Hasta octubre la isla ubicada en el mediterráneo español, acoge a miles de visitantes deslumbrados por la salvaje belleza de su interior y la sofisticación de su vida nocturna.
Lento el barco acerca al viajero al deseo acariciado durante todo el año, al espacio donde los adjetivos más utilizado son placer y locura. Un lugar que no duerme y en el que hasta una puesta del sol en el mundialmente Café del Mar, constituye una fiesta, en la ciudad patrimonio de la humanidad, Pitusa menor. Ibiza y sus encantos veraniegos, teatro de verano, «tierra de placeres».
Esta pequeña isla, equidistante de Valencia y Barcelona, es hogar desde los años 60 de todas las maneras y afectos libertarios, y de románticos que encontraron cobijo y descanso en un paisaje de vértigo, por la presencia de la montaña y el mar, cuyos vértices se encuentran en playas abrigadas por sus imponentes perfiles.
Ibiza esconde en sus escasos 41 kms de longitud y 20 de ancho, tantos atractivos como pequeños hoteles, restaurantes, discotecas, mercadillos y actividades para no parar ni de día ni de noche.
Los más fiesteros suelen encontrar en las macro fiestas asistidas por los más reconocidos djs del mundo entero un aire loco y excesivo. Famosas entre famosas son las que organiza la discoteca Pachá y Amnesia. Por las calles del casco viejo noche tras noche las comparsas de Drag Quens con sus pestañas kilométricas, sus voluminosas pelucas, hacen de pregoneros de las discotecas.
En la Ibiza del centro y de las murallas se esconde un delicado entramado de calles, en las que con paciencia o despiste se van encontrando lugares donde la música suave, las velas, las sedas orientales y las comidas exóticas enseñan ese rostro bohemio que el bullicio de la calle arrebata. En el recinto amurallado se pueden visitar monumentos de gran valor histórico como el museo arqueológico, o la plaza de Dalt Vila, en la que se concentran todo tipo de tiendas y terrazas. Este casco antiguo recoge un sinfín de estilos medievales y renacentistas.
Para otros la excitación se resume en dos palabras: sol y mar. La noche Ibicenca invita a la locura, pero el día alarga sus destellos e invita a coger cualquiera de los caminos que llevan a playas tan frecuentadas como Ses salines o Cala d´Hort desde donde se divisa el islote de Es vedrá, lugar mágico al que se le atribuye poder para producir entre quienes lo visitan experiencias místicas, como las vividas por el padre Frances en el siglo pasado.
Playas salvajes como las del municipio de San Antoni; o ubicadas entre altos acantilados y parajes sembrados de almendros. Estas calas esconden tesoros como las pinturas rupestres en Cova des Vi; tan populares como Talamanca; tan inexpugnables y costosas como las que rodean Na Xamena, cuyo estilo relajado de jacuzzis y miradores al mar bien vale lo que se paga-más un millón de pesos al día-. Son muchos los que se echan la mochila al hombro, alquilan una moto y se dejan caer por esas calas escondidas entre cipreses y rocas que albergan en su interior cuevas y pasajes secretos. Los que prefieren bailar y comer entonces encontraran de todo reunido en los chiringuitos tan entrañables como el de bigotes, en el que se llega en barca y se comparte su mesa larga con la pesca del día, o en los restaurantes de la playa de Ses Salines, donde no es extraño encontrar a la TOP del momento copa en mano para deleite y lujuria de la concurrencia. La lista es larga y entretenida.
El otro camino de Ibiza es el de los mercadillos. De sus perchas cuelga la famosa moda ad-lib( gasas blancas, encajes de bolillo, faldas para provocar el viento). El alma hippie asentada en Ibiza desde los años 60 tiene su mejor puesta en escena en el mercadillo de las Dalias, localizado cada sábado en la carretera Sant Carles, Km. 12.
Y si de mercadillos y playa se trata la cita es en isla de Formentera. Once millas separan el puerto de Ibiza de la Savina, principal entrada de una isla diminuta y hermosa como pocas en el mediterráneo, donde por cierto se rodó la película Lucía y el sexo. En el selectivo mercado de la Mola solo venden piezas hechas a mano.
De vuelta a Ibiza nada mejor que dejarse caer por el antiguo mercado del puerto para rematar la faena en las terrazas …y después, la noche trepidante y única, y el día de nuevo y la playa y la locura hippie, e Ibiza para revisitarla aunque sea siempre en el recuerdo
es verdad el hostal talamanca es excelente y es mas barato que ir a san andres la gente no se mete con nadie y no se ufanan del dinero como en colombia
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Gracias por tu comentario. Sí. Lo más bonito de la isla es la cercanía con la naturaleza.En Ibiza La ostentación está muy mal vista.
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