¿Qué fue lo que tanto nos molestó del comportamiento de algunos colombianos en Rusia?
¿De dónde nace esa rectitud tan extrema al juzgar? Ni idea. Pero de lo que sí estoy seguro es que no tiene nada que ver con nuestra forma de actuar. Y es que si esa integridad fuera el reflejo de nuestro buen comportamiento este país sería otro totalmente distinto. No existirían el matoneo, las burlas, y la vida de muchos no sería un infierno.
Mucho menos, creo que tenga que ver con nuestra buena educación, nadie que se precie de ser bien educado reclama buen comportamiento con insultos, ni exige respeto para sí, ni para los demás, publicando vulgaridades y amenazas por las redes.
Creería que tiene que ver más con nuestra hipocresía y con la rabia y la envidia que nos despertó el hecho de que ellos sí hubieran podido ir a Rusia a ver el mundial. No nos llamemos a engaños, eso es realmente lo que nos duele e indigna, verlos por allá enfiestados, bebiendo, celebrando, pasándola bueno, mientras que a nosotros nos tocó quedarnos aquí trabajando.
De ahí a que muchos se escudaran en el argumento de “era preciso sentar un precedente” para poder celebrar el hecho no solo de que se les hubiera aguado la fiesta, sino el que a uno de ellos lo echaran del trabajo. Pese a esta actitud ruin y miserable – nadie que se precie de ser una buena persona se alegra con la desgracia ajena -, insistimos en vernos a sí mismos como personas integras e intachables, todos unos adalides de la moral y la ética. Falso. No es que los Colombianos no podamos con el irrespeto y la falta de educación, es que cualquier excusa es válida para insultar y agredir al otro, mucho más si ese otro tiene un mejor puesto y gana un salario más alto que el de nosotros.
Quedar bien ante el resto, eso es además lo que buscamos haciendo pública nuestra indignación. Qué más da que en privado sí nos haya dado risa el vídeo, o que en nuestros genes, como en los de cualquier otro ser humano del mundo, esté reírnos de la desdicha y el ridículo ajeno. Lo importante es poder salir en redes a rechazar y a condenar el hecho, a calificarlo de espantoso, burdo, y a dejar explícita nuestra inclinación por el humor fino e inteligente.
Lo que subimos a redes es lo de mostrar, y nuestras opiniones no son la excepción. Es por esto que entre más airada sea nuestra reacción, y con más indignación y vehemencia rechacemos el acto, más alejados nos sentimos moral y éticamente del que cometió el error.
Una actitud que nace además de ese afán de teorizar y de darle trascendencia a todo. Ni al despistado, ni a la actitud de ese despistado que, tratando de hacerse el payaso, hizo quedar en ridículo a dos jóvenes y de paso quedó en ridículo él también dejando ver su cobardía, se les puede atribuir la culpa de todo lo malo que pasa en el país. El hecho podrá calificarse de broma de mal gusto, si se quiere de idiootez, pero jamás de monstruoso. Asignemos a cada acto la magnitud y la relevancia debida. Dejemos de tratar de explicar en cada tontería que hacemos la causa de nuestro subdesarrollo.
Rectitud extrema al juzgar que nace además de ese eterno complejo de pensar que los colombianos somos la peor porquería del mundo. Según eso, hasta inmerso en un ambiente de jolgorio y recocha el comportamiento de un habitante de un país desarrollado es intachable.
Empezando por este mundial, todos los días vemos actos reprochables cometidos por rusos, gringos, ingleses, argentinos, mexicanos…, es más, ¿cuántos jugadores de futbol sin importar su nacionalidad se la han pasado quemando tiempo, engañando al árbitro con faltas inexistentes?, pregunto ¿de qué continente eran el 90 por ciento de los ciclistas que se doparon en la década del 90 y en la del 2000? (Europa). Pese a todo lo anterior, juramos que los únicos a los que se nos va la mano es a nosotros los colombianos.
No es que esté justificado o minimizando el problema, es sólo una invitación a verlo desde una óptica distinta a la que parece ser la única y real preocupación de los colombianos: nuestra imagen en el exterior, cómo nos ven y qué piensan de nosotros allá afuera. El problema no es que seamos un país pobre y desigual, el problema es que los extranjeros nos vean como tal. ¿Cuándo entenderemos que más importante que intentar arreglar la imagen negativa que se deriva de un problema, es intentar arreglar ese problema?
Aunque, a veces, más que complejo presiento que es soberbia. Soberbia de pensar que somos tan únicos y especiales que el mundo entero sabe quiénes somos, y vive pendientes de nosotros. “Mira, hija ese que va allá es un colombianosky. Se reconocen a leguas. Definitivamente son una raza aparte, distintos a cualquier otro humano del planeta. Ahí donde lo ves son dañados, malas personas, violentos, echados palante, trabajadores, guerreros, maravillosos, especiales (¿no entiendo cómo nos la arreglamos para calificarnos a sí mismos de cosas tan opuestas?). Ahora bien, hija, un colombiano de pura ceposky es aquel que, guiado por eso que ellos mismos llaman malicia indígena, hace trampa, engaña, y comete cagadoskys como meter whisky al estadio”. “ Perdón papi, ¿cuál de ellos fue al que, tratando de mejorar su imagen y quedar como la mejor empresa del mundo, Avianca echosky?”