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Durante la última década, gran parte de las economías en América Latina han mostrado un crecimiento sostenido que ha tenido como resultado un aumento de su clase media. Sin embargo, a pesar de estos avances, los niveles de pobreza y desigualdad siguen siendo altos y la exclusión financiera continúa afectando a diversos sectores, tanto de la población urbana como rural, dificultando el desarrollo económico y social de los países y de la región.

Este contexto, sumado a la situación sanitaria actual, trae consigo una necesidad muy clara para que las personas aprendan a manejar sus finanzas personales y a realizar sus compras y pagos de manera diferente, sin tener que desplazarse o manejar billetes, beneficiándose de las opciones que hoy ofrece el sector financiero. Lo anterior es todo un reto, porque para ello es necesario proveer los mecanismos, la información y la capacitación necesaria.

Por eso la tecnología y las soluciones innovadoras que desincentivan el uso del efectivo, sumamente costoso para los países, los gobiernos y para aquellas entidades que requieren almacenarlo o trasladarlo, son un recurso bastante oportuno y útil en una coyuntura como la que atraviesa el planeta, durante la cual se deben evitar los desplazamientos innecesarios y el contacto social.

Muchos países, y no sólo en Latinoamérica, han visto la necesidad de disminuir el uso del efectivo como método de pago, lo cual tiene claros beneficios en el desarrollo económico y social del país, promoviendo e impulsando la inclusión financiera y el uso de los pagos electrónicos, los cuales resultan ser más oportunos, seguros y eficaces.

En ese sentido, es clave fomentar las iniciativas para aumentar los niveles de inclusión financiera, fortaleciendo los programas de educación financiera, brindando una oferta adecuada y accesible de servicios y promoviendo e incentivando una demanda que garantice el uso adecuado de éstos. El acceso a los servicios financieros en general es bajo en América Latina; a pesar de los avances tecnológicos y de la oferta de servicios de las entidades financieras, es necesario seguir trabajando de manera articulada y acelerada, especialmente por la coyuntura actual, en ampliar la base de ciudadanos que acceden a los servicios financieros de manera digital.

Para lograr el objetivo de bancarización y dar un impulso a la disminución del uso del efectivo, se debe continuar trabajando en la implementación de políticas públicas promovidas por los gobiernos, que incentiven y muestren el beneficio de los pagos electrónicos. De otra parte, el sector financiero viene ofreciendo un amplio portafolio de servicios digitales, tanto de manera individual como de manera colaborativa, buscando cada vez mejorar la experiencia de sus clientes y de atraer nuevos.

Por supuesto, un factor determinante en este proceso de inclusión financiera es el de la educación, es necesario el trabajo conjunto entre diferentes actores para capacitar a los usuarios en el uso de los servicios financieros digitales. Queda un camino importante que recorrer para que más ciudadanos utilicen los pagos electrónicos, y dada la coyuntura actual, se hace más importante acelerar el proceso de inclusión financiera, es necesario el compromiso de quienes hacen parte directa o indirecta del ecosistema.

 

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