El flujo de migrantes hispanoamericanos a Europa crece de forma inmensurable, esto sin contar a quienes eligen como destino a los Estados Unidos y Canadá, e incluso a quienes migran a otros países vecinos del hemisferio americano. Las principales ciudades europeas como Madrid, Londres, Paris, Berlín, entre muchas otras, reciben en la actualidad a cientos de miles de migrantes de países como Colombia, México, Argentina, Perú, Ecuador, y evidentemente un numeroso grupo proveniente de la Venezuela socialista. Pero también llama la atención, la presencia de numerosos españoles, italianos y portugueses. Tal parece que en algunos de los llamados países latinos de Europa, se atraviesa por fenómenos políticos y económicos muy similares a los nuestros; la corrupción, el desempleo, la inflación, y una oferta salarial muy por debajo de la media de los países más prósperos que integran la Unión Europea, son algunas de las razones que generan esta migración.
La situación se vuelve más evidente cuando en la vida diaria no es una casualidad encontrarse en algún local con argentinos que han decidido hacer uso de su rico pasado migratorio europeo, para escapar de la criminalidad, la inflación y la crisis política que desborda a ese país. Lejos queda ya el recuerdo de una nación que al iniciar el siglo XX, era considerada como una de las economías más fuertes del mundo. En el caso de España, Portugal e Italia, la caída del salario real y la precariedad laboral a llevado a muchos profesionales de diferentes campos a probar suerte en países donde pueden obtener mayores garantías en sus empleos, ventajas que también hacen uso quienes carecen de un perfil técnico o profesional.
Durante la Guerra Civil Española y luego con la Segunda Guerra Mundial, numerosos europeos emigraron al continente americano y encontraron un territorio y una sociedad que los acogió de forma inmediata, en algunos países como Argentina y Venezuela, se les ofrecieron numerosas ventajas que facilitaron la llegada de muchos más, encontrándose con una prosperidad y abundancia totalmente desconocida en sus países de origen donde la devastación de la guerra había arrasado con todo. Sin embargo, la Historia está llena de paradojas, ironías y por supuesto tragedias.
La paradoja de nuestro continente es que, siendo nuestros países propicios para la riqueza, debido a la gran extensión de la mayoría de sus territorios, la diversidad de pisos térmicos, la enorme capacidad para la producción de alimentos, sin mencionar la variedad de recursos minerales de su subsuelo y yacimientos de petróleo y gas. La mayoría de su población vive con serias limitaciones y dificultades para alimentarse diariamente, teniendo la imposibilidad de acceder al agua potable, servicio eléctrico, médico, educativo, entre muchos otros servicios básicos. La ironía es que a pesar de que numerosos políticos del lado que sea, prometen en cada periodo electoral cambiar la situación con soluciones mágicas y mentiras que se han repetido incansablemente, solo podemos ser testigos de cómo tan solo unos meses después de llegar al poder empiezan el saqueo sistemático de nuestros bolsillos. Nos quejamos y criticamos para luego en las siguientes elecciones seguir eligiéndolos.
Pero la mayor tragedia que nos afecta es la perdida de la esperanza, que nos ha sumergido en la decepción y la frustración. Un continente con los índices de violencia más altos del mundo, acrecentando cada vez más una visión pesimista del futuro que ha llevado y sigue empujando a cientos de miles de personas a marcharse, reuniendo a individuos de todos los países de Hispanoamérica en la vieja Europa, diferentes orígenes envueltos por las mismas tragedias.
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