Por fin el final de la historia de Andrés con Juliana. La primera parte está acá, la segunda la encuentran acá y la tercera la pueden leer haciendo clic acá. Muchas gracias a todos por leer la historia completa, sobretodo los que cada semana se pegaron a ella. Sus comentarios me hacen reír mucho y son los que hacen dar más ganas de seguir escribiendo. «Le pasó a un amigo» son las historias de Andrés con las mujeres y espero publicar una historia diferente cada jueves. Hace parte de los Marmotazos, en donde escribo de todo un poco. Bienvenidos.


Previously on “Le pasó a un amigo”:

¿Aló? Hooola Juliana, ¿cómo estás? Hola Andrés, oye, voy para Bogotá. ¿En serio? Oye, qué bueno, me avisas y nos vemos un ratico. No, es que voy YA a Bogotá. Yo creo que estoy llegando a Bogotá a las 4 am. ¿Me recoges?

Cuando ella salió de la ducha a cambiarse, Andrés ya estaba desesperado y pensando que no había conocido antes una persona tan despreocupada. Cuando por fin ella salió de la casa de Andrés, él respiró hondo y pensó “¿ahora… cómo belcebúes voy a salir de esta?”

Andrés estaba en su trabajo y recibe mil llamadas de Juliana. Finalmente se encuentran y Andrés le dice que no se puede seguir quedando en su casa. Ella llama a un amigo para pedir posada, pero al final no aparece. Ya son dos noches en que Andrés comparte cama. El viernes logra zafarse de ella, deja las maletas en la portería y no contesta llamadas. El sábado transcurre normal, hasta que suena el citófono. ¿Será Juliana?


 

Un día Juliana llegó (final).

– El problema no está en el uso sino en el abuso –

Mientras limpiaba las manchas de chocolate derramado -ya que el pan cayó justo en el pocillo humeante- Andrés miró a su mamá y le pidió que contestara el citófono y que ni de fundas dijera que él estaba en casa.

Fuente: www.todohabitat.es

«Buenos días don Argemiro…. sí señor… sí, Juliana es la amiga de mi hijo… no, no la deje pasar, mi hijo no est…. no… don Argem… no, no me la pase…. ¡¡Hola Juliana!! ¿Cómo me le va? …. Sí, él está en el matrimo… no Juliana, yo no la puedo dejar pasar… ¿bañarse?… sí, yo entiendo pero… No, él está en el matrimonio, no lo puedo llamar ahora, debe estar en plena misa… no, yo no la puedo dejar pasar, mi esposo se disgustaría… sí, disculpe pero… ok, ok. Yo le digo que la llame apenas pueda. Bueno, hasta luego Juliana».

Colgó el citófono y ambos se miraron como diciéndose «¡Qué descaro!». Efectivamente la niña no pasó el día anterior por las maletas y las dejó en la portería, que ya pasó a ser su armario personal. Andrés pensó que igual ella no tenía celular, por lo que él no tendría a donde llamarla y se esperó una tarde tranquila. Seguramente ella se llevó las maletas, trató de convencerse. En repetidas ocasiones entraron llamadas al celular de Andrés, como siempre de números desconocidos, hasta que él decidió contestar una y decir que estaba ocupadísimo en medio de la ceremonia. Para su sorpresa, era voz de hombre:

– ¿Don Andrés? ¿cómo me le va? Esculpe, es que tengo aquí a doña Juliana, está como enfermita, que dice que usté la puede recoger por acá por la 53.
– ¿Recoger? ¿Recoger en dónde? No señor, qué pena, pero yo estoy en una misa en este momento no puedo salir. Dígale a Juliana que yo la llamo tan pronto pueda, gracias.

Andrés sólo pensó que Juliana seguramente estaba borracha. ¿En una tienda? ¿por la 53? ¿Enfermita o borrachita? Esta vieja está como loca, se dijo.

Todo estaba fríamente calculado, ella no tenía celular así que se podría zafar de esta. Pobre iluso. Las llamadas no se hicieron esperar mucho. De nuevo, después de muchas llamadas perdidas Andrés decidió contestar:

¡¡Andrés!! ¿por qué no me contestas? -voz femenina, rápida y con tono exigente- Mira, es que estoy enferma y necesito que me recojas ya. Estoy en una tienda cerca a la 53.

¿Y esta vieja pendeja qué hace por la 53? Está como loca, pensó él,

– ¿Enferma? ¿Cómo así? Pero Juliana, tú sabes que yo estoy en Chía en el matrimonio, yo no me puedo volar así como así. Llama a alguien más.
– Pues es que llamé a mi hermano y él también está en Chía y tampoco me puede recoger.

¿¿UN HERMANO?? ¿¿Tiene un hermano en Bogotá?? ¿Y él no la recoge? ¿Y espera que yo sí me encarte?, fueron algunas de las preguntas que se hizo Andrés entre sorprendido y de mal genio.

