La reforma del Mercado Público de Santa Cruz de Lorica parece un canto a la desdicha. La alegría de ver recuperado un espacio tan significativo para la región, rápidamente se transformó en estupor. La instalación de cubículos en la nave central convirtió «lo que comenzó como una buena iniciativa en un mal negocio». El mercado de Lorica permanece en mi recuerdo, hermoso, decadente, asomado al río.
El edificio construido en 1928 en estilo republicano, hervía cada día con las cocineras ancestrales y los vendedores de especias, artesanías, frutas y verduras. El espectáculo entrañable y auténtico fue borrado de golpe con una reforma que no ha dejado más que incertidumbres, desesperanza e impotencia.
Nadie quiere dar su nombre por temor a represalias, pero los dolientes se quejan de una intervención que ha dejado a los comerciantes más vitales encerrados en la parte de atrás del mercado. Allí muertos de tedio y calor relatan su desazón al contemplar los puestos de la parte frontal que tapan la vista del río y en los que se oferta lácteos y panadería, productos que no eran habituales del mercado. Estos puestos permanecen cerrados.
Una hermosa puesta en escena que parece avergonzó a los arquitectos que proyectaron la reforma del mercado de Lorica. Las cocineras de Bocahico y sancocho de gallina tampoco están contentas. Se entristecen cuando echan la visita a los corredores ciegos, donde sus compañeros de fatigas ignoran los tránsitos del día, los colores cambiantes del río, la algarabía de los gaviotas y sobre todo el trasegar feliz de los visitantes que participan de una fiesta de los sentidos que les ha sido arrebatada por la ambición de funcionarios ignorantes de las señas de identidad de un mercado, que es además Patrimonio Nacional.
Devolver la imagen majestuosa del Sinú a los comerciantes de Lorica es posible. Basta con derribar la negligencia y algunos locales que solo sirven para fomentar la desdicha. Hace un año hice éstas fotos y me gustaría que se hubieran quedo obsoletas, porque a los comerciantes de Lorica la administración les ha devuelto la fascinación de vivir los ritmos del río Sinú y el regreso de la armonía, de los enamorados de la vida sencilla y de las emociones que producía el acto de sentarse en los comedores de las cocineras ancestrales de Lorica y del ambiente de color que las envolvía
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