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Es una ciudad que no se disputa nadie y que hace tiempo dejó de ser el lugar de moda o el destino al que todos sueñan con ir. Auténtica y encantadora,  ha renovado sus tranvías y convertido sus plazas y bares en lugares para pasear sin prisas, en medio del lujo de poseer el tiempo y la belleza de las ciudades que no han cedido al dictado del turismo de masas y que sostiene ese ritmo apto para conversar y realizar  recorridos llenos de arte y sorpresas.

Foto: Victoria Puerta. Un aire refinado y tranquilo que se vive en cada paso que das en la ciudad en la que se nota  el placer de surtidas mesas y el compromiso con las buenas prácticas  en el manejo de los productos locales.

 

Foto: Victoria Puerta. Tomar café en Turín es toda una experiencia, en la que fue primera capital de Italia en el siglo XIX y ahora sede del gran encuentro Terra Madre, del movimiento Food for Change y Slow Food.

 

Foto: Victoria Puerta. Cuando se habla de diseño sostenible todas las miradas se dirigen a Turin, antes industrial, ahora sede de importantes investigaciones con materiales reciclados

 

Foto: Victoria Puerta. Abrazada por 25 kms de corredores porticados, el recorrido por la ciudad es un verdadero descanso.

No sé nada de Turín diferente a lo que cuentan las guías de turismo. Que si tiene los museo de arte egipcio y el cine más importante del mundo e imponentes palacios barrocos, 25 kms de corredores porticados que abrazan la ciudad y una luna escoltada por los Alpes, que cuando se posa en el río Po se convierte en uno de los espectáculos más conmovedores de la ciudad. Algo más sé, y no está escrito en ningún rincón de sus paredes o callejuelas. Desde que pisé sus calles, un extraño amor, que ahora es nostalgia, me acompaña.

Foto: Victoria Puerta. En sus escaparates los elegantes vinos de la región.

Me he prometido alargar esa fijación viviendo en  una ciudad que hace tiempo ostenta ese «discreto encanto de la burguesía» y que entrega más de lo que un viajero puede soñar.

A Turín la define sobre todo esa vieja tradición de platos fuertes, elaborados con harinas traídas de todo el país y alimentados por una huerta variada aderezada por hierbas de montaña y los olores de la famosa trufa blanca  de su vecina Alba.

En sus mesas se palpa el tiempo lento, de pastas y chocolate pues fue allí se inventó la moda del grissini y el chocolate, presentado por primera vez  en 1560 por Enmanuel Filiberto de Saboya y patentado por el maestro chocolatero, Doret, primero en solidificar el chocolate.

Luego, los importadores de café hicieron famosa esa bebida de cacao, café y crema de leche, tan sabrosa y perdurable como los bombones de chocolate y avellana.

Mantequilla, trufas, carnes de la Lombardía, rissotos y mesas donde los italianos viven toda la gloria de una gastronomía que llegó para expandirse y quedarse en todos los rincones del planeta. Esa dicha tienen.

Foto: Victoria Puerta. La huerta  de las tierras del Piamonte: sabrosa, ecológica y colorida.

Una añoranza olfativa, romántica y realmente italiana que me lleva siempre a una tarde deliciosa en la ciudad que inventó una forma de amar, vestir y ¡comer|, aunque se tenga en un cómodo y extraño olvido.

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