
En estos días anduve leyendo a una mujer que admiro mucho. Es una multimillonaria gringa, Codie Sánchez, de esas «autohechas», que se ganó su plata solita. De padres inmigrantes latinos, para más señas, es una dura en emprendimiento, sabe mucho de economía, y se esmera por enseñar en redes sociales cómo lograr lo mismo que ella.
El caso es que ella hablaba de la «tragedia de los comunes«. Yo no conocía ese término, pero es más viejo que la panela.
Es un concepto económico que se refiere a la sobreexplotación de recursos compartidos debido a la falta de incentivos para su conservación.
Dicho en otras palabras, lo que es de todos tiende a no considerarse de nadie, no es mío. Y como no es mío, no lo cuido. No me importa si se daña o lo que pase con eso, siempre que no me afecte.
Te doy varios ejemplos.
Este lo planteó por allá en los 1.800 un man llamado William Forster Lloyd, matemático inglés.
Imagínate un pastizal público al que varios pastores llevan su ganado a pastar. Normal.
Los pastores notan que a pesar de ese uso, queda suficiente pasto sin consumir, entonces se dicen a sí mismos «ve, yo podría traer más vacas a este potrero, así gano más plata. Y me sale gratis la comida».
Y es así como de a pocos todos empiezan a llevar más y más ganado, hasta que llega un punto en que el bendito pastizal ya no da más.
Y, aunque se dan cuenta de que eso está pasando, ninguno va a dejar de llevar ganado. «Que primero lo hagan los demás», es el pensamiento común.
Como no es mío, no me importa cuidarlo. Si se acaba, bueh… ya conseguiré otro pastizal «gratis».
No sé si recuerden, los que andan en las ciudades más grandes, estas patinetas eléctricas que uno podía alquilar (¿o puede? No sé si aún existan en Colombia). Con el tiempo esas pobres patinetas se dañaban más, porque nadie las cuidaba, porque «no eran de nadie». O al menos «no son mías».
Igual con las bicicletas públicas.
No cuidamos lo que no es nuestro.
Pues eso mismo nos pasa en Colombia. Sobre todo en las personas con orientación política hacia la izquierda.
No me importa la corrupción, porque «esa plata no es mía».
Y no nos hemos puesto a pensar que esa plata no es del gobierno. Es mía, tuya, nuestra. De todos.
Si el gobierno da subsidios, no es con SU plata. El gobierno no tiene plata. No produce plata. Simplemente porque esa no es su razón de ser.
Cuando el gobierno da plata en forma de subsidios, es con mi plata, tu plata, la de todos. Porque somos los ciudadanos los que producimos, y pagamos un tributo al gobierno, en forma de impuestos.
El salario del presidente sale de tu plata, de la mía… Igual con los congresistas, igual con los viajes en helicóptero, con la plata que usan para comprar aviones y, claro, con toda la plata de la salud que se están robando (porque nadie sabe dónde va a parar). De la salud y de cualquier cantidad de sectores más.
Hace unos días los ambientalistas se escandalizaron por la cantidad de agua que se «desperdicia» usando inteligencia artificial. Bueno, en honor a la verdad, no solo los ambientalistas.
Y tienen razón, hasta cierto punto. Hay que mejorar esos procesos y consumir menos agua para eso. Pero al menos eso se está usando en algo productivo. En muchos casos.
Pero, si se indignan por eso, ¿por qué no se indignan igual con la plata que nos roba el gobierno?
Para mí la respuesta es simple, porque pensamos que esa plata no es nuestra.
Error garrafal.
La tragedia es que, sobre todo la izquierda, no le pelea al gobierno porque se roba nuestra plata, pero sí le pelea a empresarios porque hacen un bolso en China, o porque «los salarios no son buenos», porque supuestamente son explotadores (que argumento tan pendejo).
¿Y por qué pasa eso? Porque no son sus empresas. Porque piensan que la plata crece en los árboles, o porque la regala el gobierno. Porque es mi derecho trabajar, porque es mi derecho tener un salario.
Sí, todos tenemos derecho a trabajar, pero para eso hay que ser productivos. Si se acaban los empresarios, se acaba el empleo. Pero no les importa «porque no son sus empresas».
Le celebran al gobierno que le aumente los impuestos a las empresas porque son «la oligarquía», porque son «los ricos»…
Carajo, ¿no se dan cuenta que esos empresarios están poniendo el pellejo para poder pagar salarios? ¿Que muchas veces tienen que hacer magia para mantener a flote la empresa y poder pagar salarios, aunque más de la mitad de los ingresos se los esté llevando el gobierno en impuestos… para igual robársela?
Todo eso lo digo porque tuve empresa (y por la cantidad de impuestos decidí cerrarla), y porque conozco muchos empresarios de a pie, de los que construyen sus empresas de a poquitos.
Pero como «la empresa no es mía» no la cuido. No me importa si la cierran. Que le quiten la plata a ese oligarca explotador, que no me paga más porque es un tacaño.
Amigo, no tienes idea cuánta plata de tu salario se va en impuestos.
Todo eso que te descuentan para prestaciones sociales… todo eso que puede que ni te das cuenta, se lo están robando. Pero «no es tu plata», porque nunca llega a tu banco.
Tengo algo que decirte: Sí es tu plata. Y si no hubiese tantos impuestos, probablemente te llegaría más.
La tragedia es que estamos dejando que nos roben, en nuestras narices, porque no caemos en cuenta que esa plata es nuestra. Que NO ES PLATA DEL GOBIERNO. No es plata de Petro, ni de Benedetti ni de ninguno de esos hampones.
La tragedia es que un montón de indígenas lleguen al Parque Nacional y lo destrocen «porque eso no es mío». No me importa que llenen de grafitis la Plaza de Bolívar cada que van a protestar «porque esa plaza no es mía».
Amigo, ¿sabes de dónde se saca la plata para arreglar todos esos daños?
La tragedia es que el gobierno pague buses para transportar gente desde el Cauca, almuerzos, y todo lo demás, para que 100 personas que no nos representan vengan a protestar y a dañar la propiedad pública. Que se gaste nuestra plata en ministerios que no sirven para nada.
No me importa que incendien un CAI, porque «eso no es mío».
Y así con un largo etcétera.
Ojalá todas esas personas tuvieran la oportunidad de crear empresa, por una vez en la vida nada más, para que supieran lo difícil que es, el gran esfuerzo que implica. Quizás así pensarían distinto, quizás así cuidarían más al empresario, que es el que produce la plata que se está gastando su gobierno.
Amigo, toda esa plata que se despilfarra sin sentido, sin necesidad, pensando que no es tuyo… sí te afecta. Es el pastizal que se va a acabar porque no lo cuidas, porque piensas que eso «es gratis», o que no es de nadie.
Y sí, igual que pasa con el agua, con los recursos naturales, pasa con la plata DE TODOS.
Este país se está yendo al carajo, pero no te importa porque «no es tu plata».
A cuidar lo público, protegerlo, defenderlo. Como nos enseñó Mockus a los bogotanos hace 30 años, aunque tristemente ya se nos olvidó.
Lo público no es gratis. Lo público es de todos. Tuyo, mío, nuestro. Y así mismo merece cuidado.
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