Más detestable que la crítica despiadada y el desprecio para con el que fracasa, la lambonería y la pleitesía para con el que triunfa.

Hace poco más de un mes nadie se acordaba de él, y todos lo dábamos por “muerto” como ciclista de élite, hoy, cuando lo más honesto sería reconocer que nos equivocamos, que su segundo puesto en el tour nos tomó por sorpresa, preferimos, como siempre,  subirnos al bus de la victoria.

Hoy todos sabíamos desde el principio que iba a quedar segundo en el Tour de Francia a 54 segundos de Froome, hoy, cuando la fácil es hablar bien de él, todos lo teníamos como el máximo candidato al título y siempre creímos en él. Hoy es nuestro Rigoneitor, el toro de Urrao.

Es tal nuestro afán por convencernos de que no nos equivocamos y de que no estamos celebrando de puros oportunistas que optamos por caerle con toda a un periodista que en su momento dijo lo que muchos pensábamos, no que era un segundón – se necesita ser muy insensato para afirmar esto de alguien que queda dos veces segundo en el giro de Italia y que fue medalla de plata en unos juegos olímpicos- pero sí que sus mejores épocas habían quedado atrás. Que su rendimiento venía en declive. Algo normal en cualquier deportista.

Era lógico pensarlo, hace 3 años no quedaba en el podio de una gran vuelta, incluso su propio técnico declaró que lo iba a reservar para disputar las clásicas – vueltas de un día-, puesto que en las vueltas de tres semanas su rendimiento últimamente no era el deseado.

Pero como eso  de reconocer errores no es lo nuestro preferimos empezar con la idolatría de siempre y esa lambonería que tanto apesta.

Y apesta porque lo que sucede  alrededor de un deportista cuando gana puede catalogarse de todo menos de apoyo incondicional. Porque esa actitud triunfalista y tan falta de mesura es la misma que nos lleva a caerles con toda ante el primer fracaso. Porque el apoyo no se mide en los momentos de gloria. Porque… ¿qué sentido tiene estar en las buenas?

En esto de endiosar y crucificar deportistas somos expertos, y después criticamos a los periodistas. Hoy todos nos reímos de sus chistes, hoy el tipo hoy sale y dice %$#, y  nos parece pues la octava maravilla. “Qué man tan auténtico”, “ese man sí es la patada”… Pregunto, ¿sería esta nuestra reacción ante estas mismas declaraciones si le hubiera ido mal en el tour? Olvídenlo. “Que man pa grosero, tan falto de cultura”, “¿cómo se le ocurre salir a decir vulgaridades en plena entrevista?”, “que pena con los franceses”. Pero como quedó de segundo en la carrera más importante del mundo hoy todo se le celebra.

Señor Urán, no se deje obnubilar por el tal “cariño de la gente”, esa vaina no existe. Aquí lo que hay es gente dispuesta a celebrar, y tan arrodillada ante el triunfo como arrogante ante la derrota. Esta misma historia ya la han vivido varios deportistas antes, recuerde toda la melosería que hubo alrededor de la selección Colombia durante el mundial, ¿cuántas mujeres querían darle un hijo a James? Pero no fue sino que esa misma selección perdiera un partido de las eliminatorias y que al susodicho empezara a irle mal en el Madrid, y ahí mismo les cayeron con toda.

Sin ir más lejos, hace un año Nairo ganó la vuelta a España y no sabíamos en dónde ponerlo, este año le fue mal en el tour y muchos lo tildaron de fracasado, de vendehumo y de parlanchín. Y todo porque al finalizar cada etapa, y sin importar el cansancio, el hombre tenía la decencia de dar declaraciones y de responder a las preguntas de los periodistas. O ¿qué querían que hiciera, que los mandara a todos pal carajo, que pasara rumbo al bus golpeando micrófonos? Algunos incluso son tan miserables que empiezan a meterse con los defectos físicos y el lugar de nacimiento de los deportistas.

 

Triste decirlo, pero los únicos narradores deportivos que los han estado apoyando  desde mucho antes que estuvieran de moda, y que no han tenido palabras desobligantes para con ellos, han sido el señor Mario Sábato y la señora Georgina Ruiz, ambos extranjeros.