A esta bien podríamos llamarla la “generación del aplauso”, porque se celebra y se aplaude a sí misma todo. Y así mismo exige que hagan los demás.

Se celebra y aplaude el ser gay, el ser mujer, o cualquiera sea su género, o tendencia sexual; se celebra el tatuarse, el casarse, el que les pidan la mano, el abortar, el trabarse, el dejar tirado el trabajo, y hasta el irse de viaje o tomarse una simple foto – no por nada siempre aparecen en ellas haciendo la V de la victoria -. Antes se era, hoy se celebra.

No me explico por qué aún hoy, por ejemplo, exigen que se les celebre y considere valientes por gestos tan aplaudidos y políticamente correctos como declararse adicto, o “salir del closet”. Eso era antes, cuando declaraciones de este tipo generaban rechazo, discriminación, señalamiento y hasta estupor, no hoy, cuando son aclamadas como proezas.

Valientes y de admirar los homosexuales de antaño.  Sus papás no los querían, les pegaban; así mismo, sus compañeros de colegio se las montaban, se burlaban de ellos y les tocaba «irse a los golpes» para que los respetaran. Esta gente sí supo de verdad qué era ser discriminada, y pelear por sus derechos. Ser homosexual antes era pa machos.

Y ni hablar de los marihuaneros. Enfrentaron la condena y el rechazo de toda una sociedad. Todo el mundo les hacía el feo. Se la pasaban corriéndoles a los tombos, y tenían que trabarse a escondidas. Y si sus papás los pillaban los levantaban, los echaban de la casa. Ser marihuanero era un deporte extremo. Eso de que eres libre de tomar tus propias decisiones, esa pendejada no existía.

Nada que ver con las celebridades que son ahora. Seres intocables, a los que la sociedad ve como la máxima expresión de libertad, de autonomía, y que hasta ocupan curules, y se vanaglorian de consumir. Y si antes las mujeres no les daban ni la hora, hoy nada más chic que tener un novio marihuanero y llevártelo a trabajar a tu UTL.

Una generación que exige que se le aplauda como la que cambió el mundo, la más fuerte, la que más ha sabido sobreponerse a la adversidad, pero, no toleran una crítica, una burla, y ante la primera ofensa o rechazo, se echan a la pena o corren a victimizarse a sus redes. Se consideran guerreros de dios, alegan haber librado las más duras y cruentas batallas contra el sistema, la estigmatización y la discriminación, pero se auto compadecen que da gusto, y es la generación más susceptible, frágil y delicada de la que se tenga memoria.

Antes, si un hombre se dejaba mangonear de su esposa marcaba calavera, y sus amigos más encima se la montaban por pendejo. Hoy, si tu pareja te mira medio feo o te alza la voz, vas y la denuncias por maltrato verbal y psicológico, y delegas en los jueces la solución a tu falta de carácter.

Antes los problemas y discusiones de pareja se manejaban a puerta cerrada. Y no contabas con más armas para afrontar las rupturas y desengaños amorosos que tu amor propio e inteligencia emocional. A veces cometíamos errores, tomábamos decisiones equivocadas, sí, pero, mal o bien, las generaciones anteriores siempre intentamos solucionar nosotros mismos nuestros propios problemas.

Si antes una vieja nos rechazaba, nos sacaba el jopo por feos, lo asumíamos. Hoy el ardido sube un hilo a redes y a la hora ya tiene a medio Twitter e infinidad de hashtag apoyándolo: #noEresFeo SinoPobreyMalArreglado #VerconLosOjosdelalma #laBellezaInteriorEs #comoElosoFeoperoSabroso… mientras a ella la acribillan, y le dan una señora solfa que ni les cuento. “Por mujeres como tú muchos hombres sufren de dismorfia corporal” #LaVanidadnoTienegénero. Y si algún colega le reprocha lo nena, de inmediato revira otro “por machistas y bufones como tú es que muchos hombres no se atreven a denunciar”. Se condena el matoneo en el colegio y en la vida real, pero se aplaude en redes.

¿Qué pretenden exponiendo y avergonzando en redes sociales al que los rechazó, engañó o al que se le acabó el amor? ¿Obligarlo a quererlos?¿Venganza?¿Mendigar amor? ¿Qué buscan calificando toda crítica negativa de prejuicio y estigma – porque, eso sí, las positivas y las lisonjas todas las que vengan -?¿Evitarlas? ¿No tener que enfrentar el dolor, el desamor, las frustraciones y demás sucesos inherentes a la vida de todo ser humano? ¿Qué pretenden, que aparte de abortar, drogarse, exista el derecho a no ser odiado, traicionado, o herido?¿O que expidan una ley en la que prohíban las burlas y decreten que los defectos físicos no existen? #perfectamenteImperfecto.

De vuelta al man que le sacaron el jopo ya se considera un sobreviviente, ya quiere ir a dictar una conferencia, un discurso inspirador en el que lo aplaudan de pie, y lo escuchen repetir como cotorra mojada  “resiliencia”. Ahora, amanece bajoneado y ya quiere sentar cátedra y escribir un libro sobre la depresión, crear una fundación para que nadie tenga que pasar por lo mismo que él pasó. Nunca había sido tan fácil trascender, la épica nunca había estado tan al alcance de la mano.

Y es que si algo banalizó esta generación en su afán de disfrazar de sensibilidad su hipersusceptibilidad, fueron las enfermedades mentales. Reclaman haber sido los primeros en reconocerlas, en hablar de ellas, pero lo único que lograron fue romantizarlas, idealizarlas, y esconder tras ellas su incapacidad para enfrentar el dolor y el rechazo.

Antes un joven se deprimía y le daban correa, para que dejara la bobada, y llorara por algo. Hoy, sufrir de una enfermedad mental es todo un acontecimiento. Desde que el imaginario popular asoció genio y locura, todo el mundo, en especial los artistas mediocres tipo J Balvin, quieren tener una. Si  un estudio certificara que la depresión es una enfermedad propia de vigilantes y taxistas,  no de genios, les aseguro que no existirían  índices tan altos de estos padecimientos.

Bajo el criterio actual, si tras 10 años de haber soportado el engaño y el menosprecio de su pareja una mujer decide denunciarlo, la crítica no apunta a reprocharle su baja autoestima, ni a cuestionarle el por qué no lo abandonó antes, sino a aplaudirle el hecho de que haya subido un vídeo denunciándolo. Porque a esto reduce el termino valentía, a hacer publica tus desgracias. Como si todo en esta vida se solucionara subiendo un video a redes, y culpando a aquel, del que no fuiste capaz de desprenderte y al que le permitiste hacer contigo lo que le diera en gana, de tus falencias e inseguridades. Valiente si lo hubiera dejado antes de que a ella se le acabara el “amor”,  y cuando sabía que la iba a doler como un carajo.

Vapulear a tu ex en redes no te va a dar la fuerza para olvidarlo; achucharle como perros rabiosos tus contactos no te va a devolver la dignidad perdida. Los likes no curan heridas; la lastima y compasión de tus seguidores no te hace mejor persona. Padecer de una enfermedad mental no te convierte automáticamente en un artista ni en alguien más sensible.
Una generación que evalúa y valora cualquier suceso desde el victimismo y la lástima, que presenta falencias, debilidad en el carácter, por ejemplo, como cualidades. Que critica al que manipula, no al que se deja manipular. Al que causa daño, no al que lo permite.