Al convertirse en la gran vuelta con menos espectáculo en los últimos años, el Tour de Francia requiere de ciclistas con un estilo más antiguo y en López encuentran eso.

 

Foto: AFP/Luk Benies (2019) – Miguel Ángel López, al ataque durante el Giro d´Italia.

Es 27 de julio del 2019 y se corre la última fracción montañosa del Tour de Francia, la última oportunidad para cambiar el podio e incluso luchar por la primera casilla de la general, apoderada por Egan Bernal. El final es exigente, 30 kilómetros de constante ascenso, suficientes para revolcar la competencia. El Jumbo Visma mueve sus bazas y trabaja colectivamente para seleccionar el grupo, su labor logra dejar atrás a un Julian Alaphilippe segundo de la general y que, sin ser escalador, había puesto en aprietos a los especialistas en ese terreno. Se daba la lógica, el francés perdería su podio, pero la lucha debía continuar ya que la brecha de Bernal con Kruijswijk y Buchmann no es tan larga y el terreno permite el descuento más de un minuto. El ritmo del Jumbo sigue siendo intenso, pero el ataque de su líder no se da, el alemán del Bora tampoco se anima. Pasan y pasan los kilómetros, no se da una sola ofensiva y con un exceso de tranquilidad, Egan sella su triunfo. Este puede ser un resumen de una de las luchas más pobres por un podio o un título en una gran vuelta desde hace varios años.

Ese es el ciclismo moderno, los avances tecnológicos, la posibilidad del corredor de saber cuántas fuerzas le quedan, los vatios que va moviendo y de atenerse a las instrucciones de su director desde un pinganillo. Es un ciclismo, que algunas veces se vuelve muy aburrido, donde el ciclista decide hacer su movimiento cuando faltan 2 kilómetros o donde incluso en finales que permiten cosechar grandes diferencias, no vemos ni un solo ataque. Por esto no quiero demeritar el enorme sacrificio de un ciclista de estar pedaleando por horas en su caballito de acero, no obstante, hay que entender algo, este es un deporte que, como muchos otros, se ha vuelto un producto comercial y su acogida en el público depende en gran medida al espectáculo que es capaz de ofrecer y eso es algo que ha ido desapareciendo en el Tour. Claro, es el certamen ciclístico más importante y ante ello, son muchos los corredores que quieren conquistarlo, y cómo saben que son pocas las oportunidades de hacerlo, simplemente no arriesgan y prefieren ir lento, pero seguro.

Sin embargo, considero que el Tour debería ser observado desde otra perspectiva, si es la mejor carrera del mundo, debe de ser desarrollada como tal, brindando exhibiciones y mostrando el más alto nivel. Para retomar esa cualidad, la ronda francesa necesita a los ciclistas sin miedo, que sean capaces de saltar de lejos sin mirar atrás, corriendo con sensaciones y no observando a cada rato el potenciómetro. ‘Supermán’ López encaja en esa descripción y ya nos ha acostumbrado a los movimientos a falta de 40, 50 o 60 kilómetros, el ingrediente más atractivo para la retina del aficionado. Es de los ciclistas que uno sabe que si no ataca es porque realmente va mal, y no porque esté lleno de incertidumbre. Tanto en el Giro como la Vuelta del año pasado, lo vimos en una actitud ofensiva constante, probando en todo momento y poniendo en aprietos a otros rivales.

Es verídico que le faltaron resultados, en parte por la mala suerte que lo acompañó y por no haber tenido piernas en días clave, sin embargo, cuando vio oportunidades y tenía al menos un gramo de fuerzo, lo intentó, fue valiente. Eso maquilla el producto final. Se sabe que, para este Tour, el choque principal será el del Ineos y Jumbo, por ende, son los máximos favoritos para copar los cajones en el podio, los otros jefes de filas como López están en un segundo plano. Así que el boyacense deberá ser fiel a su estilo para darle la batalla a esas dos estructuras en pro de lograr un podio. Eso significa que podríamos estar ante una ronda gala diferente, más ofensiva y con una muestra de mayor ambición, teniendo como protagonista de eso a Miguel Ángel, quien puede ser el artífice de hacer viajar al Tour en el tiempo, a aquellos tiempos de antaño donde no había límites y las ofensivas eran garantizadas. Además, no siempre atacar de lejos significa derrota, Egan ganó el Tour arriesgando (fue el único que lo hizo) y si este Tour va a tener un ganador diferente a alguien del Ineos o el Jumbo, ese triunfador tendrá que arriesgar y ser miembro de ese juego de ganar o perder todo.

@amatiz12