Historia de lujos, primera parte: El Ferrari de alias Rasguño expuesto en el CC Galerías, en Bogotá.
Ferrari convertido en patrulla. CC Galerías
Pablo Escobar alguna vez dijo que «nunca creí
que los ricos en Colombia fueran tan pobres». Lo comentaba en sus lujosas y
concurridas fiestas que podían durar, perfectamente, una semana o quizás más. Y
lo hacía, claro, desde la mirada despótica de quien posee más: más dinero, más
mando, más poder. Era el hombre tercer más rico -según Forbes- del mundo y su
estilo de vida lo demostraba: lujos inimaginables, ostentación
desproporcionada, exhibición narcisista de su riqueza. Lujos y caprichos de los
llamados «jefes del narcotráfico» que esta semana podemos ver en Bogotá con la
exhibición del Ferrari de «Rasguño».
El lujoso auto fue decomisado en 2004 por la
Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE) a Luis Hernando Gómez Bustamante,
más conocido como «Rasguño». Estuvo en los patios de la institución a fin de
que se le hiciera la extinción de dominio y hace un año fue subastado en
Bogotá. El precio, unos 500 millones de pesos, mucho menos de lo que valdría en
el mercado internacional, pero dada las circunstancias y la pobreza de esos
mismos que asombraron a Escobar y asistieron a la subasta, el Ferrari no se
vendió y en consecuencia, fue encargado a la Policía Nacional.
Qué hacer con el
auto fue tema de discusión: que se usara para las Escuelas de Cadetes, que se
lo llevaran al General Naranjo para su labor diaria, que lo dejaran en otra
ciudad para cuidarlo mejor. Incluso, en la impotencia burocrática, se llegó a
pensar en utilizarlo como una común y corriente patrulla. Ya me imagino la
cantidad de ladroncillos que hubiesen querido ser detenidos y llevados en
semejante coche.
La solución salomónica fue convertirlo en
portaestandarte de la lucha contra el narcotráfico en Colombia. Así, se mandó
pintar con los colores verde y blanco de la Policía, y otros retoques, que la
verdad el carro no requería, pues estaba casi sin usar y bien conservado.
La bella Wanda Nara en su Ferrari
Se
montó una exposición en el centro comercial Galerías, a la que ya ha asistido
gran cantidad de visitantes. La mayoría son curiosos que quieren ver de cerca
un Ferrari auténtico, e ilusionarse por un momento con la mágica receta de
consumo masculino: mujeres rubias y coches rojos. El antojo de exhibición se
calma con fotografías en diversas y particulares poses: ademanes como si estuviese
conduciendo, otros optaron por la compañía
de sus novias; los pequeños, curiosos, lo tocaban y miraban, como esperando
que de un momento a otro se moviese o prendiera sus luces o hablase. Las
señoras preferían verlo a la distancia, con cautela y discreción, propia de
quienes vivieron y recuerdan la violencia de los ochenta y noventa en el país.
Un joven policía, comentaba la historia del Ferrari, los detalles de la captura
de «Rasguño», la cantidad de kilómetros que el carro anduvo, las calles y
carreteras del Valle del Cauca, por las que su dueño hacia los famosos «piques»
y que sus lugartenientes aplaudían y celebraban. Un hombre con pinta de
profesor universitario me comentó que –«la misma policía era quien cerraba las
calles para que Rasguño practicase sus «piques» con total libertad y
tranquilidad».
—
¿De verdad…? , le dije.
–Eso
no es todo, él tipo tenía una colección de arte impresionante…
–No
lo creo, y cómo sabe eso…
–Por
una columna de Héctor Abad de hace como seis años…, en la que cuenta que vio
cuadros de van Gogh y Rubens y otros que eran de «Rasguño»…
Vaya
uno a saber.
A
las siete de la noche se anuncia el fin de la jornada para ver el Ferrari, y se
invita desde los altavoces a visitar la exposición en los siguientes días.
Apagan las luces y quedan pocos locales abiertos, pues la mayoría de sus
propietarios están de vacaciones y no volverán antes de dos semanas.
El
«auto fantástico» como lo bautizó un niño queda solo, sin compañía, sin
emociones. Lo protege un grupo de policías dentro y fuera del centro comercial,
no vaya y quiera alguno robarlo. Por un día muchos vimos el lujo de vida de los
narcotraficantes, algunos quisieron haberlo manejado, dar una vuelta,
«levantarse a la nena», o pegarse un pique de ensueño. Vivir por un instante, un
momento, la vorágine de dinero, mujeres, amigos interesados, de sentirse el rey
del mundo. De riqueza, aunque fuese esa de la que Escobar se burlaba y
ridiculizaba. Y que hace una semana estuvieron boquiabiertos en la exhibición
de yates de lujo en Cartagena.
mala cosa .
Califica:
No saben como premiar a estos señores de la policía que no hacen bien su trabajo y se la pasan abusando del poder que pueden tener.
Califica: