Porque es el único que representa una opción real de cambio.
Porque votar por el que dijo Uribe, como si el suyo fuera un mandato divino, y como si los colombianos no tuviéramos criterio ni libertad de elegir no es serio ni responsable con el país. Mucho más tratándose de alguien que ha usado el dolor y el miedo que nos ha causado el conflicto como su principal arma política. Alguien que fue el principal ponente de la ley que convirtió la salud en un negocio, y que mientras gobernó desmejoró las condiciones de los trabajadores, y desconoció derechos adquiridos a los pensionados, entre muchas otras injusticias.
Pienso votar por Petro porque ni el poder tradicional ni los medios de comunicación lo quieren, y esa, para mí, es muy buena señal. Habla muy claro de cuáles son intereses que representa.
Defender unos intereses contrarios a los de los medios y sus dueños, he aquí su mayor “pecado”. De ese “pequeño” detalle se desprende toda la campaña de desprestigio y de difamación de la que ha sido objeto. Han sido ellos, los grandes medios de comunicación, con la venia y apoyo del gobierno y los partidos tradicionales, los artífices de su mala imagen. Los que en aras de anularlo políticamente y evitar que esto, que para ellos es una catástrofe, esté sucediendo – la posibilidad de que sea elegido presidente -, se dedicaron en cuerpo y alma a descalificarlo, a intentar promover la idea de que su gestión como alcalde había sido pésima. No les importó ocultar sus logros – redujo la pobreza a la tercera parte, casi nada- exagerar sus desaciertos, mucho menos frenar proyectos claves para la capital, como el metro subterráneo. El fin era desacreditarlo y demonizarlo ante la opinión pública como fuera.
Si aún existían dudas acerca de la independencia de la prensa durante esta campaña presidencial han quedado completamente disipadas. Mientras a Duque lo invitan a tocar guitarra, a cantar compae chipuco y a hacer cabecitas (21) con el balón, a él lo atacan en jauría. Da vergüenza esa falta de imparcialidad y coherencia. Lo acusan de promover el miedo, el odio y la polarización, pero son, ellos, los periodistas, los primeros en intentar meternos miedo acusándolo de castrochavista, de expropiador y de dictador; los que destilan odio en cada pregunta, tergiversan sus respuestas y descalifican todas sus propuestas. Petro no puede proponer justicia social porque de inmediato lo acusan de demagogo y populista, no puede afirmar que este es un país profundamente desigual porque lo culpan de polarizar y de promover la lucha de clases. Como si la pobreza fuera un invento suyo.
Es curioso, pero en esto de achacarle a x o a y el rótulo de populista más que el tipo de política depende de quién la aplique. Me explico, si es Vargas Lleras el que arranca a regalar casas o Santos o Uribe los que deciden implementar un programa como familias en acción estamos frente a una política social, pero si es Petro el que le rebaja 300 miserables pesos al pasaje de un sistema de transporte inhumano y costoso lo acusan de populista, lo demandan y lo embargan. Es más, si todos los candidatos en campaña prometen las mismas maravillas – ¿o alguien ha escuchado a Duque decir que va a llegar a subir impuestos o a darles duro a los más pobres? – no entiendo por qué el calificativo recae solamente sobre uno de ellos. Lo que de boca de Petro es populismo de boca de cualquier otro candidato le llaman sueños, ideas para construir un país mejor.
Voy a votar por él porque las políticas que implementó mientras fue alcalde, – y que obviamente nunca nos las contaron- son consecuentes con sus propuestas de priorizar lo social, cambiar el modelo de salud, y propender por un sistema laboral, pensional, y de educación más justos. Y que conste que parto de obras de gobierno, no de promesas de campaña. Porque ha tenido el valor de enfrentarse solo contra todo un establecimiento unido en su contra. Porque necesitamos empezar a construir el metro subterráneo ya. Pero, por sobre todo, porque es brillante.
Prueba de ello el que hasta ahora ningún periodista, de los muchos que no se cansaron de atacarlo y de hablar pestes de él mientras fue alcalde, ha podido con él. Cara a cara ninguno ha sido capaz de controvertirlo o de rebatirle con éxito un argumento. De sostenerle con cifras una sola de las mentiras que se dijeron sobre su alcaldía. Siempre los deja callados o con apenas el aliento justo para decir: “bueno, bueno, pasemos a otro tema” o “se acabó el tiempo”. Y eso que se han asegurado de cogerlo a mansalva. A todas las vacas sagradas del periodismo: Vicky Dávila, Néstor Morales, Darío Arizmendi, Diana Calderón, Yolanda Ruiz, Claudia Palacios… les ha dado sopa y seco, cátedra en economía, salud, educación, ética, finanzas públicas y hasta periodismo. Pobres, debe ser muy duro que aquel al que durante 4 años te sobaste las manos llamando inepto, improvisador, terco, te coja y te dé tres vueltas frente a todos tus oyentes.
Que es un tipo brillante era algo que ya había quedado suficientemente demostrado durante su paso por el senado y los debates para la alcaldía, pero, como no les convenía reconocerlo y a la vez, y por evidente, no podían negarlo, entonces se inventaron el cuento aquel de que era muy buen orador pero mal administrador. Queriendo con esto decir que, primero, el hombre solamente es bueno para hablar paja, y, segundo, que un ser humano requiere de una habilidad mental específica para sustentar una idea y de otra totalmente distinta para administrar. Embustes, el que es inteligente obra con inteligencia en todos los aspectos de su vida. La inteligencia no es don que aparece al momento de argumentar y desaparece al momento de tomar una decisión administrativa.
No olvidemos, eso sí quién era, según ellos, el único en este país que contaba con esa habilidad. Ayayay, lo que hemos tenido que padecer los bogotanos durante estos últimos 2 años para comprobar que el inepto y el terco era otro.
Desde siempre, todos los que han dirigido este país han pertenecido a un reducido círculo de privilegiados, y gobernado para su beneficio exclusivo. Hoy, por primera vez, estamos frente a una oportunidad histórica y única de elegir a una persona de un origen diferente, que representa unos intereses distintos, más afines a los de la gran mayoría de colombianos. Alguien que, contrario a aquellos para los que el cambio no ha sido más que un lema de campaña (las cosas para ellos siempre han estado bien así que ¿qué interés van a tener en cambiarlas?), reconoce que en este país sí existen graves problemas, que es tremendamente desigual, y que no todos tenemos las mismas oportunidades.
Porque no podemos esperar un cambio si seguimos votando por los mismos, ni seguir creyendo en los fantasmas – castrochavismo, venezolanización – que cada 4 años se inventan esos mismos para mantenerse en el poder, ¡Petro presidente!