Por PanzaVidela
En un partido de
trámite regular, con regular asistencia de público y con dos equipos que
propusieron un fútbol regular, el resultado final dio como ganador a aquel que
cometió menos errores y que aprovechó mejor aquellos del contrario. En este espacio hemos sabido reconocer cuando
el rival de patio (o cualquiera que sea el adversario) nos pasa por encima o
nos gana por superioridad futbolística. Pero el partido de ayer -en honor a
la verdad- no me parece que sea el caso.
El partido tuvo
a dos equipos futbolísticamente limitados, aunque con ímpetu -¡hay que reconocerlo!- y
deseos de hacer las cosas bien tácticamente.
Nuestro equipo mostró un poco de lo mismo que venía exhibiendo en los
juegos anteriores. Un grupo de muchachos que sale a la cancha con el deseo de
hacer las cosas lo mejor posible, aplicados tácticamente a la idea que el
profesor explica en el tablero (replegar las líneas cuando no se tiene la
pelota, salir jugando con balón al piso y buscar el pase largo para explotar la
velocidad de Erwin González o de Yovanny Arrechea. Y la media distancia que
-en algunos partidos- ha sido arma de desequilibrio a favor de este grupo).
El partido se
comenzó perdiendo en una jugada que hemos visto repetida en varios juegos. Así
nos hizo gol el Huila y el Junior. Nos atacan el sector izquierdo defensivo (el
de Casierra) y meten el centro cruzado a espalda de los centrales. Ahí aparece un hombre en el primer o segundo palo
que, generalmente, gana por velocidad o viveza a nuestros centrales y arquero y
pone a celebrar al adversario. Gol idéntico nos hicieron en Neiva y en
Barranquilla. Ayer, al minuto 15, puso a ganar
a los rojos.
Personalmente me
gustó la actitud que mostraron los muchachos, dentro de las limitaciones y frente
a una nómina mucho más experimentada y costosa, para irse al frente con orden y
buscar el empate. Hasta que -con justicia- lo encontraron. Y una vez más, así
como frente a Nacional y frente al Once Caldas, fue un señor golazo de media
distancia que nos dio felicidad pasajera. Tiro libre al borde del área, Ulloque que dispara sin impulso -al mejor
estilo «Bernardo Redín» (bueno, eso es historia patria)-, balón que sobrepasa
por centímetros las cabezas de los hombres de la barrera, y la bola que se mete
con una delicadeza y precisión impresionantes para el 1-1. ¡Golazo!
Para el segundo
tiempo Millonarios salió con la misma actitud en busca de la victoria. Pero
la experiencia del adversario y la aplicación táctica en su módulo defensivo,
le cerraron las puertas a los nuestros. Que tan sólo a punta de ganas, y sin
mayores argumentos a la hora de atacar, buscaban el tanto de la victoria. Y fue
en un tiro libre que ejecutó con violencia Nazarit, que los rojos se alzaron
con la victoria. Aparte de ese disparo no fueron muchas sus aproximaciones
sobre la portería de Obelar.
Como balance
queda una derrota más para este grupo de muchachos. La sensación para el hincha
que su equipo lucha desesperadamente dentro de las innumerables limitaciones, y
el sentimiento para los dirigentes que los partidos pasan en un nuevo semestre
y el equipo cae -peligrosamente- en la tabla de posiciones. Si el visor busca a
los más jóvenes, son justamente quienes menos responsabilidad tienen en este
proceso. Son los hombres de experiencia quienes quedan -una vez más- en deuda.
Porque entre ellos no hay un líder que ordene tropas y haga el grito de
batalla.
¡Saludo Albiazul!