Apuesto a que, si El Chavo del 8 hubiera sido creado hoy, y bajo este discurso actual que pretende sofisticar la precarización inmobiliaria, maquillar el hacinamiento y presentarlo como algo cool, a la vecindad no la hubieran llamado vecindad, mucho menos inquilinato, sino Cohousing. Un espacio colaborativo en el que doña Florinda, la Bruja y demás amantes de la vida comunitaria y autogestionada comparten espacio de lavandería -tanque de agua y cuerdas- y salón de juegos -patio-. A Don Ramón y a la Chilindrina los hubieran llamado roomies. Y dada la gran cantidad de negocios creados: aguas frescas, venta de globos, “dar bola”… el patio de la vecindad sería considerado el primer gran espacio de coworking, y el Chavo, Quico y la Chilindrina, 3 grandes emprendedores.
Bajo este modelo negacionista que inadmite y no reconoce la pobreza y la injusticia social, y en el que lo que más se resalta es la supuesta libertad que tenemos de elegir, el Chavo se la pasaría repitiendo que eligió libremente ser pobre. Y su respuesta a la pregunta ¿qué mensaje le envía a este sistema económico que le negó y lo privó desde su nacimiento de un techo digno y una alimentación básica?, sería: ¡al cabo que ni quería!
Amparados en el concepto de promover los espacios compartidos, pero con el único fin de reducirlos para así poder construir el mayor número de unidades de vivienda por metro cuadrado y aumentar la rentabilidad, a las grandes constructoras y especuladores inmobiliarios se les hubiera hecho agua la boca con lo que ellos mismos hubieran calificado como la mayor genialidad del diseño, redistribución, optimización y reducción de espacios, el barril. ¿Pa qué más? Si en París los hacinan en 9 m2, y en Hong Kong en casas ataúd de 2 m2 ¿por qué no reclamar de los consumidores un esfuercito más, un poquito más de cooperativismo ecológico y de compromiso con el planeta, y embutirlos en un barril? Obviamente lo único que no reducirían sería su precio. Barril con orificio rectangular, y horizontal, en la parte frontal – ventana -, otro ubicado en la retaguardia y con forma de asterisco -letrina-; colchón vertical, tubo de agua, tabla para picar y consumir alimentos, desde 150 millones de pesos y subsidios del 30 % del valor de la cuota inicial.
Hubieran aprovechado además para promover las nuevas políticas y “dinámicas” de explotación y precarización laboral. Y es que si alguien se hubiera acomodado al paradigma actual de presentar la inestabilidad y la falta de empleos formales y bien remunerados como algo positivo y deseable, sería el personaje de don Ramón. A través de él promoverían la informalidad laboral, los contratos basura, y a él lo exaltarían como pionero de la filosofía “sé tu propio jefe”.
Ojalá que tampoco les dé por hacer una nueva versión porque la usarían, no para entretener y hacer reír, sino para lo que usan todas las series hoy, para meter ideología de género a la lata, hacer activismo, imponer e impulsar una agenda.
Toda la trama giraría en torno a la tendencia, identidad sexual y raza de los personajes. Una vecindad plural e incluyente en la que convivirían diversidad de etnias y géneros. De raro nada que en un remake ‘El Chavo’ sea afro o hindú, es más, podría no ser el Chavo sino la Chava, o, por qué no, el Chave del 8, el primer Chavo no binario. Y un capítulo entero podría estar dedicado a su cambio de género. De Perogrullo afirmar que se comunicarían en lenguaje inclusivo, la Chilindrine, el Quike, la Bruje… Doña Nieves se la pasaría reclamando su derecho a la eutanasia y sería aclamada como precursora en la lucha contra el machismo opresor.
