Hace  poco se intentó, por enésima  vez, prohibir el consumo  de yerba en parques públicos, pero, como siempre que se plantea esto o regular su  consumo, aparece la Corte esgrimiendo su argumento de marras: “…no se puede, porque afecta el libre desarrollo de la personalidad…”.

Infinidad de fallos en este mismo sentido –  a favor de tirar vicio -, ya  no dejan lugar a  dudas,   para la Corte Constitucional soplar    es   un derecho fundamental y el acto más libre, maduro, consciente y sensato que puede cometer un ser humano.

Está claro, no  existe  suceso  en la vida de un individuo – el primer amor, la pérdida de un ser querido,  una ruptura amorosa…  – que sea  más relevante, e incida   más en el desarrollo de su  personalidad  que trabarse.

Quien iba a imaginar  que la bareta –  esa sustancia que nos colorea de rojo encendido los ojos, ralentiza nuestra percepción del tiempo, y nos pone a reírnos como unos idiotas – fuera  tan esencial, y estuviera intrínsecamente ligada a un aspecto tan primordial en la vida de todo ser humano como el desarrollo de su personalidad.

Educarse, practicar un deporte, cultivar un talento… para  la Corte no hay nada que aporte  más al crecimiento de un  individuo, y a formarlo como persona que una buena traba.

En  el proceso de formarlo y educarlo, a un pelado se le puede prohibir y privar de todo, menos de su sagrado derecho a darse en esa cabeza. La libertad para elegir si se convierte en adicto,  en esclavo de una sustancia,  es inquebrantable. Ahora, si se le coarta este derecho, su personalidad  se trunca, crece esclava. Su ser queda inconcluso y a medio camino. El individuo es incapaz de  enfrentar los retos de la vida, y puede que  no alcance nunca su madurez física y mental. Ya lo saben,  una  dieta baja en cannabis atonta, y retarda nuestro   desarrollo psíquico, e intelectual.

Y si a todo lo anterior, le sumamos que es naturaleza*, y, como si fuera poco,  medicinal –  según sus defensores   cura el SIDA, El Alzheimer,   el cáncer, la artritis, la epilepsia…-, podemos concluir  que estamos frente a la hierba sagrada. La pregunta es ¿por qué la prohibieron durante tanto tiempo, y por qué aún hoy persiguen a los jibaros? Deberían premiarlos. Proveer a toda una sociedad de  este milagro  de la naturaleza, de este maná de la salud y del  auto conocimiento personal debería considerarse un acto de servicio social, vital para la salud pública.

Por  mi parte, ya me concienticé de que la maracachafa es la octava maravilla, y deconstruí algunas premisas erróneas que tenía sobre ella y del resto de drogas.  Yo era de los que pensaba, por ejemplo,  que así la morfina  – un opioide – paliara el dolor en pacientes terminales, chutarme vía intravenosa una  cucharada  de heroína – otro opioide- no era  buena idea para mi salud. Así mismo,  que la marimba fuera  medicinal  no implicaba que armar, pegar y soplarme unos  4 -5  porros diarios contribuyera con mi crecimiento personal e hiciera de mí una mejor persona. Que equivocado estaba. Afortunadamente,  ya cambié de opinión.

Es por eso que hoy, cada que veo a un grupo pelados en un parque trabándose no considero que estén arruinando sus vidas, ni desarrollando dependencia, o adicción; sino que están en plena terapia de sanación, fortaleciendo sus defensas, preocupándose por su salud, reforzando su carácter, elevando su coeficiente intelectual. Desarrollando todas las áreas de su cerebro, estableciendo sinapsis a la lata, interconectando de forma más eficiente sus neuronas.

Verlos haciendo barras, y toteados de la risa, me llena de  ternura, y me lleva a preguntarme, si eso de ser un adicto es tan edificante y enriquecedor, ¿por qué dejarle ese papel solamente a la marihuana, por qué no permitirle a nuestros jóvenes complementar su formación con  un par de suplementos?, ¡esa es!, ¡legalicémosles también el  bazuco, y el perico!, así  logran  construir  personalidades avasalladoras, carácter recios y fuertes.

Pero que aquí no termine todo, que nuestra forma de pensar siga siendo guiada por esa profunda filosofía del open mind y del progresismo a ultranza, y,  así como se les permite   desarrollar  su yo  vicioso, propongo extender esa misma libertad a otros ámbitos de la vida y permitir que  desarrollen su yo matón, su yo delincuente, su yo voy a montársela y a  cascarle a quien se me dé la gana.

Señores, padres de familia, si su hijo no quiere volver al  colegio, déjenlo, no lo obliguen, no atenten contra el libre  desarrollo de su yo vago, y de su yo analfabeta.

Y ustedes dos, par de sinvergüenzas, ¿qué hacen manoseándose en un parque?

– Aquí, desarrollando mi yo caliente.

– Mi yo  arrecho.

*  la eterna excusa  para fumársela. Que sea naturaleza implica, según quienes la fuman,  que es buena, inofensiva, saludable, la obra maestra de la pacha mama,  como si los terremotos no fueran obra de la naturaleza.  Implica, además,  que no contiene químicos,  ¿quién sabe qué carajos sea para ellos el TetraHidroCannabinol?