– Lo siento Juliana, yo no puedo hacer eso.
– Es que estoy muy enferma, me duele mucho el estómago, necesito que alguien me saque de aquí.

Por supuesto él sólo pensaba que ese no era su problema, que la niña no pasaba de ser una conocida y que su responsabilidad se acabó hace mucho tiempo. «Juli, mira, si estás muy enferma pues coge un taxi, llama una ambulancia, ¿qué sé yo?»«¿Y a dónde llamo una ambulancia?»«No sé, la de tu EPS, o en últimas marca al 123». «Ay Andrés, llámame tú la ambulancia»«No, yo no te voy a llamar la ambulancia, Juliana. No sé tus datos, escasamente sé tu nombre y me van a preguntar tu cédula y demás. Lo más fácil es que llames tú». Tras ires y venires similares la conversación finalizó. Esta vieja está loca, se dijo.

Fuente: www.renso.es

Esa noche Andrés tenía una reunión con sus amigos, unos tragos pendientes. A media noche entró otra llamada al celular de Andrés, que nunca contestó. A las 5 de la mañana él llegó a su casa, bastante entonado, y a punto de cerrar los ojos entró otra llamada. Contestó. Otro desconocido diciendo que «Doña Juliana está aquí cerca al Carulla de la 85, que si la viene a recoger que está enferma». ¿Podrá ser tal el descaro? De mal genio y borracho le dijo: «Mire señor, yo escasamente conozco a esa niña. Yo estoy durmiendo, ella no es mi responsabilidad, así que lo siento mucho» y colgó.

Ese domingo pasó sin noticias de ella, por supuesto Andrés se levantó tipo 3 de la tarde. Salió a la tienda y pasando por la portería:

– Argemiro, ¡quiubo! ¿Qué? ¿Al fin a qué hora pasó mi amiga por las maletas?
– ¿Maletas? Don Andrés, las maletas siguen aquí. Su amiga está como loca porque ayer que vino estaba toda acelerada que porque no pudo subir y necesitaba bañarse. Me preguntó si aquí tenemos ducha, que si se podía bañar, que no se qué. Al final se cambió aquí en el bañito que tenemos y se fue, pero dejó las maletas«.

Andrés estaba sencillamente estupefacto. Eso lo superaba todo. Ya en el apartamento revisó su facebook y se encontró con una cantidad de estatus de Juliana que decían algo como «Estoy en la clínica, necesito que alguien venga y me recoja: 6 am». «Por favor, alguien venga por mí que no me dejan salir sola, estoy en la clínica Shaio: 8 am». «Alguien que pase por mí. Se me borran cosas de la memoria, venga alguien: 10 am». «Ya vienen por mí, gracias: 1 pm».

Andrés quedó entre extrañado y preocupado. Más lo primero que lo segundo. A las 9 de la noche una nueva llamada. Contestó y era Juliana. Le contó que estaba por la 85 y la «emburundangaron» como a las 5 am. ¿Qué hacía ella a las 5 am por ese sector? Esa vieja está como loca. Que se le estaban olvidando las cosas y que la llevaron en un taxi a esa clínica y que por fin la recogió un amigo. Le dijo a Andrés que iba para su casa para pasar por la ropa. Finalmente.

Fuente: www.elchiguirebipolar.net

Llegada la hora bajó a la portería, le entregó las maletas a Juliana y ella se fue con su amigo. Andrés quedó muy sorprendido porque Juliana no hizo más que agradecerle lo bien que él se portó con ella. Le agradeció mucho que le haya permitido dejar las maletas, que la haya dejado pasar la noche (las dos noches), y que estuviera pendiente de ella. Andrés no pudo más que sentirse mal porque en realidad no hizo tanto y sólo atinó a responderle «por nada Juli, por nada». Juliana parecía otra, tenía una actitud calmada, muy diferente al usual acelere.

Pasaron dos semanas sin que él supiera nada de ella, hasta que vio en facebook en el estatus de Juliana que decía que le habían diagnosticado «trastorno afectivo bipolar». A partir de ese momento, para Andrés todo tuvo sentido. Efectivamente esa vieja estaba loca.


Desde ese día Andrés no es el mismo. No confía tanto en sus «amistades» pasajeras, pero tampoco es tan tarado. De hecho, dice que ya no es tan caballero aunque sus amigos sabemos que no es cierto. Él me contó más historias, muchas, y yo quiero contárselas a ustedes (por fin me dio permiso). Así que nos veremos el próximo jueves con más de «Le pasó a un amigo».

Ah, y también escribo otras cosas, en la medida que las ocupaciones dan tiempo. Paséense por otros marmotazos. Me avisan antes para trapear y todo eso.

@OmarGamboa


Entradas anteriores: “¿Y si dividimos Bogotá en dos?” – “¿Cuál buen vividero?”


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