Después de varios meses esperando tener la oportunidad de acudir a una de las tantas reuniones que ha organizado la Comisión de la Verdad en diversas ciudades de Alemania, la semana pasada logré finalmente apartarme de mis actividades laborales para destinar dos horas al evento que abordaría la temática de las víctimas del conflicto armado colombiano en el exilio, que además contaba en su cartel de ponentes con el ministro de Relaciones Exteriores Álvaro Leyva y la vicepresidente de Colombia Francia Márquez. Después de aproximadamente cinco años de trabajar el conflicto armado colombiano de primera mano con sus víctimas, mis expectativas no eran muy altas, ya que conozco la metodología y el resultado de los informes de la Comisión de la Verdad, construidos sin ningún rigor académico, pero con una enorme carga ideológica que ha manipulado la historia del conflicto y sus testimonios, hechos que he analizado en algunas de mis anteriores columnas.
Así llegaba el día del evento en la ciudad de München, empezaban a llegar a cuentagotas los visitantes y expositores. Al olvidar inscribirme, en algún momento tuve el temor de quedarme sin asiento, pero al ingresar de último, mi sorpresa fue enorme ya que mal contados se ubicaban unas 50 personas, más de la mitad pertenecientes a la organización del evento, la delegación de la Embajada de Colombia e integrantes de múltiples ONG que evidentemente estaban alineadas como activistas y militantes del trabajo político de la Comisión de la Verdad. La realidad de esta primera impresión fue muy clara, lo que pasa en Colombia interesa muy poco a la sociedad alemana, y el interés se reduce a grupos muy pequeños de académicos alemanes que reciben enormes ingresos para financiar proyectos de investigaciones y publicaciones que sólo se dan a conocer entre un círculo muy pequeño.
El evento no inició con la reconocida puntualidad alemana; evidentemente no eran los organizadores, aunque sí con la característica tardanza del nuevo gobierno del cambio. Mis dudas se hicieron realidad cuando noté como todo el evento giraba no entorno a las víctimas, sino a la llegada del ministro Leyva, pero especialmente la vicepresidenta Márquez. Incluso los organizadores invitaban a los expositores a recortar sus presentaciones ya que el centro del evento y su planeación estaban completamente centrados en la “ilustre” visita de los dos políticos, que como algo anecdótico, se encontraban allí como participantes de la Conferencia de Seguridad de Múnich, naturalmente debido a la exitosa política de seguridad y paz del presidente Petro. El evento inició entonces con las palabras de algunos académicos.
El profesor Stefan Peters, director académico del Instituto Colombo-Alemán para la Paz (CAPAZ) manifestaba que en Colombia “hay una paz demasiado violenta”, pero que apoyaba la creación del Ministerio de la Igualdad como una herramienta efectiva para reducir la desigualdad. En este punto, como Historiador me quede sin palabras ante el análisis impresentable del representante de una institución que recibe una cuantiosa financiación del gobierno alemán y que, a cambio, solo contribuye a la divulgación política de la agenda del Pacto Histórico y la izquierda europea. Seguidamente, el ministro Leyva antes de condecorar al exembajador de Alemania en Colombia, Peter Ptassek, recordó de manera calurosa su reunión con el excomandante guerrillero Alfonso Cano, entorno a una cocina campesina comiendo arroz, para posteriormente intercambiar anécdotas sobre Jacobo Arenas y otros lideres guerrilleros, en un evidente relato que muestra su reconocida cercanía con estos grupos armados ilegales, declarando que no se debían juzgar como malos o buenos, sino entender que los había llevado a esa decisión de vida, seguramente una pregunta muy pertinente para las víctimas que quieren que los criminales sean condenados por sus atroces crímenes.
Mientras llegaba el momento central del evento, se realizó un corto performance, donde una actriz, que integra la Comisión de la Verdad en Alemania, saltó al escenario con una malla negra que cubría su rostro. Iniciaba entonces una perturbadora danza, mientras finalizaba recitando un poema como supuesta representación de las víctimas. A la final, esa ha sido la estrategia de la Comisión de la Verdad en el exterior, vendernos como un país lleno de riquezas naturales y rico en folklor con danzas y canciones, condenado al Estado como el culpable del conflicto, y señalando a las guerrillas como víctimas de la injusticia social. Así se está presentando el conflicto colombiano en el exterior. Ahora, le pregunto al lector, ¿se imaginan al Gobierno de Alemania organizando un performance de tambores y danzas para conmemorar el holocausto de la Segunda Guerra Mundial?
Finalmente, llegó el momento. Los asistentes aplauden de pie la entrada de la vicepresidenta de Wakanda, un país donde se están construyendo metros elevados desde Buenaventura a Barranquilla, donde las minorías gobiernan con sabiduría y sus pueblos viven en la paz total, un territorio donde no se utilizan combustibles fósiles, solo energías limpias. De regreso a la realidad, el discurso de Francia Márquez fue más de los mismo: populismo sin ningún tipo de sonrojo, promesas de justicia social y riqueza para todos, pero en donde la única que ha comenzado a vivir sabroso es ella y su entorno. Antes de retirarse a cumplir con su apretadísima agenda, remató con unas palabras, pero no piensen que era un nuevo acuerdo comercial para importar a Colombia huevos de Alemania, sino que, su objetivo era el de enseñar a los europeos a vivir en paz y evitar la “Cuarta Guerra Mundial”, aunque nunca mencionó cuando había iniciado y finalizado la Tercera.
Agobiado del acto político, decidí retirarme presurosamente para volver a la realidad, escuchando antes de mi salida cómo los representantes de la Comisión de la Verdad en Alemania celebraban que habían diseñado pañuelos a semejanza de las madres de la plaza mayo, para conmemorar a las víctimas y celebrando que por fin en Colombia había llegado el gobierno tanto habían soñado. Así, en ese delirio ideológico de la izquierda colombiana en el exilio, se proyecta la fantasía que reposa sobre la actual destrucción del Estado colombiano y sus instituciones, teniendo como telón de fondo a cientos de miles de jóvenes colombianos que en busca de una vida digna, se plantean abandonar el país como resultado del efecto “Petro”.
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