Media vecindad sería homosexual, y la otra media estaría enclosetada. Entre los que llevarían una doble vida estarían: el profesor Jirafales, drag Queen; y don Ramón, transgénero. A escondidas, Doña Clotilde y la flamante madre cabeza de hogar, doña Florinda, sostendrían relaciones lésbicas. A propósito, la primera no sería retratada como una solterona, ni como la eterna enamorada de su roro, sino como una mujer adelantada a su época y quien nunca necesitó de un hombre para ser feliz, y que aún hoy a su edad se auto satisface con una amplia y variada gama de vibradores. Para nadie es un secreto que bajo la dictadura actual, las relaciones heterosexuales sanas y felices no existen, todas están mediadas por el abuso, el engaño, la manipulación y el maltrato por parte de los acosadores, o lo que antes llamábamos hombres; y sus víctimas, o lo que antes llamábamos mujeres, sólo pueden encontrar el amor y el placer sexual verdaderos ya sea en otras víctimas – otras mujeres-, o en el uso de consoladores.
Rapadas y enarbolando pañuelos verdes, la Chilindrina y la Paty se declararían género fluido, pro aborto, repetirían cada 5 segundos la palabra empoderadas, y se manifestarían a favor de tumbar el heteropatriarcado del señor Barriga, y denunciarían el acoso sexual de Jaimito el cartero… “en esta vecindad…” perdón, “en este cohousing se esconde un violador”, se hubiera leído minutos antes en el cuerpo del cartel que valientemente sostenía la Popis, y tras 7 capítulos de una hora cada uno de estar arrojando indicios falsos y dilatando la revelación de la verdadera identidad del agresor. En un momento épico, y una a una, se irían uniendo a la Popis todas las víctimas. Al final, y en otro momento aún más épico, siempre se puede ser más épico, aparecerían don Ramón y el docente, maquillados, en minifalda y en tacones, declarando que elles también fueron víctimas del cartero y aprovechando de paso para revelar sus verdaderas orientaciones sexuales. Por las mejillas de todos rodarían lágrimas y en el salón de juegos del cohousing resonarían aplausos.
Básicamente, el único hombre realmente heterosexual vendría a ser el señor Barriga, el cual, para no desentonar con la ideología actual – la misma que reclama respeto por las mujeres y los miembros de un colectivo, pero que nos retrata a todos los hombres como criminales, y ha degradado la heterosexualidad a nivel de aberración -, vendría a ser otro acosador. En palabras actuales, un depredador, un monstruo que se valió de la vulnerabilidad económica de sus víctimas al momento de cobrar la renta para someterlas sexualmente y es hoy el responsable de todos sus traumas. Es más, la relación entre Florinda Meza y Roberto Gómez Bolaños no hubiera podido ser. Bajo el argumento, él se aprovechó de su nobleza, osease, de su relación de poder y de su incapacidad de resistirse ( resistirse ante el enorme poder, fama y fortuna del señor) para seducirla. Eso sí, la “víctima” no hubiera recibido una millonaria herencia ni tendría hoy velas en la “dolorosa” disputa de los derechos intelectuales del programa Chespirito, ni sobre la imagen y derechos biográficos de Roberto Gómez Bolaños.
De regreso a la serie, sobra decir que durante otro capítulo, en el que, como por variar, el sexo presentado como trauma y delito sea el eje central, se armarían de valor y lo denunciarían. Acoso, revictimizar, violencia de género, normalizar, machismo, y demás términos estarían a la orden del día.
Mientras lo cachetea, que una mujer casque, levante ella misma a un hombre es algo muy bien visto hoy -en lo único que el chavo original no está desactualizado-, Doña Florinda no podría llamar a don Ramón chusma sino un nadie, un empobrecido, empobrecide.
En fin, el programe sería aburridísime. Ver al Chavo y a la Chilindrina, no jugando, sino pegados a su celular, tomándose selfies, haciendo coreografías y bailes de TikTok, y cuasi suplicándole a quienes ven sus vídeos que se suscriban a su canal y les den muchos “eso”, “eso”, “eso” -como muy seguramente llamarían a los likes- sólo generaría fastidio y bostezos.