Previously on “Le pasó a un amigo”:
—¿Aló? Hooola Juliana, ¿cómo estás? —Hola Andrés, oye, voy para Bogotá. —¿En serio? Oye, qué bueno, me avisas y nos vemos un ratico. —No, es que voy YA a Bogotá. Yo creo que estoy llegando a Bogotá a las 4 am. ¿Me recoges?
…
Cuando ella salió de la ducha a cambiarse, Andrés ya estaba desesperado y pensando que no había conocido antes una persona tan conchuda despreocupada. Cuando por fin ella salió de la casa de Andrés, él respiró hondo y pensó «¿ahora… cómo belcebúes voy a salir de esta?»
…
Andrés estaba en su trabajo y recibe mil llamadas de Juliana. Finalmente se encuentran y Andrés le dice que no se puede seguir quedando en su casa. Ella llama a un amigo para pedir posada, pero al final el mugre ese no aparece. Ya son dos noches en que Andrés comparte cama, pero sin beneficios. El viernes logró zafarse de ella y dejar las maletas en la portería, obvio no contesta llamadas. El sábado amanece normal, tomando chocolatico, hasta que suena el citófono. ¡CHAN CHANNNNNNN!
[Cae en cámara lenta el pan hacia el chocolate].
Nota para el apreciado lector: Los enlaces que ves más arriba son a las partes uno, dos y tres de esta historia, por si te las perdiste.
Un día Juliana se perdió (final)
– El problema no está en el uso sino en el abuso –
Mientras limpiaba las manchas del chocolate derramado —ya que el pan cayó justo en el pocillo humeante—, Andrés miró a su mamá con cara de «peeerrrdonnnnnnameeeeee» y le pidió que contestara el citófono. Y que ni de fundas dijera que él estaba en la casa.
—Buenos días don Argemiro… Sí s… Sí señor… Sí, Juliana es la amiga de mi hijo… No, no la deje pasar, mi hijo no est… No… Don Argem… No, no me la pase… ¡¡Hola Juliana!! ¿Cómo me le va?… Sí, él está en el matrimo… No Juliana, yo no la puedo dejar pasar… ¿Bañarse?… Sí, yo entiendo pero… No, él está en el matrimonio, no lo puedo llamar ahora, debe estar en plena misa… No, yo no la puedo dejar pasar, mi esposo se disgustaría… Sí, disculpe pero… OK, OK. Yo le digo que la llame apenas pueda… Bueno, hasta luego Juliana… Bueno, ad… —dirigiéndose a Andrés— Me colgó.
Colgó el citófono y ambos se miraron como diciéndose «¡Qué descaro!» Efectivamente la niña no pasó el día anterior por las maletas y las dejó en la portería, que ya se volvió su armario personal. Andrés recordó que igual ella no tenía celular, por lo que él no tendría a dónde llamarla y confió en que sería una tarde tranquila.
Seguramente ella se llevó las maletas, trató de convencerse. Varias veces entraron llamadas al celular de Andrés, todas de números desconocidos, hasta que decidió contestarle y decir que estaba ocupadísimo en pleno matrimonio. Solo le faltó poner algo de Pastor López y hacer el trencito en la habitación. Pero para su sorpresa, la voz al otro lado del teléfono era de hombre:
—¿Don Andrés? ¿Cómo me le va? Esculpe, es que tengo aquí en la tienda a doña Juliana. Está como enfermita, que dice que usté la puede recoger.
—¿Recoger? ¿Recoger en dónde? Qué pena señor, yo estoy en un matrimonio en este momento y no puedo salir. Dígale a Juliana que yo la llamo tan pronto pueda.
Andrés sólo pensó que Juliana seguramente estaba borracha. ¿En una tienda? ¿Enfermita o borrachita? Esta vieja está como loca, se dijo.
Todo estaba fríamente calculado, ella no tenía celular así que se podría zafar de esta. Pero la ilusión no le duró mucho. Las llamadas volvieron, cada vez más intensas. Andrés podía jurar que hasta el celular timbraba más duro, como diciendo «¡QUE ME CONTESTE, vida puerca!» De nuevo, después de muchas llamadas perdidas Andrés decidió contestar.
—¡¡Andrés!! ¿Por qué no me contestas? —voz femenina, rápida y con tono exigente— Mira que estoy enferma y necesito que me recojas ya. Estoy en una tienda cerca a la 53.
