando el “meneaito”?

Y es que no me cabe en la cabeza cómo un fulano que hizo el ridículo bailando  el “gorila” o “macarena” se atreve hoy a calificar un contenido como hueso, o ridículo. ¿Acaso cree que se puede caer aún más bajo de lo que él cayó en su momento?

¿Con qué cara una mujer que cuando adolescente padeció y sobrevivió al “copete Alf”, osa cuestionar alguna moda y atreverse a reclamarle a su hija que esa no es la forma de maquillarse y de salir peinada a la calle?

¿Tiene un cuarentón, quien en sus años mozos agitó el abanico al ritmo de “loco mía”, la autoridad moral de preguntarle hoy a su hijo para dónde va en la vida? “Moda Ibiza loco mía, sexy Ibiza, locomía… locomía gets your body groovin, get up on the groove, get into the mood, get in…” Ahora sí nos sonrojamos, ¿no cierto?

¿Tiene una generación que tuvo entre sus referentes culturales a Marbele, y que catapultó a la cima del éxito el tema “collar de perlas” el derecho a decir mu? ¿O es que nos parece muy profundo el mensaje del “gusanito”? ¿O me van a decir ahora que el “chacarrón” tenía unas líricas magistrales?

¿Cuántos de los que califican a las películas de hoy de pésimas, lloraron viendo ese bodrio de «titanic», o se pusieron existencialistas escuchando la vida loca de Ricky Martin?

¿Cuántos de los que hoy se indignan y se rasgan las vestiduras por el éxito del Youtuber no pasaron horas y horas tirados en la plazoleta de una universidad riéndose a carcajadas de las pendejadas de un cuentero?  Porque en últimas eso es un yotuber: un cuentero internauta.

Sí, claro, yo sé que era por vacilar, de desparche, por apartarnos, así fuera por un instante, de los dilemas existenciales y los cuestionamientos ontológicos que tanto nos agobiaban.
Que la basura de ayer fue menos fétida que la de hoy. ¿A quién pretendemos engañar?

¿Puede alguien tildar a esta generación de conformista y afirmar que perteneció a una que sí tuvo alto de sentido crítico cuando el primer grito de rebeldía de muchos fue “no controles” de las Flans, o “a pelo suelto” de Gloria Trevi, y cuando su momento de mayor inconformismo social fue, durante una rumba, decir completa la palabra puta y no solamente pu, al referirse a una cabra de nombre asunción; y cuando aparte de mentarla la madre al caprino, lo más anti sistema que salió de sus labios fue “Florecita Rockera”?

¿Cuántos otros no idolatramos a un montón de drogadictos, mechudos y excéntricos que se la pasaban dando mal ejemplo, y que hoy con toda la soberbia del caso calificamos como: «dinosaurios del rock»?

¿Cómo una generación que creció viendo Jackass, y que se la fumó verde, todo con la disculpa de que el ídolo de la época, Kurt Cobain, también lo hacía, se atreve a pedirle juicio y responsabilidad a la siguiente , y a exigirle a su hijo que sea una persona de bien?

Aunque me enfoqué en la música, los anteriores, fueron apenas unos pocos de los muchos esperpentos y bodrios que adoramos durante estas dos generaciones.

¿Para cuántos de los que hoy posan de intelectuales y de adalides de la moral y la cultura no fue una tortura leer en el colegio el Cid campeador, la María, o los diálogos de Platón…?

Por lo demás, sorprende que esta prepotencia e ínfulas intelectuales y este reclamo a las nuevas generaciones, provengan de adultos que representan a un país con un promedio de lectura tan bajo.
Pero si hay un aspecto en la que la generación que precede se ha sentido siempre superior a la siguiente es en la castidad de sus mujeres. Y todo, no porque así haya sido, sino a causa de la amnesia selectiva. Conozco mujeres que durante su época universitaria lo menearon al ritmo de «Sandy y papo», «el generala», «proyecto uno» -algunas incluso alcanzaron a bailar «la quemona» o «el papichulo»- , y que hoy, ya entradas en los treinta, o cuarentonas, se preguntan el porqué será que las jóvenes de hoy en día bailan de esa forma tan obscena, tan sucia. Y se santiguan y sonrojan al escuchar la groupie.

Otras que no dejaban pasar viernes sin enredarse con el primer aparecido que se les cruzaba y que actualmente sientan cátedra de santidad se preguntan: ¿ por qué será que las jóvenes de hoy en día son tan fáciles? “Quiéranse un poquito”, “valórense”, “háganse respetar”: suelen gritarle hoy a sus sobrinas, alumnas y retoñas.

Pudieron haber hecho ochas y panochas, no obstante, las más maduras van a enrostrarle siempre a las más jóvenes haber sido más difíciles que ellas.