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Esta semana se conoció la triste noticia de que Greta Friedman murió a los 92 años de edad en el Estado de Virginia, a causa de varias complicaciones de salud y finalmente por el padecimiento de una neumonía.

Su nombre no nos dice mucho. Sin embargo esta mujer es la protagonista de una de las fotos más importantes del siglo 20.

En la imagen aparece ella vestida de blanco en los brazos de un marinero vestido de negro que la besa apasionadamente en la mitad de Times Square en Nueva York en 1945, cuando Estados Unidos celebraba la rendición de Japón. Acto que le daría el inicio al final de la segunda guerra mundial.

La foto transmite una pasión incontenible reflejada en los brazos del marinero que aprietan románticamente a la mujer vestida de blanco. La dama parece rendida al encanto de su pareja y el beso aparenta una conexión profunda entre los dos personajes.

Pero en realidad estos no se conocían. El acto en cuestión fue uno que respondió a la exaltación de la alegría y a la celebración del comienzo de la paz.  A la necesidad absoluta e incontrolable de expresar el júbilo incontenible del fin de la guerra.

Un acto a todas luces instintivo, irracional e inexplicable. Uno que gracias a la rápida cámara de Alfred Eisenstaed quedó reflejado para siempre en miles y miles de copias que hasta el día de hoy siguen siendo usadas para graficar los sentimientos más nobles y agradables de los seres humanos.

Según entrevistas y reportajes, Friedman supo de la foto solo en 1960 cuando luego de verla en una publicación, decidió llamar a la revista LIFE donde trabajaba el fotógrafo, para reportar que era ella quien aparecía en la imagen.

Y aunque hubo otras dos mujeres que intentaron reclamar el mismo lugar, con el tiempo quedó establecido que era ella quien se había dejado llevar por sus emociones cayendo en los brazos de George Mendonsa que sin pensarlo y sin control racional, abrazó a la mujer que más cerca tenía para expresarle con un beso la inmensa alegría que en ese momento compartían con cientos y cientos de ciudadanos en Estados Unidos.

En ninguno de los reportajes o artículos sobre la foto, se habla de vergüenza, pena, o incomodidad.

Al contario. Se exaltan las virtudes de la irracionalidad marcada en el mágico momento en el que por las casualidades de la vida estos dos jóvenes se juntan y dejan el registro ineludible de la felicidad instintiva del comienzo de la paz. Algo que nunca hubiera pasado si se detienen a pensar.

La muerte de Friedman revive las miles de historias que se han tejido alrededor de la imagen, y nos recuerda que a veces son los actos más instintivos los que dejan los mejores recuerdos.

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