«¿Y esta vieja pendeja qué hace por la 53? Eso es plena zona de rumba. Está como loca», pensó él.
—¿Enferma? ¿Cómo así? Pero Juliana, tú sabes que yo estoy en Chía en el matrimonio, yo no me puedo volar así como así. Llama a alguien más.
—Pues es que llamé a mi hermano y él también está en Chía y tampoco me puede recoger.
«¿¿UN HERMANO?? ¿¿Tiene un hermano?? ¿¿Y en Bogotá?? ¿Que no la recoge? ¿Y espera que yo sí me encarte?», fueron algunas de las preguntas que se hizo Andrés (al menos las que podemos publicar en un blog decente como este), entre sorprendido y de mal genio.
—Lo siento Juliana, yo no puedo ir ahorita. Soy el padrino —cosa que sí era cierta, aunque el matrimonio todavía no era.
—Es que estoy muy enferma, me duele mucho el estómago, necesito que alguien me saque de aquí.
Por supuesto él sólo pensaba que ese no era su problema, que la niña no pasaba de ser una conocida, ¡de Facebook! Y que su responsabilidad se acabó hace mucho tiempo.
—Juli, mira, si estás muy enferma pues coge un taxi, llama una ambulancia, ¿qué sé yo? —le dijo en medio del desespero y el disgusto.
—¿Y a dónde llamo una ambulancia?
—No sé, Juli. La de tu EPS, o en últimas marca al 123.
—Ay Andrés, llámame tú la ambulancia.
—No, Juliana. Yo no te voy a llamar la ambulancia. No sé tus datos, escasamente sé tu nombre y me van a preguntar tu cédula, tu ubicación exacta y un poco de vainas más. Lo más práctico es que llames tú.
Tras ires y venires similares la conversación finalizó. «Esta vieja está como loca», se dijo.
Esa noche Andrés tenía una reunión con sus amigos, unos tragos pendientes, que de paso ayudaban a olvidar semejante chicharrón en el que se metió sin saber a qué horas.
A media noche entró otra llamada al celular de Andrés, que nunca contestó. A eso de las 5 de la mañana Andrés llegó a su casa, bastante entonado y, cuando cerró los ojos y ya iba a babear la almohada, entró otra llamada.
Contestó.
Era otro desconocido diciendo que «Doña Juliana está aquí cerca al Carulla de la 85, que si la viene a recoger que está enferma». ¿Podrá ser tal el descaro?
Esto ya era la tapa. De mal genio y borracho le dijo «Mire señor, yo escasamente conozco a esa niña. Yo estoy durmiendo, ella no es mi responsabilidad, así que lo siento mucho» y colgó.
Ese domingo pasó sin noticias de ella, por supuesto Andrés se levantó tipo 3 de la tarde tratando de superar el guayabo terciario. O resaca, para los más finos (o no son de Colombia). Salió a la tienda por un Gatorade y pasando por la portería saludó al vigilante:
—Argemiro, ¡quiubo! ¿Qué? ¿Al fin a qué hora pasó mi amiga por las maletas?
—¿Maletas? No don Andrés, si esas maletas siguen aquí. Su amiga está como loca, yo creo. Ayer que vino estaba toda acelerada que porque no pudo subir y necesitaba bañarse. Su mamá casi no le puede colgar. Y me preguntó que si aquí tenemos ducha, que si se podía bañar, que nosequé. Al final se cambió aquí en el bañito de atrás y se fue, pero dejó las maletas.
Andrés estaba sencillamente estupefacto. La más descarada de Descaradalandia. Cuando volvió al apartamento revisó su Facebook a ver si encontraba algo, y vio una cantidad de estados de Juliana que decían algo como «Estoy en la clínica, necesito que alguien venga y me recoja. 6:17 AM». «Por favor, alguien venga por mí que no me dejan salir sola, estoy en la clínica Shaio: 8:43 AM». «Alguien que pase por mí. Se me borran cosas de la memoria, venga alguien: 10:02 AM». «Ya vienen por mí, gracias: 1:14 PM».
Andrés quedó entre extrañado y preocupado. Más lo primero que lo segundo. A las 9 de la noche una nueva llamada. Contestó y era Juliana. Le contó que estaba por la 85 y la «emburundangaron» como a las 5 am.
