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Tiene la ciudad de Medellín un montón de muchachos que buscan desesperadamente un lugar para dormir, un trabajo que les permita llevarse algo a la boca. Son muchos, pero no son colombianos. Llegan cada día de Venezuela y suelen recibir el nombre de kilometro cero cuando todavía no han construido ninguna historia laboral y el arraigo depende de familiares ya instalados, que han conseguido crear vínculos en una ciudad que no se los pone fácil.

Hay personas buenas, pero también muchas que se aprovechan de la fragilidad y el hambre que arrastran los recién llegados. El éxodo venezolano es un dilema para un país como Colombia que  ha sido tradicionalmente un lugar cerrado a los inmigrantes, y más a los que llegan con la etiqueta de inmigrantes económicos, es decir ¡pobres!

Sin embargo, pienso que esa calificación deber ser más para un Estado que nunca había tenido amenazadas sus fronteras. Los cambios en los regímenes autoritarios de Cuba y Venezuela han traído en los últimos años a un montón de personas para las que no hay habilitadas leyes y mucho menos expectativas, aunque la naturaleza bondadosa del colombiano les permita vivir el día a día con algo de esperanza.

El drama de Venezuela, además de leyes, necesita consensos y ayudas a una sociedad civil que ha mirado a otro lado con los campesinos expulsados de sus tierras, y que ahora tiene en su propia vecindad la presencia de seres que tienen escrito en su cara miedo y desamparo, y, al país en un estado de incredulidad ante las novedades que aporta un fenómeno que provoca inquietud, porque toca la fibra xenófoba, dormida en los colombianos, pero fácil de exteriorizar ante situaciones extremas.

Para el Estado colombiano no es una opción, sino una obligación acelerar los procesos de acogida y refugio porque el éxodo no ha hecho más que empezar. Para evitar batallas como las que viven a diario países como Italia y España, urge el diseño de una política en la que estén implicados los miembros de una región que no tiene costumbre de recibir extranjeros en masa y cuya pedagogía de tolerancia apenas comienza a tener sus primeros exámenes.

 

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