Por PanzaVidela

El trágico accidente del avión de Chapecoense sirvió -dentro de lo positivo- para despertar el sentimiento de solidaridad de millones de personas, no solamente aquellas del mundo del fútbol.

Primero fue el noble gesto de la dirigencia de Atlético Nacional de proponerle a la Conmebol, a manera de homenaje póstumo, otorgarle el título al club brasilero. Vale aclarar que esta decisión y propuesta tenía un grandísimo valor económico, pues de todos es sabido que la inmensa inversión por parte del club verdolaga tiene como objetivos claros -¡y necesarios!- la recuperación de esa inversión por medio de la obtención de títulos -nacionales e internacionales- y los grandes premios económicos que otorgan los organismos organizadores. El gesto de Nacional no solo fue un acto solidario sino tenía un grandísimo contenido altruista desde el punto de vista empresarial.

Quiero hacer un homenaje hoy al solidario mensaje enviado por el club verde. En un mundo cada día más egoísta y materialista todo lo acontecido tras el accidente no solamente despertó ese sentimiento tan valioso que todos los seres humanos tenemos dentro, sino queda como precedente inspirador a toda una sociedad.

El espíritu competitivo es inherente al mundo del deporte. Es necesario y permite que el deporte pueda convertirse en medio movilizador de sentimientos que inspiran la superación del ser humano. La noble lucha en la competencia deportiva enaltece su propia esencia. Pero no debemos confundir estos valores de competitividad inherentes al mundo del deporte, con los valores de solidaridad inherentes al ser humano.

Es por esta razón que fue tan poderoso y valioso el mensaje enviado por el club Atlético Nacional. Su mensaje se alineó en perfecta armonía con todas las acciones solidarias del pueblo antioqueño -y en general colombiano- tras la tragedia del avión. A los sobrevivientes se les trató con cariño y amor, dándoles la mejor atención y mejores tratamientos para su recuperación. Como sociedad habla bien de nosotros y vale sentirnos muy orgullosos por ello.

A la llegada a sus pueblos de origen los sobrevivientes expresaron que guardarán por siempre en sus corazones estos enormes gestos de solidaridad. Rompen las barreras geográficas, engrandecen la esencia del ser humano y nos devuelven a lo simple, a la raíz. En pleno 2016 suena un poco a ciencia ficción, pero este tipo de gestos son inspiradores para nuestros propósitos de vida.

Compartir en lo más sencillo del ser humano, libres de prejuicios y unidos en el amor. No soy la Madre Teresa de Calcuta para dar lecciones de humanidad, pero sin duda este tipo de experiencias nos muestran que la esencia está intacta y nos inspira a vivirla en el día a día.

  1. ¿A ustedes qué lección y mensaje les dejó todo lo acontecido tras el accidente del avión?
  2. Están de acuerdo conmigo que -a pesar de todas las cosas que como sociedad tenemos por mejorar- este suceso sirvió para sacar lo mejor de nosotros y nos queda como gesto inspirador?

Agradezco sus comentarios en este espacio así como en @PanzaVidela