- El mentiroso generalmente evita la alineación frontal directa.
- El mentiroso se coge la oreja o la nariz antes de hacer alguna afirmación.
- El mentiroso usa pronombres imprecisos como “ustedes” (también pudo haber usado “nosotros” y “ellos”).
- El mentiroso ríe sin razón.
- El mentiroso no completa frases (¿“Creo que fue una ju..”? ¿“Un rebote pero…”?
- El mentiroso hace uso de la negación: “No quiero hablar de esas cosas”.
- El mentiroso mueve los ojos en exceso, no tiene un foco claro.
- El mentiroso suele pedir que se repitan las preguntas.
Todo esto lo hizo Lazaga en apenas unos segundos. Si bien no parece ser una mentira preparada sino espontánea, es infame que el jugador haya pretendido, si quiera intentado, desconocer su falta.
Un gol con la mano, así lo haya hecho Maradona, es desleal con el juego, una trampa, un robo al contrario. En eso no hay orgullo que valga.
El desastre de los cuadrangulares de ascenso inventados por la Dimayor mancha, una vez más, la historia del Fútbol Profesional Colombiano.
Ya lo demás es un pésame sin respuesta. Millonarios (y demás equipos como América y Nacional) jamás devolvió –ni devolverá- las estrellas que ganó de la mano del narcotráfico, como alcanzó a proponer en su momento Felipe Gaitán, expresidente del club azul.
Y tampoco se las quitaron –ni quitarán- a ninguno de esos equipos que dieron la vuelta olímpica con dinero sucio, así que mucho menos se va a repetir un partido por un “fallo arbitral” y el deleznable actuar de un jugador.
Habrá que pasar la página. No hay otro remedio, a pesar de los deseos. Es que si el fútbol se juega como se vive, tal cual pregona la famosa frase, en Colombia sí que necesitamos castigos para quienes obran mal. Y justicia. Los perdones a destiempo carecen de credibilidad.
En Twitter: @javieraborda