Nota del Autor. Emburundangar: Dícese del acto de echar un alucinógeno (usualmente escopolamina) a una persona con el fin de atracarla o robarle sus pertenencias. Generalmente sucede a altas horas de la noche en calles poco transitadas. Me emburandangan, te emburandangan, nos emburandangan esos HP ladrones.
¿Qué hacía ella a las 5 am por ese sector? Esa vieja está como loca.
Le contó que se le estaban olvidando las cosas y que la llevaron en un taxi a esa clínica y que por fin la recogió un amigo. Le dijo a Andrés que iba para su casa para pasar por la ropa. Finalmente.
Llegada la hora, Andrés bajó a la portería, le entregó las maletas a Juliana que venía con su amigo en una camioneta. No se quedaron más de 5 minutos. La verdad quedó muy sorprendido porque Juliana no hizo más que agradecerle lo bien que él se portó con ella. Le agradeció mucho que le haya permitido dejar las maletas, que la haya dejado pasar la noche —las dos noches—, y que estuviera pendiente de ella.
Andrés no pudo más que sentirse mal porque en realidad no hizo tanto, más bien le huyó. Avergonzado sólo atinó a responderle «Por nada Juli, por nada». Juliana parecía otra, tenía una actitud calmada, muy diferente al usual acelere.
Pasaron dos semanas sin que él supiera nada de ella, hasta que vio en el Facebook de Juliana que decía que le habían diagnosticado «trastorno afectivo bipolar». A partir de ese momento, para Andrés todo tuvo sentido. Efectivamente esa vieja estaba loca *.
Desde ese día Andrés no es el mismo. No confía tanto en sus «amistades» pasajeras, pero tampoco es tan tarado. De hecho, dice que ya no es tan caballero aunque sus amigos sabemos que no es cierto. Él nos ha contado más historias. Muchas. Y yo pretendo contárselas a ustedes. Así que nos veremos la próxima semana con otra historia en «Le pasó a un amigo».
Ah, y también escribo otras cosas, en la medida que las ocupaciones dan tiempo. En los Marmotazos opino de diferentes cosas. Y también hablo de Marketing y de Emprendimiento, que es a lo que me dedico. Asesoro emprendedores y lo disfruto mucho.
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Y bueno, por fin el final de la historia de Andrés con Juliana. Gracias por la paciencia. Muchas gracias a todos por leer la historia completa, sobretodo los que cada semana se pegaron a ella. A los que en Twitter se la pasaron acosando a ver si publico el final. Esto es para ustedes, jajajaja. Sus comentarios me hacen reír mucho y son los que hacen dar más ganas de seguir escribiendo. «Le pasó a un amigo» son las historias de Andrés con las mujeres y espero publicar una historia diferente cada semana. Hace parte de los Marmotazos porque, como buen disperso, escribo de todo un poco. Bienvenidos.
* ACLARACIÓN: Por otro lado, probablemente algunos se pudieron sentir ofendidos con el juego de palabras y aquello de que Juliana estaba loca. Dos cosas al respecto: Esta historia fue publicada originalmente hace como 8 años, antes de que nos ofendiéramos tanto por todo en Internet y éramos menos prevenidos al escribir. Dudé en dejar este final, pensé en cómo cambiarlo, pero decidí respetar la historia como la escribí inicialmente.
Sin embargo, también vale la pena aclarar que el Trastorno Bipolar es una enfermedad seria. De hecho, creo que esta historia hace evidente que muchas veces juzgamos sin saber, que tomamos a la ligera los comportamientos erráticos y hasta nos reímos cuando pasan esas cosas, por ignorancia.
Que sea el momento de concientizarnos un poco e invitarlos a que estén pendientes de sus amigos y familiares, pueden estar pasando por una enfermedad mental y no saberlo. O si ustedes sienten que pueden tener algún tipo de desorden mental, sepan que no están solos, que al ser una enfermedad es tratable, que hay más personas que lo están haciendo. Busquen ayuda profesional y no sientan vergüenza por ello.
De nuevo, gracias por leer.
Omar.
Ah, pero no me puedo ir sin dejarles la banda sonora de la semana.
Ahora sí, Shaolín, el talego. Chau. Abrazo para todos.
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