Festival de Cine de San Sebastián Edición 64
XQuinientos es el nombre del pueblo que en los atlas del mundo aparece como el centro geográfico de todo el continente americano. El director Juan Andrés Arango eligió este nombre para titular su segundo largometraje porque evoca y reúne los tres lugares donde se ubican las tres historias que arman la película: Ciudad de México, Buenaventura y Montreal.
XQuinientos es una conversación entre seres que no se tocan pero que están conectados por la juventud, la rebeldía y el dolor.
El resultado es una película que todavía no se ha sometido al veredicto de la crítica y a la que el público le ha dado su voto de aprobación. Un montaje hilado finamente para contar sin sobresaltos los paralelismos de estas vidas rotas, con el fondo de una banda sonora, que recuerda los sinsabores de Rodrigo D, de Victor Gaviria. Tres historias unidas por la pérdida de seres queridos y del desarraigo que provoca la inmigración y el sentimiento de estar solo, de no tener dónde apoyarse.
Para conseguir un trabajo tan complejo Arango fomentó en las comunidades donde se rodaron las historias complicidad y cooperación. Implicándose y trabajando con poco equipo técnico para no avasallar sino trasmitir. La elección de los actores se hizo en colegios, centros comunitarios y en los barrios donde pescadores y delincuentes tienen muy claro sus límites, en el caso de Buenaventura. Fronteras invisibles en la que cada paso está tabulado. Conseguir un retrato tan cercano y natural es el resultado de varios años de investigación, comidas y repetidas pruebas de de rodaje.
Jonathan Díaz, el protagonista de la historia ambientada en Buenaventura, no quería hacer la película porque se encontraba enfermo, y su madre cada día lo empujaba a asistir a las sesiones de casting; más por hastío que por convencimiento se presentó. Y fue toda una revelación porque es extremadamente tímido. Todavía practica los consejos del preparador de actores Andrés Barrientos: “respira profundo y expulsa todo lo que atormenta, te da miedo o te comprime”. “Y lo he hecho cuando me están entrevistando”, cuenta y sonríe un actor que ha pasado por San Sebastián para descubrir que le apasiona el arte, que los cuadros le dan tranquilidad y que si pudiera elegir se convertiría en pintor.
Para Jembie Almazán, que representa a la chica que tras la muerte de su madre en Filipina se viene a vivir a Montreal con su abuela, lo más difícil fue raparse las cejas, y aunque le fascinó el trabajo realizado, si tiene que dejar los estudios no piensa convertirse en actriz.
La felicidad del primer día, ante la empatía de los jóvenes, se repitió en cada una de las representaciones que tuvo la película en San Sebastián. Hay que esperar hasta el día de la premiación, a ver si se tiene la suerte de conseguir el preciado galardón de Horizontes Latinos, que consiste en 35 mil euros, de los cuales se destina 25 para el distribuidor en España.
Un trabajo largo y complicado, en cuatro países diferentes que los productores, Jorge Andrés Botero y la francesa Yannick Létourneau, defendieron hasta conseguir el resultado que él director quería. En las salas donde se presentó no hubo ni una deserción, ni un cuchicheo y al final abrazos y alegría por compartir y conocer culturas que cada vez son más cercanas para el espectador de San Sebastián que antes que las Perlas, o los filmes de la Sección Oficial, elige el cine latinoamericano con el que se siente cada vez más recompensado.
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