Hace poco alguien me dijo que no usara la palabra cuero cabelludo.
No era un tema de gramática, ni de semántica. Era un tema de clasificación personal del uso de la palabra.
Tendemos a clasificar a las personas de acuerdo a las palabras que escogen para referirse a ciertos objetos o cosas. Por eso, para algunos el «bolso«, el «labial» o el «auto» deberían ser «cartera«, «pintalabios» y «carro«. Nunca debemos «escuchar,» sino «oír«. No debe haber «diálogo» sino «conversación» y es mejor que te pongas un «vestido» y no un «traje«. Que te «peines» el «pelo» y no que te «cepilles» el «cabello«. No «solicites» , «pide«. Y así, la lista es interminable.
Y ¿Por qué?
¿Por qué creemos que una palabra es más adecuada o suena mejor que otra, cuando significan lo mismo?
Asumimos que la palabra que escogemos demuestra el grado de educación que tenemos, la cantidad de libros que leemos, la profesión que practicamos, la gente con la que convivimos y de la que nos rodeamos. Le imprimimos a las palabras un valor que aumenta o disminuye nuestro lugar en la sociedad.
Es un estereotipo mas, que solo cambia cuando tenemos la suerte de viajar. Por que quienes hayan tenido la oportunidad de conocer otros países de habla hispana sabrán que el estatus o significado que le damos a ciertas palabras no existen en otros lugares.
Palabras como «coger«, «buseta» , o «ligar«, tienen significados muy distintos en países como España, Argentina y Brasil. El «pitillo» es el «popote» o la «pajita«, en algunos países centro americanos, y los «pantalones» son los «jeans» o los «vaqueros» en Paraguay. No se usan «cosedoras» sino «engrapadoras» en Honduras y nos vamos de «farra» y no de «fiesta» en Argentina.
El mundo es muy grande para limitarnos y mas aùn para limitar a los demás con nuestros estereotipos.
Interesante ¿no?
De cualquier manera entre «cuero cabelludo», «piel donde nace el cabello«, o » la piel que reviste el cráneo«, la primera es mas corta, directa y sencilla.
Por que como dijo Michel de Montaigne:
«La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha».
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