Desde hace rato quería escribir una entrada analizando el por qué los taxistas son tan poco educados con sus pasajeros, y buscando proponer una solución.
Empecemos por tratar de entender por qué hemos llegado a esta batalla campal entre taxistas y pasajeros: somos egoístas. Creo que la causa de todos nuestros males como sociedad colombiana es el egoísmo. Todo sería más fácil si hiciéramos el ejercicio mental de ponernos en el lugar del otro: los taxistas viven mamados y peleando con el tráfico tan agresivo que hay en Bogotá. Cualquiera termina con ganas de agarrar a bate al que se le cruce. Si como pasajeros, peatones, o conductores de particular o público nos pusiéramos en el lugar del otro, seríamos una mejor sociedad en las vías.
Y claro, los taxistas también deben ponerse en el lugar de sus pasajeros. Si soy taxista es porque estoy dispuesto a ofrecer un servicio y para ello debo tratar de ser el mejor: ser amable, llevar vueltas (no todos me van a pagar con moneditas), ir a donde mis pasajeros necesiten, parar, esperar, etc. De eso se trata el oficio de ser taxista. Si me va a dar mal genio cada vez que tengo que dar vueltas de un billete de 20 mil, o cada vez que me toca meterme en un trancón, creo que mejor me cambio de gremio. Es como si un profesor alegara con el rector cada vez que le toca hacer exámenes a los alumnos: «¿calificar exámenes? Nooooo, yo a eso no le jalo». ¿Se imaginan a un bombero diciendo «ah no. Yo no apago incendios más arriba del piso 3. Yo por allá tan alto no voy»? Entonces, señores taxistas, sean consecuentes y acepten los pormenores de su trabajo. Todos los trabajos requieren sacrificio. Yo creo que al Papa le dará mamera madrugar todos los días, pero no se pone a alegar por eso, ni enciende a crucifijo al que se le cruce por el camino.
Ahora, ¿por qué los taxistas siguen siendo tan desconsiderados y no les importa? Porque nunca les falta el trabajo. Si un pasajero «no les sirve» porque va lejos y les da mamera, en la siguiente esquina consiguen otro. Y si llueve, pues más trabajo les sale, y más en una ciudad como Bogotá donde parece que tenemos nube propia. No importa que algunos nos indignemos y prefiramos no subirnos a un taxi cuando desde el carro nos hacen señas de «voy para allá, si le sirve lo llevo». Siempre habrá alguien muy necesitado, que no se pueda dar el lujo de decirle a un taxista que no. Es que, en serio, hay días en que uno se sube a un taxi y siente que desde los cielos llega una luz y suena «AAAALELUYAAA». Termina uno sintiendo que de verdad le están haciendo un favor.
Donde uno de empleado le diga al jefe que no hace un trabajo lo van echando, simple. A un taxista no lo echan. Tiene que pasar algo extraordinario, como que dos abogados lo graben en un video siendo guache o agrediendo a mamás con niños en brazos y que lo compartan en El Tiempo, Semana o El Espectador. De lo contrario, no pasa un carajo. Estos señores taxistas están afiliados a tres o cuatro empresas. Tienen 2 radioteléfonos y ahora celular con cualquier App. ¿Que don Uldarico me sanciona? ¿qué importa?, alguien me sacará la mano en la calle, cargado de paquetes decembrinos. O por Tappsi algún servicio me sale. No hay pierde. No importa cuántos esfuerzos hagan los amigos de Tappsi, aunque sancionen ejemplarmente al taxista, igual tiene mil maneras más de conseguir carreras.
Algo que definitivamente falta es una capacitación por parte de las empresas de taxis. Sean de Uldarico o de otro. Yo creo que en Bogotá para ser taxista solo se necesita plata para el carro y para el cupo, pero la plata no es educación. Que aprendan a usar una direccional, que sepan que los PARE significan «pare». Que entiendan que el de adelante no necesariamente lleva el mismo afán que ellos.
Hablando varios en la casa de mi amigo Juan David, comentábamos que sería bueno «marcar» a los taxistas. Que uno desde lejos sepa si es bueno o malo y así saber si se sube uno no mejor lo deja pasar. En una App es fácil, porque si está sancionado, no le dan trabajo. Así como uno sabe si un hotel o un restaurante son buenos gracias a tripadvisor.com. Pero en la calle con los taxistas, ¿cómo hace uno? Debe haber un mecanismo directo y rápido para saber si alguien es buen o mal taxista. Hace un tiempo propuse en mi blog personal que usáramos calcomanías con caritas felices y tristes. Entonces… si veo un taxi con carita triste no me le subo. El lío es que debe ser un mecanismo que no sea fácil de quitar, pero tampoco imposible (no se trata de hacerle el daño al taxista).
En la charla surgieron algunas ideas, como usar espuma de esta que usan cada vez que la Selección gana un partido. Le echa uno al taxi que cobró de más o se negó a llevarnos. Para quitar la espuma les toca bajarse a lavar. También pensamos en las pistolas de paintball, pero claramente estas pueden ser peligrosas así que se desechó.
Pues, señores, ayer vi en Facebook una discusión sobre el tema, donde mi amiga Darling hablaba de una agresión de la que fue víctima y, en un comentario, Juan Carlos Pachón propuso algo que me pareció muy bueno: Pararnos en los semáforos con un cartel que diga algo como «SEÑOR TAXISTA: GRACIAS POR LLEVARNOS SEGUROS A CASA – GRACIAS POR SER AMABLE – GRACIAS POR ESTAR 10 HORAS SENTADO EN EL TRANCÓN – GRACIAS POR LLEVAR VUELTAS» y luego pegarles una calcomanía con una carita feliz o algo así.
La idea aún está en elaboración, pero sería bonito que muchos nos juntemos y enviemos este mensaje positivo. En vez de pelear con los taxistas a los que no les gusta trabajar, les agradecemos a los que son amables y tienen un gran sentido del servicio. Sería bonito que todos nos sensibilicemos frente al problema y entre todos busquemos una solución: taxistas y pasajeros. ¿No creen?
Les dejo esta entrada de Nestor Saenz, que me pareció un buen análisis sobre el tema. «¿Qué hacemos con los taxistas?»
Entradas anteriores: «Denunciar taxistas: la Secretaría de Movilidad nos da contentillo«, «Le pasó a un amigo: La cocinera«, «Le pasó a un amigo: Un día Juliana llegó»
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