Saliendo a almorzar el viernes un joven muy amable me detuvo en el camino. Llevaba una camiseta amarilla con un signo de igual azul brillante que resaltaba en su pecho.
Yo iba con una amiga que no quiso detenerse a oír lo que nos quería decir. A mí me pareció simpático y cuando levanté la mirada le vi un par de aretes largos que se iluminaron con su sonrisa. Noté que su cuerpo era de mujer, y sus ademanes eran femeninos. Pero su forma de aproximarse a mí fue masculina.
Entonces, como me sucede con alguna frecuencia, me invadió la curiosidad.
Me detuve y en vez de entrar a comprar mi almuerzo, me quedé unos minutos haciéndole preguntas y oyendo su historia.
Me explicó que era parte de Human Rights Campaign o HRC por sus siglas en inglés. Esta organización se dedica desde 1980 a trabajar por los derechos de las lesbianas, los gais, los bisexuales, los transexuales y los queers (no encontré una traducción respetuosa).
HRC es una de las organizaciones más serias en este tema y desde 2003 está basada en Washington DC. En su página explica en detalle que se creó para apoyar financieramente a políticos en pro de los derechos civiles de este grupo de individuos.
Hoy agrupa a más de un millón y medio de personas que defienden y apoyan a esta comunidad.
Desde 1995 hace labores de lobby para que se respeten sus derechos en el trabajo y realiza programas de educación sobre las problemáticas más comunes que enfrentan.
Algo de esto conversé con mi nuevo amigo quien se mostró algo incómodo cuando le pregunté cómo se identificaba.
Me dijo que él era un transexual. Había nacido hombre, y se había convertido en mujer. Me dijo que le atraían las mujeres.
Luego, seguimos conversando sobre las tareas de la organización.
Su labor, ese día, era recoger fondos de personas interesadas en luchar por los derechos de la comunidad, sobre todo en las áreas de trabajo para evitar la discriminación de empleados por razones de género.
La organización ha liderado cambios tan importantes como el que hizo la Corte Suprema de los Estados Unidos sobre el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo el pasado mes de junio.
En el 2013 lograron la aprobación del Acto de No Discriminación de Empleo. Un esfuerzo que trabajaron por varios años antes de lograr el éxito en el Congreso norteamericano.
En su haber cuentan con el primer apoyo oficial de un presidente de los Estados Unidos gracias al gesto del entonces mandatario en 1992. Luego y más recientemente lograron el del actual presidente, Barack Obama.
Luchan contra los crímenes de odio, estimulan las leyes que tienen que ver con género en el aparato militar, asuntos relativos a los enfermos de sida, y la discriminación contra los transexuales entre otros varios temas.
Cuentan con un muy completo índice que examina leyes, políticas y servicios ofrecidos en diferentes ciudades y las clasifica de acuerdo a su grado de inclusión y apertura a la diversidad. Un trabajo a todas luces necesario para lograr el diseño de políticas públicas efectivas y sostenibles en estas áreas.
La conversación con mi nuevo amigo no fue tan profunda, pero las pocas frases que pronunció sobre su trabajo y el de su organización dejaron en mí esta semillita de servicio que ahora traduzco en esta columna.
Es clara mi opinión sobre el tema y creo que para que en nuestro país se siga luchando por la diversidad se hacen necesarias organizaciones tan serias y disciplinadas como HRC. Un ejemplo a seguir.
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