No importa si hoy alegan que se debe regular y mañana que se debe legalizar sí o sí, el todo es defender a Uber y de paso irse lanza en ristre contra el gremio más odiado, el de los taxistas. Para los defensores de Uber no hay argumento que valga. No les importa ir en contra de la ley, de la razón, o argumentar cualquier disparate.

No recuerdo en este país empresa más defendida que esa. Uber debería saber que tiene en cada colombiano un abogado defensor.

Tras largo tiempo de llevarles la contraria, me puse a pensar: ¿y si tienen razón? ¿y si aquí el equivocado soy yo?

Es por esto que, a partir de su lógica y de sus principales argumentos, decidí dedicar este espacio a intentar imaginar el país que sueñan los fans de Uber.

“A Uber deben legalizarlo porque el servicio de taxis es pésimo”. Si la solución a un mal servicio, y al alto costo del mismo, es consentir la ilegalidad, pasarnos por la faja la norma, ¿qué esperamos? Desde mañana mismo montemos una empresa y creemos una aplicación para contrabandear gasolina y medicamentos. Y el día mañana, cuando la ley nos caiga encima, argumentamos que “no podemos quedarnos rezagados en tecnología, mucho menos ir en contra del principio en neutralidad en la red”.

“Uber no es una empresa de transporte”. La empresa de la que les hablo tampoco es de contrabando, simplemente conecta personas que venden medicamentos elaborados en otros países,   baratos y de calidad – y que los ingresaron a este de forma ilegal-, con personas que necesitan comprarlos, pero contrabando cero.

“El estado no debería regular el servicio de transporte público, se le debería permitir a cualquiera que quiera prestarlo hacerlo en su carro particular”. Si les parecieron pocos los más de cien mil carros que entraron a congestionar y contaminar aún más las calles, si consideran que el número de carros que presta el servicio de transporte público puede ser infinito, no se diga más, desde mañana mismo saquemos a las vías camionetas, vans, busetas viejas, volquetas, y montémosle competencia también a TransMilenio. ¿Por qué no? Todos coincidimos en que su servicio es pésimo, y en que viajar en un bus de esos es inhumano.

Ni siquiera es necesario crear una aplicación, basta con escribir en un cartón: directo avenida Caracas, directo avenida 30, etc., pegarlo al panorámico del carro y a ‘voliar chancleta’.

“El gobierno no debería fijar tarifas, controlar los precios”. En honor a esta última tesis vamos a fijar en cada modalidad la tarifa que a bien se nos dé la regalada gana, y si el día de mañana, en el rol de usuarios, y durante un aguacero torrencial, terminamos pagando cien mil pesos por una carrera, no le pongamos tiza al asunto, el todo es ‘empalagarnos la boca’, y sentirnos los más tesos en economía diciendo que “los precios los regula el mercado, y la ley de oferta y demanda”.

“Los taxistas no van a ningún lado, nunca cargan vueltas… algunos atracan…” . Si la solución a estas quejas no pasa por capacitar a los taxistas, regular con mayor severidad su servicio, sancionar y despedir a los infractores, multar a las empresas a las que pertenecen, incluso crear una aplicación a la que únicamente puedan afiliarse vehículos legalmente habilitados para prestar el servicio… si la única solución es Uber, Uber y más Uber, pues confiemos en que los fulanos que se afilian a esas plataformas sean personas de bien, cuasi ángeles caídos del cielo, porque déjenme decirles dos cosas, hasta donde yo sé estas plataformas no los capacitan; y segunda, lidiar con pasajeros es cosa seria, no todos son un alma de Dios.

“El problema son esos benditos cupos”. Pues adelante, acabemos con los benditos cupos, pero eso sí, que a cada dueño de taxi le devuelvan el valor que pagó por él. No puede ser que se les haya cobrado una millonada por un derecho, para que luego, y con el argumento de “ los taxistas son todos son unos ñeros y pertenecen a una mafia o a un monopolio – ¡qué monopolio tan numeroso!-”, se le extienda ese derecho gratis a todo el mundo. El detrimento patrimonial que les causó esta plataforma a miles y miles de familias que cuentan con un taxi como única forma de sustento fue miserable.

“Estamos en un país libre y por ende yo puedo hacer con mi plata lo que me plazca, pagar por el servicio que se me dé la gana”. ¡Así se habla! Desde mañana mismo vamos a dejar de aportar a salud y de cotizar para pensión. Que cada cual ahorre por su cuenta para la vejez, y que consulte al médico o al chaman que se le dé la gana. Al fin y al cabo no es descabellado pensarlo. El servicio de las EPS es ‘re malo’ y los fondos de pensiones no pensionan. Y si bien con un taxista nos exponemos a que nos ‘mente la madre’, la EPS pueden dejarnos morir en la fila del hospital con tal de lograr mayor rentabilidad para su negocio. Y ¡que viva el despelote! ¡y Uber, carajo!