Por PanzaVidela

Quiero entender que no se trata de un odio personal (aunque bien lo parezca) y
por ese lado lo voy a interpretar. El título logrado por Juan Carlos Osorio con
Atlético Nacional representa otra bofetada para los fariseos del micrófono. La
(pongámole un nombre amable) «poca estima» que inspiró Juan Carlos
Osorio desde su llegada al fútbol colombiano ha sido injusta y despiadada. Ya
en Millonarios el «Magnate» «chiqui»
García lo llamaba despectivamente «El Recreacionista». En Millonarios
ese «recreacionista» tomó a un equipo a minutos de ser eliminado y en
una racha impresionante de partidos ganados lo clasificó a las semifinales.
Cinco victorias en línea y la clasificación a semifinales representaron el
debut de Osorio en el fútbol colombiano. Primera bofetada para los fariseos que
lo recibieron con los «taches en alto».

Osorio fue desde su llegada a nuestro fútbol un técnico que rompía con los
estándares del medio. En todo sentido. Un señor que se preparó, que estudió,
que sacó diplomas que lo avalan como director técnico ante las entidades
mundiales más prestigiosas. Se formó además como asistente de los mejores
entrenadores del mundo (¡del MUNDO!). Algo debió aprender. Sin embargo -para el
medio- ese prototipo rompía con el estándar «chabacán» y
«autodidacta» que caracteriza nuestro fútbol. Contadas excepciones. Y
a ese prototipo personal había que sumarle otro factor que venía inherente con
su formación. Osorio practicaba una filosofía de jugar al fútbol diferente a lo
que en Colombia se jugaba desde Pacho Maturana (1987). Otra forma de
entrenar, otra manera de jugar, una filosofía de juego moderna que también
rompía con los estándares tácticos de nuestro fútbol. Por todas estar razones el
Señor Juan Carlos Osorio tenía que inspirarle
 mucho odio a aquellos que venían reinando en el mundillo del fútbol
criollo, acostumbrado en los úlitmos años a las derrotas y malas presentaciones
internacionales -termómetro que mide el verdadero nivel del fútbol colombiano-.

Osorio ha hecho un recorrido profesional muy interesante y para no extendernos
en su trajectoria, solo quiero decir que algo bueno debía tener el tipo que le
entregó otra estrella al históricamente chico Once Caldas y ahora -una más- al
históricamente grande Atlético Nacional. Brillante palmarés, campeón con equipo
chico y campeón con equipo grande. ¡Sin embargo, a pesar de todo esto, los
FARISEOS -con mayúsculas- no han parado de criticarle su trabajo, su forma de
entrenar, su manera de dirigir, hasta la forma como se come una manzana…! Y
el hombre responde con la bandera de los resultados, con títulos.

Más allá de toda esta maravillosa bofetada del Señor Juan Carlos Osorio hacia sus detractores;
me parece que vale la pena analizar una reflexión -no de tipo personal sino puramente
futbolística-.

Osorio y Pékerman (también lo meto en este paseo) representan una forma de ver
el fútbol muy distinta a la idiosincracia e «identidad» nacional.
Ellos practican un fútbol moderno (perdón, faltan las mayúsculas) MODERNO,
práctico, rápido y efectivo. Otra vez: moderno, práctico, rápido y efectivo.
Todo lo contrario a los eternos expositores del fútbol criollo. Pregunto yo:
¿El hecho que estos señores vengan a aportarle al fútbol colombiano una visión
y filosofía moderna, probada con resultados, no da lugar a una reflexión que
nos lleve a pensar que el fútbol que se venía practicando en Colombia es
obsoleto y poco efectivo? ¿Hay que seguir vilipendiando a aquellos que vienen
con esta nueva propuesta, atacarlos hasta verlos caer, con el único fin de
volver a lo que algunos «sabiondos» consideran que es el verdadero
fútbol, la «identidad nacional», basados en una etapa de nuestro
fútbol que tuvo su apogeo hace más de 25 años?

¿Ustedes qué opinan?

¡Saludo albiazul!