La Navidad es una celebración y la comida un
placer. Ambas son un encuentro en familia, una fiesta alrededor del regocijo y
un espíritu que nos cobija cada año. Es una intimidad ceremoniosa que se expresa
en símbolos como el árbol de Navidad o los Pesebres, cuya contemplación no deja
de asombrar a grandes y chicos de la ciudad en Pascua.
La buena
comida…
«En la Nochebuena los buñuelos eran el emblema
de la época, y los hacendados de tierra caliente se hacían un deber de manar el
regalo de melado a sus amigos, regalo que no bajaba de un zurrón por cada casa,
y los conventos enviaban una o dos cargas a los procuradores para endulzar sus
cuentas con los provinciales».
Juan Manuel
Groot. Crónicas S. XVIII
Lumbreras decembrinas
«[…] pero
los pesebres sobretodo era lo que más fijaba la atención. Casi no había casa
donde no pusieran pesebre. Había entre los maestros de oficios y
principalmente, entre los sastres, ciertos varones eruditos que lo entendían
para poner pesebres y bosques, y nótese de paso que los sastres siempre han
sido eruditos entre nosotros»
JM Groot.
Crónicas S. XVIII
Invocaciones
infaltables
«La familia
de alguna casa hacía la novena de aguinaldo a las siete de la noche, y en
muchas de ellas había convidados, después del rezo era la exhibición del
pesebre […]».
JM Groot. Crónicas
S. XVIII
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